Llega la hora del reparto de medallas en el Mundial de balonmano de Suecia y en el cuarteto final, en el deseado salón noble, se encuentra la selección española. Llegaron sin hacer ruido, que es como se suele llegar a estos sitios cuando se quiere ganar algo de verdad. Boca cerrada, cabeza gacha y entrenando, gastando la zapatilla, machacando a los porteros o ensayando la defensa una y otra vez, base inexpugnable sobre la que forjar un equipo de balonmano. Valero Rivera confiaba en sí mismo y en su curriculum, eso es algo que se le nota de lejos, pero sobre todo confiaba en su defensa 5:1, sistema que cuando se hace bien, algo nada fácil de conseguir, se convierte en una defensa irritante para el atacante que se encuentra siempre con un jugador recortando permanentemente las líneas de pase, limitando su potencial ofensivo, pero sobre todo, desquiciando al rival. Ningún sistema lo logra tanto como ese y a la inversa, ningún otro sistema mal realizado te aboca al desastre de manera más veloz. Valero Rivera lo sabe desde hace años, aquel Barcelona inexpugnable hizo del 5:1 sustento de sus éxitos, y ahora, asentado con el paso de los años en la selección, el entrenador sabía que necesitaba tiempo para aposentar ese engranaje defensivo. El ataque ya vendría después, una buena defensa suele convertirse en el mejor inicio de un ataque (ahora mismo, tras leer esto, todos los entrenadores, que conozco y que no, están aplaudiendo con las orejas). Ese tiempo tras los últimos fiascos en las citas internacionales se debe en buena medida, a otro entrenador travestido de presidente de Federación, Juan de Dios Román, él, como pocos, sabe de la importancia de respetar los ciclos de trabajo, lo difícil del inicio, la travesía por el desierto del fracaso hasta llegar a un oasis. Una complicidad inestimable en la consecución del éxito. La selección española parece haber llegado a ese lugar, a ese vergel de donde cuelgan los metales. Estar en semifinales ya es importante, pero más lo es cómo se ha llegado. Tras crecer de manera continua como equipo, a base de defender, defender y defender, con lo cual la que era a priori mejor portería del campeonato, la pareja Sterbik-Hombrados, se permite dejar el a priori a un lado y se convierte en un sólido pilar desde donde ir generando la confianza que todos los jugadores necesitan. El viento ha soplado a favor durante todo el torneo y cada encuentro permitía a la selección avanzar un paso más; un buen inicio en el siempre complejo partido inaugural; remontar varios partidos, incremento de la confianza; empatar con Francia tras ir seis goles abajo, aplastar a Islandia... todo eso son estaciones de paso para creer en uno mismo. Y con el equipo crecido es cuando aparece el desarrollo personal, de la portería ya todo dicho, descomunal la progresión del pivote Aguinagalde; Ugalde, perfecto en el avanzado; Rocas, se acuerdan de Rocas, pues otra vez jugador de balonmano; Romero más centrado y humilde que nunca... y así podíamos ir uno por uno hasta los teóricamente suplentes que ante Hungría demostraron que están enchufados, todo un éxito.
Ahora sólo quedan dos encuentros, ambos tremendamente complicados, el de semifinales ante un equipazo, Dinamarca, el escrutador Pillo escribió ayer en estas páginas todo lo que había que decir de ellos, sólo se dejó llevar por su chándal de entrenador al mentar a la suerte, olvidándose de que cuando un equipo está como España los que necesitan la suerte son los demás.
Publicado en Diario de Pontevedra 27/01/2011
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