A nadie extraña ya que cada Navidad las cadenas de televisión proyecten títulos sin los que no se entendería lo que rodea a estas fechas. Desde las diferentes versiones de ‘Cuento de Navidad’, de Charles Dickens, hasta ‘¡Qué bello es vivir!’, pasando por éxitos de la cartelera más actuales como ‘Solo en casa’ y su consiguiente secuela, el dichoso espíritu de la Navidad ha pasado a formar parte de la historia del cine, en la mayoría de las veces como el escenario propicio para hacer crecer la taquilla, pero otras, para captar y generar matices en historias y personajes
Decir ilusión es hablar de Navidad, pero también de cine. Aspectos ambos que gozan de su particular éxito al generarse desde ese carácter ilusorio y casi mágico al que al ser humano le gusta subirse, quizás, como forma de descompresión de una realidad no siempre excesivamente generosa con él.
Es por ello que Navidad y cine se evidencian como caminos cuya coincidencia se convierte en inevitable, viéndose ambos enriquecidos por ese cruce de intenciones. En las fechas navideñas los cines se llenan de proyecciones que tienen como fondo ese periodo festivo con el que finalizamos el año. Hablamos normalmente de películas con un recorrido muy corto, con una fecha de caducidad que no va más allá de lograr una buena recaudación en las taquillas de los cines y convertirse rápidamente en un DVD para pasar a formar parte de la estantería de algún hipermercado deseoso de ofrecer productos 3x2.
Y si de emociones hablamos en Navidad pocas películas se muestran imprescindibles (de ahí su constante repetición en los canales de televisión, o cómo en EE.UU. es esencial su emisión para entender las Navidades, lo que la convierte ya en una tradición como lo pueda ser el mismísimo árbol) como ‘Qué bello es vivir’ (1946). Los apuros a los que una mala jugada de la vida someten al bueno de George Bailey ante la desaparición de una importante suma de dinero que hace quebrar al banco en el que trabaja, genera un escándalo que provoca que en el día de Navidad intente suicidarse, lo que motivará la intercesión de un ángel que hará ver al honrado ciudadano y padre de familia que siempre hay un camino para la esperanza, y que al otro lado de la desgracia siempre hay alguien que te puede echar una mano. Su director, Frank Capra, asume así su compromiso con la sociedad americana, y sobre todo con una serie de valores como los de la bondad, la solidaridad y la confianza ciega en el ser humano quizás como último refugio ante las complicaciones y las amenazas de nuestra sociedad, y que América había conocido de manera tan profunda tras el crack del 29. Ideario que, evidentemente, en clave navideña multiplica de manera exponencial todos esos argumentos. Los mismos que cinco años antes empleó el director en otra de sus grandes películas, ‘Juan Nadie’, con la pareja Gary Cooper y Barbara Stanwyck, también con la fecha de Navidad como clave en su argumento, donde un vagabundo, reclutado de la calle por una periodista para sostener una noticia, amenaza con arrojarse desde el tejado del Ayuntamiento si los políticos que lo ocupan no ponen freno a la situación de desesperanza laboral de la sociedad americana.
El cine clásico de Hollywood se encontraba cómodo con la referencia navideña, y así se pueden, durante las décadas centrales del pasado siglo, encontrar numerosos títulos con el protagonismo de la Navidad : musicales, dramas, comedias... La Navidad es un tiempo, pero también un sentimiento y ese sentimiento es el que aflora en todos eses trabajos.
‘Cuento de Navidad’ |En primer lugar, y como un gran tronco central, nos encontramos con diferentes versiones de uno de los grandes clásicos de la literatura navideña, el ‘Cuento de Navidad’ que Charles Dickens escribió en 1843, es una fuente de inspiración recurrente para el mundo del cine. Desde 1923 con ‘Mr. Scrooge’, pasando por ‘Cuento de Navidad’ (1951), ‘Muchas gracias Mr. Scrooge’ (1970) o ‘Los fantasmas atacan al jefe’ (1988), las versiones sobre este gran clásico llegan hasta nuestros días e incluso los teleñecos no han podido resistirse a los malos humos del avaro Ebenezer Scrooge y en 1992 protagonizan ‘Los teleñecos en Cuento de Navidad’. Las adaptaciones, tanto para cine como para televisión serán muy numerosas, cada año, coincidiendo con el mes de diciembre nuestros cines se llenan de trabajos normalmente con pocas aspiraciones y una evidente fecha de caducidad, eso sí, con mayor o menor fortuna. Sí que merece ser destacada la versión que en 2009 dirigió Robert Zemeckis con Jim Carrey, Gary Oldman, Colin Firth o Robert Wright Penn, a partir de la mezcla de cine de animación con movimientos reales de los actores, que el propio director ya había llevado a la pantalla en otra película navideña con Tom Hanks al frente, ‘Polar Express’ en 2004.
A medida que nos vamos distanciando de ese gran tronco en que se convierte ‘Cuento de Navidad’, podemos citar títulos clásicos Hollywood dorado, ideados en aquellos engranajes perfectos del sistema de estudios: ‘Navidades en Julio’ (1940), ‘Cita en Saint Louis’ (1944), ‘De ilusión también se vive’ (1947), ‘La mujer del obispo’ (1947) o la emblemática ‘Navidades blancas’ (1954) donde Bing Crosby canta el clásico de Navidad ‘White Christmas’, escenifican el valor de la Navidad como ingrediente para sus películas y hasta Billy Wilder en ‘El apartamento’ (1960) se vale de la Navidad para componer uno de sus más perfectos guiones.
De esta forma hasta nuestros días el ambiente navideño ha participado en mayor o menor medida de infinidad de producciones: ‘Los Gremlims’ (1984), ‘La jungla de Cristal’ (1988), ‘Solo en casa’ (2000), ‘Los amigos de Peter’ (1992), ‘Pesadilla antes de navidad’ (1993), ‘El Grinch’ (2000) o ‘Love actually’ (2003) serían algunas de ellas, todas películas que han funcionado muy bien en taquilla, tanto que las tres primeras han generado largas secuelas, mientras ‘Pesadilla antes de Navidad’ se muestra como una de las mejores películas de animación de los últimos tiempos con el sello Tim Burton y ‘Los amigos de Peter’, con el empleo de la Navidad como la disculpa para reunir a un grupo de amigos a los que la vida ha conducido por diferentes caminos, es una extraordinaria muestra del mejor cine de los noventa, radiografiando toda una época, bajo la eficaz dirección del británico Kenneth Branagh.
Versión española |El cine español también se ha dejado arropar por la Navidad , pero lejos de la permanente felicidad y exaltación de la bondad que suele producirse en las producciones norteamericanas, en el cine español se introduce una mirada muchas veces crítica con lo que se esconde tras esa temporal ebullición de sentimientos. Esa crítica alcanza cotas de cinismo y amargura, si nos detenemos en la lúcida mirada de Luis García Berlanga, quien en ‘Plácido’ (1961), hace de la frase ‘Siente a un pobre a su mesa’ todo un manifiesto sobre la sociedad española del franquismo: gris, aburrida y llena de mezquindad y todo sin perder el humor como el detonante necesario para lograr traspasar una fachada de apariencias y poder ver lo que se esconde tras ella: las miserias de la burguesía del momento.
Otro de los éxitos del cine español de los años sesenta fue ‘La gran familia’ (1962), ¿quién no recuerda a ese abuelo, el impagable Pepe Isbert, buscando a su nieto perdido entre el barullo navideño de villancicos y árboles en la Plaza Mayor de Madrid? “¡Chencho!, ¡Chencho!” se convirtió en un grito desesperado que en no pocas ocasiones nos ha amargado las Navidades a más de uno.
Siguiendo la estela de Berlanga Álex de la Iglesia en ‘El día de la Bestia ’ también juguetea con el espíritu navideño, zarandeándolo dentro de una trama con disparos a los Reyes Magos incluidos, situándose detrás de la Navidad para ir destruyendo las convicciones casi siempre toscas y aburridas de esta sociedad.
Sería interminable el convocar títulos y más títulos que de una u otra manera se sirvieron de la Navidad como contenido para narrar una historia, para hacernos pasar un buen rato, y es que eso es en realidad para lo que se inventó esto del cine. Hay películas en las que la Navidad lo es todo, otras, donde solo un instante, un momento de emoción, como la declaración de amor con que finaliza ‘Cuando Harry encontró a Sally’ (1989), hacen de la Navidad ese plus de emoción que la secuencia necesita. Si hablamos del cine de animación no tendría fin ese listado ya que por el público al que se dirige esa ilusión por la Navidad es infinitamente mayor que la del adulto, tantas veces desencantado por el transcurrir de la vida. Pero el cine es ilusión, y la Navidad también, y ahí no existe lugar para el desencanto.
Publicado en Diario de Pontevedra 18/12/2011
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