Hasta el 26 de febrero todos los espacios del CGAC en Santiago de Compostela se llenan con la obra de Jeff Wall, pero no solo con su trabajo, sino con todo ese magma que alrededor de un artista va burbujeando para transmitirle la temperatura suficiente para entrar en ebullición. De esta manera asistimos a toda una radiografía de gran parte del arte del siglo XX, a través de esas concomitancias con el artista canadiense recorremos la obra de alguno de los más importantes artistas del pasado siglo. Una cita obligada para los amantes del arte.
Recorrer las dependencias que el CGAC dedica al fotógrafo Jeff Wall supone un doble motivo de satisfacción, por un lado el de recuperar para ese centro, o lo que es lo mismo, para todos nosotros, el sabor de una gran exposición. No han sido ni son tiempos fáciles los que se viven entre las paredes del Centro Galego de Arte Contemporánea, recortes presupuestarios o la llegada de una nueva dirección han compuesto una estampa que se alejaba de lo que habíamos visto años (bastantes) atrás. Pero esta exposición y la que ya se nos anuncia de otro gran artista, el gallego Fernando Casás, parecen abrir la puerta a la esperanza a través del programa expositivo que la trayectoria de dicho centro merece. El segundo motivo de satisfacción deriva de la propia muestra, de la aproximación que en base a un discurso perfectamente articulado entra a diseccionar la obra fotográfica de uno de esos monstruos del género. Hablar de Jeff Wall es hablar de gran parte de la fotografía del siglo XX, y no solo del hecho fotográfico en sí, sino de la nueva consideración que de esta disciplina y su vinculación al entramado social y artístico, el artista canadiense ha sabido establecer entre su obra, su vida y sus pasiones artísticas.
No cabe duda que sus fotografías con un foco de luz que las ilumina son un atractivo reclamo para el espectador, pero con todo, la mayor impresión procede de aquellas otras imágenes donde el tiempo inmoviliza la vida de sus ocupantes, un suspiro que, tras conocer la forma de trabajar del fotógrafo produce la mayor de las admiraciones ‘In front of a night club’, u ‘Overpass’, traducen a imágenes su forma de atrapar la realidad, generando una escenografía medida hasta el último detalle y donde se destierra la casualidad para generar «la autoría en la ficción absoluta de la puesta en escena», según Ian Wallace, pero esa capacidad de condensación de limitar los gestos hasta lo insospechado, sorprende también cuando la contención se lleva a la pequeña escena ‘Spring Snow’, propicia esa sensación que juega también con lo pictórico, lo matérico de una vida contenida y llena de sutiles detalles. Toda esta acumulación de percepciones arremete de manera intensa contra el visitante que recorre esa abrumadora primera planta del CGAC, pero antes de llegar a ella debemos entender muchas cuestiones. Elementos que se van descubriendo en los diferentes espacios del centro artístico.
Un descubrimiento que va desde la iniciática fotografía de finales del siglo XIX a las performances de Bruce Nauman o desde la fotografía de Walker Evans, Helen Levitt o August Sander hasta el cine de Buñuel, Truffaut, Pasolini, Kubrick o Malick. Epígonos que tienen su momento en el recorrido de la exposición y que nos satisface tanto o más que la propia obra del autor protagonista. Emblemas de la cultura que han ido jalonando la vida de Jeff Wall y que ahora se materializan desde la génesis de su propia obra. Brillante este planteamiento ya que permite la contextualización y la interrelación de los diferentes componentes que se abocan en su trabajo fotográfico. De esta manera recorremos el siglo XX y desembocamos en este inicio de siglo complejo y en muchas ocasiones distante con el ser humano.
Estas ‘ilustraciones de historias’, como el propio Jeff Wall define a la fotografía, se van acolmatando en las veredas de ese Sendero sinuoso (‘The Crooked path’), expresión que sirve de acertado título a la muestra, como metáfora de una creación que lejos de la línea recta, de conducirse por caminos establecidos, busca su propio itinerario casi siempre desde el lado salvaje, alejado de una humanidad cada vez más deshumanizada. Lo recorremos de buen grado, con la satisfacción de acercarnos a un gran personaje, pero también, con la alegría de ver que otras sendas parecen querer volver por el buen camino.
Publicado en Diario de Pontevedra 15/01/2011
Fotografía: CGAC
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