Se consume despacioso, como solo lo consiguen hacer esos meses que enganchan una estación con otra. Abril lo logra siempre de una manera singular, un síntoma de distinción que lo convierte en un mes especial. Al tiempo que las camelias hacen de su estertor el canto de cisne de su belleza, el recuerdo de aquellos claveles prendidos de los fusiles portugueses perfuma a este mes con los aromas de la libertad, de la dignidad del ser humano que en nuestro país tiene hoy también memoria en forma de una República que quiso y no pudo ser. Y todo para en unos días desembocar en la algarabía de los libros, misterio cervantino para honrar a unas letras, en este abril de chaparrones insolentes, encerradas en una caracola llegada desde Chile. Poesía de ultramar, antipoesía con la firme voz y la inteligente ironía de Nicanor Parra. Guardado en el cajón donde se guarda el corazón, como dejó cantado, y bien cantado Sabina, abril se revuelve resignado mientras ve como su destino contestatario se apaga en un ambiente cada vez más marchito. En ese paisaje, lastrado por la tiranía económica, ni las flores ni las palabras parecen tener la fuerza necesaria para imponerse a una realidad cada vez más desatinada y enrocada en un autodestructivo círculo vicioso. Y el poeta canta: «La economía para la Derecha/la política para la Democracia Cristiana y la Cultura para la Clase Trabajadora».
Publicado en Diario de Pontevedra, 14/04/2012
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