CINE 50º Aniversario de ‘El hombre que mató a Liberty valance’
El 22 de abril de 1962 se estrenaba en los Estados Unidos una obra capital en la historia del cine. El canto de cisne del gran director que se llamaba John Ford y hacía westerns. Él, que había consolidado al género y establecido sus bases canónicas, mostraba su modernidad retratando el final de una época, de un universo épico que tocaba a rebato.
«Cuando la realidad se convierte en leyenda, en el Oeste publicamos la leyenda», esta frase que cierra ‘El hombre que mató a Liberty Valance’ simboliza lo que era el Oeste americano y como una vez acuñado el mito, la historia, es decir, la realidad, pasa a un segundo plano a la hora de confeccionar el relato de la comunidad. Nadie mejor que el propio John Ford para hacer de esta sentencia todo un lema y a estas alturas, si se quiere, hasta el epitafio de toda una carrera plagada de obras maestras, pero sobre todo, en el mundo del western, de cinco o seis obras sin las que el género no se sustentaría, sin las que la épica de la construcción de un país carecería de sentido.
En 1962 se estrenaba esta película en blanco y negro, precisamente cuando el color era el gran reclamo visual que Hollywood esgrimía para superar la durísima competencia de la televisión. Las salas llevaban tiempo vaciándose y la industria debía buscar nuevos medios de proyección, avances técnicos para narrar sus argumentos, ante los que la televisión poco tenía que hacer. Al director irlandés, al igual que al Rehtt Butler de ‘Lo que el viento se llevó’ eso le importaba un bledo, y desde un principio entendía que esta película necesitaba el blanco y negro. Por un lado, al funcionar la película casi como un documental de ese Oeste que caducaba al mismo tiempo que la modernidad del Estado americano comenzaba a fundarse, pero también por que una escena, la del tiroteo saldado con la muerte de Liberty Valance, pende del blanco y negro para captar los matices que ésta debía ofrecer, ya que pocas secuencias son tan esenciales a la hora de explicar un relato cinematográfico como el duelo entre James Stewart y Lee Marvin, con la presencia de un invitado, como no, John Wayne.
Western
Entre 1939, año en que John Ford dirige ‘La diligencia’ y 1961 en que realiza ‘El hombre que mató a Liberty Valance’, el director creó varias de las mejores películas de este género, cierto es que cada uno tendrá su favoritas, pero en lo que todos podemos estar de acuerdo es en que títulos como ‘Pasión de los fuertes’, ‘Fort Apache’, Centauros del desierto, ‘Misión de audaces’ o ‘Dos cabalgan juntos’, son referencias del género, no sólo como grandes películas, sino como una forma de aproximarse al Oeste desde unos ingredientes que posteriormente todos los directores han ido empleando en sus películas. La importancia de ‘El hombre que mató a Liberty Valance’, es la de plantear ese tránsito de un agonizante western, con unos valores basados en el código de honor del vaquero, representado por John Wayne en el papel de Tom Doniphon y la mirada hacia un nuevo tiempo que encarna James Stewart, interpretando al abogado y futuro senador, Ransom Stoddard. Esa fricción entre ambos universos y su manera de enfrentarse al problema que supone Liberty Valance, es el sustento de la película, presentando ante el espectador una doble vía ante la que los diferentes personajes deben optar. Y es que el conflicto es lo que hace avanzar a las sociedades y John Ford así lo plantea desde el inicio de la cinta, un trabajo donde los personajes son fundamentales, quizás desde ‘La diligencia’, no era tan precisa la descripción de los diferentes tipos, pero a diferencia de aquella, en la que el western se abría a las grandes geografías norteamericanas (ejemplificadas en lo que sería el gran refugio fordiano de Monument Valley) como el gran ámbito de expansión complementario del vaquero, ahora, los exteriores ya no son necesarios y la acción se sitúa en las calles y locales del pueblo de Shinbone. Es la forma de mostrar cómo ese vaquero está siendo atrapado por la configuración de una sociedad moderna, que sustituye las pistolas por los votos. Así, tanto Liberty Valance como Tom Doniphon, se ven arrinconados, incómodos en este nuevo mundo que tiende a su expulsión, eso sí, uno como representante del mal será aniquilado, mientras el otro es el que motiva, tras su muerte, la recuperación del tiempo en que sucedieron los hechos que hicieron de Shinbone una de las cunas de la leyenda.
Amistad
Y es que toda la película es una mirada al pasado a cargo del senador Ranson Stoddard quien, vuelve a Shinbone, junto a su mujer, a rendir honores al fallecido Tom Doniphon y ante la petición de las ‘fuerzas vivas’ de la ciudad da a conocer los hechos que sucedieron a su llegada a este lugar. Una llegada marcada por el encuentro con el temido Liberty Valance, pero también por la amistad con Tom Doniphon, ambos, uno desde las leyes y el otro desde las armas, acabarán con ese personaje que mantiene atemorizada a la población, aunque no de la manera en que se había pensado.
Enfrentar a dos actores de la talla de James Stewart y John Wayne, más aún, en el territorio del Oeste, es sinónimo de que algo grande va a suceder, y así fue, ambos componen dos de sus mejores papeles. El primero como el abogado que confía en la justicia por encima de las armas frente a cualquier peligro, un hombre que no duda en ponerse un delantal y pagar sus deudas lavando la loza, una persona que confía en la política como forma de progreso y mejora social, que enseña a leer a las personas, en definitiva, alguien que cree en el ser humano y sus posibilidades. Por su parte, Tom Doniphon es un curtido vaquero, escéptico con el hombre, que solo cree en las armas como resolución de los problemas y que ama desde hace mucho tiempo a una mujer. Pero esa mujer se enamora de Ranson Stoddard, quizás lo único en lo que confiaba en este mundo es lo que ahora también se le niega, pese a ello, un código de honor le permitirá ayudar a Ranson Stoddard, permitiendo que ambos vivan el futuro juntos, sabedor de la importancia que tiene esa unión para todos. De nuevo es el sacrificio del solitario, como ocurriera en ‘Centauros del Desierto’, en beneficio de la sociedad, una especie de víctima anónima de la que se sirve la comunidad, pero a la que finalmente se rendirá el respeto que mereció en vida.
Nación
John Ford también va más allá al proponer una cuestión que está incluso por encima de las historias individuales. Y es la importancia de una serie de elementos de la sociedad necesarios para la construcción de la nación americana. Es así como en el relato confluyen elementos como el papel de la prensa, las leyes o el desarrollo de la política, imprescindibles para cualquier país que ofrezca entre sus premisas el desarrollo del ciudadano. El borrachín (arquetipo que ya estaba también en ‘La diligencia’) está encarnado por el periodista Dutton Peabody, quien dirige un periódico en este ambiente inhóspito para la verdad, y es que la verdad está siempre flotando a lo largo de la película como un gran pilar fundacional. Siempre amenazado nunca perderá la dignidad de su oficio además de ser, junto a Ranson Stoddard, el personaje con más cultura. Éste último erige un código de leyes como el ‘arma’ de los nuevos tiempos, el emblema de uno de los tres grandes poderes de cualquier estado, y junto a él, el legislativo, representando el abogado las inquietudes de la población tras ser elegido por unos vecinos que habían superado el miedo y el temor a ser libres.
Todo esto y más se encierra en ‘El hombre que mató a Liberty Valance’, un canto homérico a una nación, pero sobre todo a una época límite entre dos mundos, entre dos tiempos. Es por ello que uno no puede dejar de emocionarse cuando esa mujer, disputada por dos hombres, por dos amigos, interpretada por Vera Miles, deposita sobre el féretro de Tom Doniphon un cactus que ha florecido. Una rara especie en un mundo donde personajes tan extraños como Tom Doniphon serán siempre recordados.
Publicado en Diario de Pontevedra 23/04/2012
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