Manuel Jabois y Marcos Abal firman sendos textos en torno al corazón
futbolístico que late en su interior. Uno del Real Madrid; el otro, del
Barcelona. Un duelo balompédico repleto de la memoria sentimental que se ha ido
depositando tras las diferentes experiencias vividas alrededor de un balón y su
relación con ambas franquicias. Desde la infancia hasta nuestros días ambos, se
presentan como la mitológica figura de Sísifo, cargando a sus espaldas el mundo
que supone para los aficionados al fútbol ese equipaje de sentimientos y
vivencias.
Uno dice que le gustaría congelar la felicidad que le producían los goles
de Hugo Sánchez y envasarlos para disfrutarlos cualquier día; el otro echa de
menos los sudores de antes en las camisetas de los jugadores, “como si fuesen
actores porno”. Manuel Jabois y Marcos Abal firman sendos libros en la
colección Holligans Ilustrados que la editorial Libros del K.O. ha puesto en
circulación revisando las memorias que, sobre diferentes equipos, se han ido sedimentando
en la mente de varios personajes. Así, Enric González escribe sobre el
Espanyol, Antonio Luque sobre el Betis y Julio Ruíz del Atlético de Madrid;
mientras que nuestros dos paisanos, Manuel Jabois, nacido en Sanxenxo, y Marcos
Abal, en Pontevedra, ambos de puerto de mar, se encargan de los dos grandes, de
los portaviones del fútbol español, esto es, Real Madrid y Barcelona.
‘Grupo Salvaje’ es el título que Manuel Jabois dedica a bucear en sus
recuerdos de infancia, que como en cualquier niño bien nacido, en gran parte
giran en torno al fútbol. Él, sanxenxino de pro, que hasta una ‘Cebola de ouro’
cuelga de su currículum, construye su relato al amparo de la casa familiar
donde abuelo y padre, amén de la educación de conocimientos, formaban en otros
valores, y en este caso, por supuesto, ‘blancos valores’. Pero al pobre Manuel
el destino quiso ponerlo de bruces ante un hecho racial dentro del madridismo,
las ligas de Tenerife, no las ganadas, que sería lo normal, sino las perdidas.
El grito exclamado ante el camarero de un pub varios años después de ¿A dónde
carallo iba Buyo? emerge en el relato como la ballena blanca del texto y en el
que se refunda al Manuel Jabois de brillante estilo y correajes merengues.
Aquel sol canario, que cayó a plomo sobre las cabezas del madridismo, es para
el Real Madrid algo similar a lo sucedido en Sevilla en la final de la Copa de Europa perdida por el
Barcelona ante el Steaua de Bucarest, en una tanda de penalties de la que
muchos años después también podemos exclamar: “¿Quién carallo entrenaba los
penaltis en aquel equipo?”.
Y es que la rivalidad entre Real Madrid y Barcelona se escribe casi más
que desde la alegría propia desde el fracaso contrario. Una fricción constante
que alimenta de anécdotas ambos relatos que, además de bucear en lo propio de
sus respectivos equipos, también lo hace en puntos claves de nuestro fútbol. Y
así a Manuel Jabois se le aparece, como el dickensiano fantasma de las
navidades pasadas, el Butragueño de Querétaro que nos dejó en duermevela todo
un campeonato hasta que supimos que en España seguíamos sin saber lanzar
penaltis como es debido (y aún hoy no sabemos, todo sea dicho), para seguir así
rastreando de manera lúcida a toda aquella generación de la Quinta del Buitre e ir enganchando
los recuerdos, más que los futbolísticos, los de la vida propia. En un Sanxenxo
de vino y rosas, donde la felicidad se cargaba de besos robados y noches
clandestinas. Cintas TDK, los gritos de Rosety y García. Siempre García. Es la
construcción del relato mítico que deriva en lo que hoy somos, en una noche de
fútbol ante la pantalla del Rúas donde el Real Madrid de hoy, es decir, el Real
Madrid de Mourinho, camina implacable como en la película de Peckimpah hacia su
autodestrucción. Y es que ante esa pantalla, además, se encontraba la respuesta
a todo lo anteriormente vivido, encerrado en los ojos de un hombre donde esos
fantasmas del cuento de Dickens, los del pasado, presente y futuro, cobraban
todo su sentido.
‘Una insolencia’ es la otra cara de
la moneda. El universo culé desde ese asidero infalible que es la infancia. Y
hablar de infancia y de Pontevedra, también es hablar de Pasarón, y más que de
su arquitectura (que daría para un volumen de feísmo arquitectónico), de su
recuerdo. Del Pasarón de torretas encendidas mientras caía una fina lluvia
sobre el barrizal, del marcador simultáneo, las hileras de hombres meando tras
apurar una copa de Centenario en el descanso y del olor a puro. Ese ‘aroma
nauseabundo’ de triste faria es el que todavía acecha a Marcos Abal cuando
quiere refugiarse en su memoria. Y es el instante de esa memoria infantil
vestida de blaugrana cuando surgen los Cruyff, piedra filosofal; Maradona, ‘rizos negros y ojos de mal
dormido’; Guardiola, Laudrup, Stoichkov y Romario, el Dream Team, una patria
feliz, el anclaje con el hoy, superado el muro de Van Gaal y sujeto al enganche
con Messi.
Como este Barça de hoy, Marcos Abal escribe con frases cortas. Un
tiki-taka ya asociado al juego del Barcelona, una filosofía que repudia nuestro
primer protagonista en algunas de sus páginas en las que se le traba el relato
al justificar su discurso actual, de fútbol directo, de león agazapado, carrera
en la sabana y zarpazo mortal. Cuesta creer esa desacralización de la belleza,
cuesta ver como se escoge un camino lleno de piedras en vez del tacto del
terciopelo. Pero el fútbol es así. Tan tópico como incomprensible, tan
arrebatador como místico, tan extraño como paradójico. Manuel Jabois y Marcos
Abal nos abren su pasado de casacas blancas y blaugranas para enseñarnos su
corazón, pero sobre todo su memoria. Y es que en esa memoria, como en la de
cada uno de nosotros, está la explicación de gran parte de lo que hoy somos.
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