CLÁSICOS PARA UN VERANO. Bajo su magnificencia y grandiosidad quedaron sepultados décadas del mejor cine que la humanidad haya visto nunca. 'Cleopatra' y todo lo que subyace alrededor a su alrededor supuso el final del Hollywood dorado, de un cine hecho para soñar, para trasladarnos a historias y mundos en los cuales ser dichosos. La década de los sesenta despertó de manera brutal a la sociedad norteamericana y el cine cambió ya para siempre. Sirva esta película de despedida de un tiempo feliz.
Pocas películas tienen tras de sí una historia tan singular como ‘Cleopatra’. Y es precisamente esa historia la que, por un lado, generó el apartado mítico de esa producción y, por otro, hizo de ella una especie de punto final de aquel cine de estudios que Hollywood había ideado como la gran industria de los sueños del ser humano.
El cine, desde ese momento, volvió su mirada hacia el hombre americano y sus problemas, hacia una sociedad que se convulsionaba ante las noticias procedentes de Vietnam, la presencia del hombre en la luna, la revolución sexual, el universo hippie o las luchas racistas.
Desde estos momentos toda una serie de nuevos directores, inmortalizados ya para siempre en el imprescindible libro de Peter Biskind ‘Moteros tranquilos, toros salvajes’, saltaron a la palestra para transformar tanto la forma de narrar como lo que allí se contaba.
Sirva esta revisión de ‘Cleopatra’ para cerrar una época y también para abrir otra, ya que a través de las grietas generadas por su ampulosidad se filtró la realidad de un país que se descubría a sí mismo alejándose de una pantalla de cine y mirando más hacia otra pantalla, en este caso de televisión.
Desde mediados de los años cincuenta la industria cinematográfica había entrado en un periodo de incertidumbre. La competencia de la televisión y las nuevas formas de entretenimiento de la sociedad norteamericana habían hecho que las salas perdiesen miles de espectadores. Hollywood optó por engrandecer la forma de ver el cine para distinguir su oferta de la pantalla televisiva. Ideó nuevas formas de proyección y se dedicó a realizar enormes superproducciones que en una pantalla grande se mostraban sobrecogedoras. Es así como películas como Quo Vadis (1951) o Ben-Hur (1959) plantearon ese nuevo tiempo que podríamos definir como el canto del cisne del cine clásico.
Pero fue con ‘Cleopatra’, dirigida en 1963 por Joseph L. Mankiwicz, cuando este ‘ecosistema’ cinematográfico tocó techo. Encargada en primer lugar al director Ruben Mamoulian, desde el primer día de rodaje la película entró en una espiral de autodestrucción que arrastró hasta el final.
Toda la película giró desde el primer momento alrededor de la gran estrella, una Elizabeth Taylor que se convirtió en la primera actriz en cobrar un millón de dólares por su trabajo. Lo que resultó ser un comentario realizado por la actriz tras leer el leonino primer guión de la película -“Solo lo haría por un millón de dólares”- , finalmente se convirtió en el astronómico sueldo que pagó la Fox.
El rodaje iba a realizarse en Roma, pero la coincidencia con los Juegos Olímpicos motivó que se llevara a Londres. Se importaron palmeras de Hollywood y Oriente Próximo y en septiembre se inició el rodaje. Las brumas, las nieblas y las bajas temperaturas fueron complicándolo todo. El vaho que salía de las bocas de los actores no se compatibilizaba con lo que debía ser un rodaje a altas temperaturas. Elizabeth Taylor cayó enferma y en ese tiempo el director comenzó a darle vueltas al guión entrando en discusión con su estrella.
Mientras, una aseguradora ya le daba a la Fox 1,74 millones de dólares para que se abandonase la producción. Mamulian lo deja en enero de 1961 y desde la productora se echa mano de un prestigioso director, Joseph L. Mankiewicz, quien tenía una buena relación con Elizabeth Taylor tras el rodaje de ‘De repente el último verano’, además de tener experiencia en cine histórico, al haber dirigido ‘Julio César’. Solo puso una condición, él, que era un extraordinario guionista y que cuidaba ese apartado en toda su carrera, solicitaba el poder hacer los cambios que considerase en ese guión.
A estas alturas las pérdidas llegaban a los seis millones de dólares, pero el plan de rodaje ya estaba en marcha. Los interiores se rodarían en Londres y los exteriores en Egipto. Se buscaron nuevos actores a los inicialmente previstos, y así se llamó a Rex Harrison para interpretar a Julio César y a Richard Burton en el de Marco Antonio.
Elizabeth Taylor al borde de la muerte tras habérsele realizado una traqueotomía, los caprichos de Harrison y la historia de amor entre la estrella y Richard Burton no hicieron más que ir complicando una producción que crecía más en deudas que en minutos de filmación. Mankiewicz escribía el guión por las noches, mientras Burton y Taylor lo repasaban a su manera, y con el día se filmaba lo escrito. Ambos actores estaban casados y su relación supuso un escándalo confirmado por ambos ante la prensa.
La repetición de tomas con grandes multitudes o el atrezzo histórico convirtió a ‘Cleopatra’ en una locura que finalizó casi dos años después de su inicio. Hasta ‘Titanic', más de treinta años después, Hollywood no se había visto en otra. Era el fin del cine clásico.
(La próxima semana: Easy rider (1969).
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra. 1/07/2012
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