Acaba de estrenar la cuarta edición de su novela ‘La hija del Este’, un fenómeno literario en el que se narra la historia de Ana Mladic quien, con tan solo 23 años, se descerrajó un disparo en la cabeza. A partir de las 19,30 la autora conversará con sus lectores en la Librería Cronopios
Será la primera vez que visite Pontevedra, un lugar plácido muy alejado de la actual efervescencia electoral que se vive en su tierra, Barcelona, y mucho más distante de lo que supuso uno de los capítulos más sonrojantes de la reciente historia de Europa: la Guerra de los Balcanes. Ese es el paisaje elegido por Clara Usón para su última novela ‘La hija del Este’, en cuyo interior germina la historia de una muchacha Ana Mladic, hija del general Ratko Mladic, el ejecutor de la matanza de Srebrenica. Un apellido que marcaría su corta vida así como el de todo un pueblo.
¿Cómo se sintió tras acabar una novela de este calado?
Pues muy contenta y muy aliviada por haberla acabado. Cuando proyecté escribir sobre Ana Mladic pensaba en una obra mucho más modesta de setenta páginas más o menos, y así se lo comenté a mi editora. Pero tras investigar e investigar decidí que quería contar muchas más cosas y que además de la tragedia personal de la protagonista y su familia, era necesario que contase la tragedia colectiva de los Balcanes. Posteriormente la satisfacción se completa cuando la gente que la lee está contenta del resultado, la crítica habla bien y se alcanza una cuarta edición.
¿Qué es lo que más le ha llamado la atención sobre esa mezcla de pueblos e identidades?
Lo que más me interesaba era estudiar cómo los políticos manipulan a la población usando sus instintos emocionales. Cómo los políticos consiguen aglutinar a la gente tras ellos. Y esto lo estamos viendo ahora. Y no es manejando estadísticas o prometiendo una rebaja de impuestos, sino apelando a esos sentimientos más profundos y eternos como la nación o la identidad nacional. Aquí, donde yo vivo, está sucediendo. Parece algo inevitable en tiempos de crisis. Lo vimos en los años treinta en Europa, en la Yugoslavia pos Tito con unos políticos corruptos e ineficaces que no aciertan a dar con la solución, o un pueblo que no vislumbra una salida. Entonces no hay nada mejor que envolverse en la bandera y señalar un culpable que siempre es otro.
¿Europa todavía no se ha avergonzado lo suficiente por su papel durante ese conflicto en pleno corazón de Europa?
Hay una cita al principio del libro de Hegel: «La historia nos enseña que los pueblos y sus gobernantes nunca han aprendido nada de ella», y ahora veo cómo se repiten los populismos, la extrema derecha... En cualquier momento de la historia podemos dar un paso atrás. Hay que estar alerta y no dejarse embaucar por los charlatanes. El caso de Grecia ha vuelto a resquebrajar a la frágil Unión Europea, y se repite el mismo patrón de siempre. Se reúnen, se reúnen y se reúnen y no se ponen de acuerdo en nada y la situación se va pudriendo. Da la impresión de que Europa es un sueño, que los diferentes sentimientos nacionalistas impedirán que Europa llegue a ser una realidad. Siempre volvemos al nacionalismo y al populismo, por un lado la lucha por unir Europa y por otro las pulsiones por disgregarla, algo similar a lo sucedido en aquella Yugoslavia.
¿Quizás la literatura sea ahora la que mejor puede acercar a la sociedad lo ocurrido?
Es algo que me comenta mucho la gente, el que la novela le ha servido para tener una idea más clara del conflicto de los Balcanes, Y para mi sorpresa tanto serbios, como bosnios o croatas me han dicho que mi historia es un buen reflejo de todo aquello. Un periodista que estuvo los cuatro años en Sarajevo la leyó dos veces y se emocionó mucho. Un regalo inesperado.
¿Qué le interesó de la historia de Ana Mladic?
Me llamó la atención ese drama personal, el de una joven guapa, simpática y popular, a punto de ser cirujana. Lo tenía todo y, tras un viaje de fin de curso a Moscú, algo ha cambiado, es otra persona, y una noche se pega un tiro con la pistola preferida de su padre, de la que él mismo dijo que solo utilizaría para festejar el nacimiento de su primer nieto. Un elemento con una potente carga simbólica. Era un mensaje para su padre: Me mato por tí. Quedando en el libro muchas preguntas sin resolver: ¿se puede heredar la culpa? ¿fue un sacrificio por su padre, para que recapacitase y dejase de matar?
Literariamente, ¿qué le preocupaba a la hora de resolver el equilibrio entre realidad y ficción?
Reflexionar hasta qué punto tiene uno derecho o no a ficcionar sobre seres reales, y lo que significaba un mayor desafío: contar esas dos historias, la personal de Ana Mladic y la colectiva de la antigua Yugoslavia de forma armónica, sin grandes disertaciones históricas y de manera entretenida. Se convirtió en el reto de contar una novela de dimensiones épicas desde la perspectiva del siglo XXI.
Publicado en Diario de Pontevedra 22/11/2012
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