Es uno de esos cuadros que te atrapan como un inevitable imán desde que te plantas ante él en el Museo D'Orsay. El primer plano de un sexo de mujer pintado por Courbet en 1866 es uno de los mejores retratos femeninos de la historia. Una exploración de un territorio íntimo y sagrado, sin concesiones a sutilezas u ornamentaciones. Un paisaje abrupto y sensual que, desde el realismo pictórico, nos habla de algo que va mucho más allá de un simple cuerpo. Lo hace de un nuevo tiempo, de incipientes encuadres fotográficos y de una vida que galopaba, como los caballos de Degas, hacia la modernidad.
Ese sexo ya tiene rostro al certificarse el hallazgo de un lienzo con la cara de una mujer que lo completaría. Y con él un nombre, el de la modelo Joanna Hifferman, amante del pintor y de la que ya se sospechaba como dueña de aquella otra fascinante imagen en la que se explica nuestro mundo.
Entre Dous. Diario de Pontevedra. 8/02/2013
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