En el debate sobre el Estado de su nación Mariano Rajoy nos habló de mareas y tempestades, de rescates heroicos entre olas embravecidas, de gestas que, como las de Aníbal, recorrerán Europa para forjar a un ser legendario. Mientras, a la vuelta de la esquina, las peluquerías cobran en leche para proceder a su reparto entre las familias más desfavorecidas, a una anciana coruñesa se le quiere poner de patitas en la calle por retrasarse un mes en el pago de su alquiler, una mujer en Castellón se quema a lo bonzo en una sucursal bancaria... y así podíamos llenar esta columna con estas ‘insignificantes’ noticias aparecidas durante la semana y ausentes en el Congreso. Y de Bárcenas ya, ni hablamos, que lo mejor es que no hable él. Historias que no preocupan a un presidente con la mirada altiva, puesta en el mandato divino de su misión redentora con este país que se encontró hecho jirones por las hordas socialistas, en vez de cruzar esa mirada con la de su pueblo. El héroe lleva de su poderoso brazo a bancos y defraudadores, felizmente a salvo de la marejada, mientras, de cintura para abajo, como espectros, se acumulan las historias que componen la realidad de un país claramente alejado de la bandera que ondea en el castillo de Rajoyland. Un país en el que si hace falta que su líder no duerma, no se duerme. ¡Solo faltaba!
Publicado en Diario de Pontevedra 23/02/2013
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