La artista lucense se erige cada vez más como la gran voz femenina de
la vanguardia artística española. Una exposición en Pontevedra recupera a la Maruja Mallo que
entabló relación con la ‘Revista de Occidente’, es decir, con la más pura
modernidad de aquel momento.
«Mitad ángel, mitad marisco», así se refirió a ella Salvador Dalí. Es
posible que todavía haya mucha gente que no sepa que Maruja Mallo era gallega
(el oficio de su padre en Aduanas hizo llegar a su familia hasta Viveiro en
donde nació en 1902) y lo que tampoco se sabe demasiado es de su capital papel
dentro del efervescente ecosistema cultural de la España de los años veinte.
Porque esto de los años veinte no es solo una invención norteamericana, ahora
muy de moda debido al inminente estreno de la última versión cinematográfica de
‘El gran Gatsby’; ni siquiera francesa, por aquello de cómo latía Montparnasse
y sus aledaños durante esta década, sino que Madrid también estuvo a la altura
de todas estas geografías merced a un conjunto de personajes tan maravillosos
como irrepetibles.
Eran los años de las vanguardias de una jovialidad que el arte transmitía
a una vida que no tenía límites ni limitaciones, pero en el que el papel de la
mujer era muy secundario respecto al del hombre, estando las más de las veces
los cenáculos culturales e intelectuales llenos de actitudes misóginas. En este
caldo de cultivo la figura de Maruja Mallo supuso un fulgor que dejó a muchos
asombrados y su presencia sacudió no pocas conciencias. Una de ellas, en
absoluto menor, fue la del filósofo José Ortega y Gasset, el gran impulsor del
pensamiento de modernidad y europeizante del que se empaparon tantos en aquel
Madrid previo a la
Guerra Civil. Su papel fue decisivo de cara al impulso de
diferentes actividades artísticas y entre ellas el suyo fue clave para la
consideración de Maruja Mallo como figura de primer nivel en la plástica
española.
Y es que la obra de Maruja Mallo fue un terremoto que hizo saltar por los
aires muchos de aquellos prejuicios atávicos. La versatilidad de su trabajo y
la evidente modernidad de su obra enseguida fijaron la atención de nombres
esenciales en aquel momento, como el de Ramón Gómez de la Serna , quien no dudó en
elogiar y en situar a la altura de sus compañeros masculinos. Pero fue con
Ortega y Gasset con quien la obra conformó uno de esos milagros que solo el
arte puede realizar, y esa relación esporádica entre el veterano filósofo y la
joven artista significó a buen seguro un soplo de aire fresco en la vida del
pensador a la vez que el gran impulso para la artista. Cuando Ortega y Gasset
conoció aquella pintura de verbenas, objetos deportivos y elementos mecánicos,
enseguida se dio cuenta de que hablaba un lenguaje internacional asentado en el
realismo mágico enunciado por Franz Roh, que se aproximaba a la sociedad a
través del magnetismo que ofrece el uso de lo popular. Y así no dudó en
proponerle a Maruja Mallo una exposición en la mismísima sede de la ‘Revista de
Occidente’, algo hasta el momento impensable.
De ella Ortega y Gasset dijo que «tenía cuatro brazos, como una diosa» y
el 28 de mayo de 1928, a
punto están de cumplirse 85 años, el salón de actos de ese motor de un
pensamiento llegado de todo el mundo se abría por vez primera a una exposición.
Maruja Mallo siempre reconoció la importancia de aquel hecho: «‘Revista de
Occidente’ marcó un hito en mi vida militante arte-conocimiento, abriéndome las
puertas del mundo cultural en tres capitales: París, Nueva York y Buenos
Aires».
El tiempo fue andando y la figura de Maruja Mallo no dejó de crecer hasta
su muerte en 1995, como ha hecho durante los últimos años en los que varios
ensayos han vuelto a reivindicar su figura como creadora y personaje singular.
Dos excelentes trabajos han visto recientemente la luz, el primero firmado por
Carlos L. Bernárdez ‘Maruja Mallo. A pintura da nova muller’ y el segundo a
cargo de Shirley Mangini de título ‘Maruja Mallo’. La ‘Revista de Occidente’ se
volvió a cruzar en su camino en 1979 cuando la hija de Ortega y Gasset, Soledad
Ortega, invitó a Maruja a colaborar en un portafolio destinado a recopilar la
historia de la revista. Ocho litografías, seis de ellas basadas en dibujos ya
hechos por la artista en sus tiempos como colaboradora de la revista, se
completaban con un fotomontaje en el que aparecían personajes e imágenes de
aquellos felices años de vanguardia, y por lo tanto, de modernidad.
Mallo en Pontevedra
El Museo de Pontevedra nos permite contemplar en su nuevo edificio el impresionante óleo ‘Cabeza de mujer negra’, pero hasta el 8 de junio, muy cerca de ese lugar, en la Galería About Art en la calle Pasantería, podemos conocer esa carpeta de homenaje creada por Soledad Ortega y la propia Maruja Mallo en 1979, ya que forma parte de una exposición en la que se ofrece ese mítico portafolio que contiene tanto las litografías como el espectacular fotomontaje símbolo de toda una época. Una oportunidad que llega hasta nosotros con la posibilidad de poder hacernos con una de esas imágenes llenas de inteligencia y sutileza.
Relaciones Esporádicas. Publicado en Diario de Pontevedra 6/05/2013
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