El mundo del toro se ha visto reflejado a lo largo de la literatura de
una manera muy diversa. Desde la novela, el ensayo, la biografía o la poesía no
han sido pocas las relaciones surgidas entre ambas disciplinas artísticas. Esta
semana, en París, José Tomás presentó una de esas últimas aproximaciones a
partir de su ‘Diálogo con Navegante’
José tomás se plantó en París en directa competencia con la verticalidad
de la Torre que
Gustave Eiffel erigiera en 1889 como emblema del progreso de la época. Un
emblema que el tiempo hizo que fuera el símbolo de una ciudad, y hablando de
símbolos y de toros, José Tomás se erige desde esa quietud del toreo en
vertical como el símbolo de una época en la tauromaquia. Su halo se ha ido desprendido
como el duende de sus alamares no solo sobre el albero, sino a través de
diferentes actitudes que han pretendido ir más allá del mero hecho taurino. Su
defensa de la fiesta, su implicación con causas desfavorecidas y la comprensión
diferenciada de su arte, lo enmarcan como a un ser único, y si me lo permiten,
irrepetible.
Los últimos años no han sido en absoluto fáciles para el diestro de
Galapagar. La brutal cogida de Aguascalientes en abril de 2010 ha marcado un largo
proceso de recuperación con alguna esporádica aparición casi mesiánica, como la
de Nîmes en 2012 con un encierro antológico con seis toros de diferentes
ganaderías y el indulto de uno de ellos. Aquel milagro nimeño acrecentó su
fuerte relación con el público francés, gran animador de la fiesta de los toros
en los últimos años y firme defensor de su asimilación como un elemento
cultural de primer orden dentro de su propia sociedad. Las plazas galas se
abarrotan evento tras evento de un público defensor de esta fiesta y sus
valores. José Tomás no ha querido dejar pasar por alto esta situación y así el
acto celebrado esta semana en París viene a devolver a la cultura francesa su
defensa de la condición taurina. Para ello voló directamente desde México,
desde donde durante las últimas semanas han llegado imágenes de su puesta a
punto ante la que parece se convertirá en la temporada de su firme regreso a
una fiesta que tanto le necesita.
Al Teatro de la Alianza
de París llegó con la traducción al francés bajo el brazo del libro que en
España había presentado en el mes de mayo, un diálogo directo con aquel animal,
de nombre Navegante, que casi le siega la vida sembrando la arena mexicana de
su sangre. No fue la primera vez en que se produjo este hecho, pero sí fue la
más grave por la cantidad de sangre derramada y las carencias de la plaza para
frenar la hemorragia. Con aquella sangre escribe José Tomas unas páginas llenas
de intensidad en búsqueda de la reflexión que siempre acarrea su toreo. Un
diálogo que surge días después de haber superado el rencor y en la firme
convicción de que en aquella tarde el torero debía pagar su tributo por todo lo
que los toros le estaban dando en la vida. Cada una de esas embestidas es la
confirmación del pálpito de la existencia para quien ha hecho del mundo del toro
algo más que una profesión a la que honrar y en la que siempre se debe ir un
paso más allá. Una honradez que sublima con cada pase, con cada estatuario, con
cada aguja del reloj que se suspende en el aire, con la admiración del público
y el respeto del aficionado. «En la plaza cada uno se comporta tal y como es,
en la plaza no se puede fingir, en la plaza todo es verdad», dice José Tomás en
su texto. Verdad que se traslada a través de este relato sincero y desnudo en
el que José Tomás aporta su granito de arena a esa fecunda relación entre el
universo del toro y la literatura. Títulos como ‘Las águilas (de la vida del
torero)’ de López Pinillos, la biografía escrita por Chaves Nogales de Belmonte,
el lorquiano canto a la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, las crónicas taurinas
de Joaquín Vidal, editadas en un único volumen, o el más reciente ‘Sentimiento
del toreo’, coordinado por Carlos Marzal, son cuatro ejemplos cumbre, de
momentos muy concretos y de géneros también muy diversos, de esa vinculación
que, como un reguero de inspiración, se extiende desde la noche de los tiempos.
José Tomás hizo de otra noche, la de París, su plaza estrellada, una
oscuridad como la de aquel Navegante que se cruzó con él en un cruento peaje de
gloria, ante el que al torero solo se le ocurre dialogar. Cosas de genios.
Una cuadrilla de excepción
No está José Tomás solo ante esta lidia. No se defiende mal el diestro
tanto con la palabra oral como con la escrita, pero para evitar esa soledad
ante el debut se ha hecho rodear de plumas tan significadas como las de Mario
Vargas Llosa, quien pone palabra al pensamiento del toro ante su oponente, o
las reflexiones del mejor crítico taurino del país, Vicente Zabala de la Serna , quien escribe sobre
el ‘Valor y valores del toreo’. Junto a ellos Luis Abril, Paco Aguado, Araceli
Guillaume Alonso, Agustín Morales, Natalia Radetich, Françóis Zumbiehl y
Rogelio Pérez Cano también se acercan a diferentes vertientes del mundo del
toro, con la presencia firme de José Tomás como la aguja del compás clavada
ante la expectiva.
Publicado en Diario de Pontevedra 16/12/2013
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