sábado, 22 de agosto de 2015

Tiempo amarillo


Encerrado en un libro VIII


Pocas obras son tan gozosas en su lectura como didácticas y esclarecedoras de un tiempo y un arte como ‘El tiempo amarillo’. Un libro ya canónico para entender la historia del cine español y hacerlo a través de la mirada lúcida y escudriñadora de una de las mejores mentes artísticas del siglo XX en España. Fernando Fernán Gómez escribió este texto a modo de autobiografía, pero sobre todo, como retrato del universo de los cómicos del que él era el patrón, el rey de la manada, con sus rugidos y sus lametazos de cariño y protección, pero sobre todo con la convicción perpetuada, década tras década, de que este país no era todo lo agradecido con ellos que debería haberlo sido por lo mucho que todos ellos: escritores, autores teatrales, actores, actrices, directores, guionistas, decoradores, productores... habían aportado a un país habitualmente casquivano y mediocre con aquellos que se mueven en el ámbito de la cultura.
El vibrante prólogo escrito por Luis Alegre, deja bien a las claras lo que simboliza este hombre convertido en un mito que en su caverna acogía a todo aquel que se cobijase bajo su sombra como a uno más de la tribu. Su mirada, altiva y distante, se convertía entonces en acogedora y sobre todo en una espiral vertiginosa hacia su propia historia y la de su trayectoria profesional, rara vez igualada desde otra personalidad de nuestra cultura. Mi comparación de Fernando Fernán Gómez con algún personaje del cine de Hollywood se concentra claramente en alguien que cuando podía huía de aquella hoguera de las vanidades y corría a refugiarse a algún rincón europeo. Fernando Fernán Gómez es nuestro Orson Welles. Hablamos de este tipo de figuras abrumadoras, capaces de moverse por numerosos terrenos creativos, siempre dentro de unos parámetros tan personales como irrenunciables,  dejándonos un legado maravilloso, tanto a nosotros como a las generaciones futuras.
Son universos inagotables, que se van realimentando cada vez que uno se asoma a ellos, cada vez que uno descubre algo nuevo, como nos ha sucedido este verano con la recuperación y proyección en los cines de una de sus películas más importantes, ‘El mundo sigue’, junto con ‘El extraño viaje’ ejemplos de que lo que el propio director califica como «cine maldito», y que tuvo un estreno clandestino hace 52 años siendo retirada de la circulación por la censura franquista confinándola a filmotecas y espacios restringidos. Pero lo bueno acaba subiendo a la superficie del océano de la ignorancia, tan amplio como profundo, y así es como este verano esa película nos ha vuelto a poner frente a frente al inmenso talento de Fernando Fernán Gómez. El mismo ante el que ya nos habían puesto David Trueba y Luis Alegre en otro monumento artístico como es ‘La silla de Fernando’, una amplia conversación grabada con el actor para conocer de su propia voz muchas de esas impresiones y reflexiones a las que sus amigos accedían en reuniones privadas pero a las que el resto de los mortales no teníamos acceso. Pues junto a estos dos pilares de su obra tenemos ahora la feliz reedición de su autobiografía a cargo de la editorial Capitán Swing, que tan extraordinario trabajo está llevando a cabo en la publicación de libros muy bien escogidos e interesantes, y volviendo al símil wellesiano, no puedo dejar de recomendar las conversaciones entre Peter Bogdanovich y Orson Welles publicadas bajo el título de ‘Ciudadano Welles’ en este mismo sello editorial.
Pero regresando a ‘El tiempo amarillo’ por él nos conducimos desde la memoria de Fernando Fernán Gómez a través de ese siglo marcado en nuestro país por una guerra civil. Esa marca permanece en el libro como el metrónomo a partir del cual medir los ritmos que medía el niño, el adolescente, el joven que empezaba a ser actor, el hombre maduro que confiaba en sus proyectos o ese ser ya desencantado que cada vez volvía más ácida esa mirada hacia el exterior. Junto a las experiencias cinematográficas el actor es capaz de describir todo un paisaje de décadas y décadas de este país a partir de Madrid y cómo la ciudad se articuló desde diferentes puntos de vista en relación a cada tiempo que se sucedía. Películas más o menos malas, los creadores que confiaron en él (Jardiel Poncela y Sáenz de Heredia, las penurias económicas, el éxito tras ese ‘Botón de ancla’ rodado en Marín y cómo ese elemento de triunfo que debería llenarnos de orgullo se convierte en un arma de autodestrucción ya desde bien atrás en el tiempo, el Café Gijón (toda una universidad de la vida), ‘Balarrasa’, Ava Gardner, el champán en privado tras la muerte de Franco, los homenajes en los ochenta, ‘El viaje a ninguna parte’, trasunto de todo ese tiempo amarillo de cómicos de la legua, estampa doliente de un país arrebatado de sí mismo, ‘Belle Epoque’ y ese remate del libro en 1998 con la última película que se cita, ‘La lengua de las mariposas’, que nos trajo a Pontevedra a Fernando Fernán Gómez, de la mano de José Luis Cuerda. Ausente desde 2007 ‘El tiempo amarillo’ y su inmensa obra son el mejor argumento para entender a un hombre hecho desde su profesión, pero también desde un tiempo ya solo contenido en un libro.


Publicado en Diario de Pontevedra 22/08/2015
Fotografía: Fernándo Fernán Gómez en Pontevedra durante el rodaje de 'La lengua de las mariposas' en 1998. (Miguel Vidal)

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