Se ha muerto Nacho Mirás. Se ha muerto parte de
nuestro mejor periodismo. Él era el poseedor de una mirada singular hacia la
realidad que sólo unos pocos tienen junto al talento suficiente como para
desarrollarla en un papel. Nacho Mirás tenía un tumor cerebral con nombre y
todo, Casiano, y un blog, también
con nombre www.rabudo.com. Con ambos reunidos, en pacífica convivencia,
mientras el tiempo se iba devastando de esa manera que solo el cáncer, hachazo
tras hachazo, sabe hacer, se iban abriendo diferentes entradas que, como un
cuaderno de bitácora, balizaba la travesía por el horror. Pero ahí,
precisamente cuando el oleaje era mayor, es cuando surge el talento y Nacho
Mirás amansaba las olas haciendo eso que es tan difícil, mirarle directamente a
los ojos al miedo para jugar al ajedrez con la muerte, como en una película de Bergman,
y todo ello sin golpear el tablero, respetando al oponente, pero también
marcando la distancia justa para sobrevivir, para, desde la palabra, definir un
territorio, como siempre hizo, para ajustar cuentas con la vida mientras los
hachazos continuaban.
Entrar ahora en el
blog, horas después del adiós, estremece ante el silencio de una fecha. El 28
de junio de 2015 es la marca de la última entrada, asusta pensar lo que ha
venido tras ese día desde el que faltaban pocos para que cumpliera 44 años. No
ha vuelto a haber palabras y eso para quien las empleaba como un salvavidas en
el gélido océano, era el signo definitivo de que todo se había ya torcido de
manera irremisible. Ese blog se convirtió en un libro, prologado por Manuel
Jabois, quien cuenta en él como Nacho Mirás le abrió el camino
del universo blog, lo que supone abrirle el camino para lo que es hoy Manuel
Jabois. Casi nada. No fueron pocos los que me recomendaron esa lectura.
"Es duro, sí. Pero hay que leerlo", me decían. El libro lo compré
hace bastantes meses pero no lo abrí, lo coloqué cariñosamente en una
estantería con la confianza de leerlo cuando todo hubiera pasado. Cuando Nacho
Mirás dejara de mirar a la muerte y lo hiciera a la vida. Pero esa mirada nunca
llegó, y ayer, mientras esperaba conocer quien era el ganador del Premio Planeta,
las redes sociales comenzaron a vomitar la luctuosa noticia en una cascada de
reverencia, dolor, afecto y recuerdo. Casiano había vencido, a los puntos, sí,
pero había vencido. ¡Qué cabrón! Y aun por encima se llevaba algunas de las
mejores páginas escritas en nuestra tierra dedicadas a quien había hecho tanto
daño.
Sí, ya sé que les dije
que no había leído el libro. Pero ayer lo hice. Mientras en Barcelona los
oropeles de las letras millonarias compartían una cena entre cámaras y focos,
ya veremos lo de los libros como va, recuperé 'El mejor peor momento de mi vida', que es como se
llama un texto que me tuvo en vela hasta altas horas de la madrugada,
deslumbrado por lo que allí se contenía, ni más ni menos que periodismo de verdad, el relato de una historia
de esas cuya narración era para lo que había nacido Nacho Mirás, aunque en esta
ocasión el devenir de la partida había decidido que la historia que contar
fuese la suya. Era el interior de la mirada de un hombre en plena huida
("Cada uno huye de sus demonios como le parece, y yo, el valiente
acojonado, el tipo al que la gente ya no conoce tanto por el lunar en la cara
como por tener un tumor en el cerebro..."), el asidero a la vida manejada
desde la inteligencia y enarbolando el humor quizás como el último pacificador
de una situación de guerra abierta. No debe ser fácil encontrar palabras en ese
tránsito, y menos aun colocarlas en el lugar preciso, en ese punto exacto para
huir del amarillismo y dejarse abrazar por la literatura. Nacho Mirás lo hace y
esos retazos de pura vida le doblan el pulso a Casiano, que también sufre,
aunque él haya nacido para hacer sufrir. Rápidamente ese blog se convierte en
un fenómeno seguido por miles de personas que lo entienden como toda una
lección de vida explicada de manera ejemplar. En 2014 recibe el Premio al mejor
blog personal y periodistas como Carles
Francino lo ponen
ante un micrófono para bucear en esa sinceridad periodística cada vez más
escasa, cada vez más oasis.
Ahora que las palabras
se han acabado, que su admirado José Luis Alvite ya tiene con quien brindar, hundirse
en esas páginas es prolongar la partida, buscar el sosiego para exclamar una y
otra vez ¡Qué huevos tiene este tío!, e intentar comprender cómo la muerte es
una parte más de nuestra existencia, aunque el dolor y el sufrimiento deberían
estar desterrados a este lado de la frontera. "Escribo, luego
existo", escribió Nacho Mirás en una de esas líneas finales. "Leo,
luego seguirás existiendo", afirmo yo. Es el poder redentor de la palabra,
el acomodo ante la ausencia y hay ausencias que se notan más que otras. Esta es
una de ellas, porque la suya es la del periodismo de verdad.
Publicado en Diario de Pontevedra 17/10/2015
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