▶ «En sus jardines azules, y entre los
susurros, el champán y las estrellas, los hombres y muchachas iban y venían
como mariposas»
[‘El gran Gatsby’. Francis Scott
Fitzgerald]
Hora de recoger el confeti, de limpiar
bien la barra y guardar los bafles. Es el final de la fiesta que, para un
equipo como el Teucro, debe suponer
todo paso por la máxima categoría del balonmano español. Lejos de lamentos,
lágrimas de pena y maldiciones malsonantes, las condiciones en las que se
encuentra ahora mismo la Sociedad Deportiva Teucro nos obliga a valorar cada
logro que se consigue y, ante las adversidades, actuar con cabeza y primar, por
encima de todo, una supervivencia que te conducirá, sin duda alguna, a vivir
tiempos mejores.
Cierto que la temporada arrancó como un
tiro, que este equipo, como siempre en perfecto orden de revista desde el
primer minuto de la liga gracias a la mano de Toño Puga, nos hizo pensar que tras un conjunto modesto y con poca
profundidad de plantilla, podía esconderse el milagro de la salvación y en
ciertos momentos de euforia pensar incluso en llegar más arriba. Pero la
realidad es la que es y la pelotita y las posibilidades de los equipos que te
rodean te colocan en un lugar del que nadie dentro del club perdió,
afortunadamente, la dimensión de lo que sucedía. Reforzar la plantilla, como
hicieron otros equipos, se volvía misión imposible, a costa de hipotecas que
serían insalvables a corto plazo, así que solo quedaba confiar y dejar parte
del destino deportivo en ese ingrediente al que solo se abocan los
desesperados: la suerte. Y ésta falló en momentos claves de una segunda vuelta
horrorosa, ante la que es imposible poner alguna excusa. Los partidos en casa
ante Puente Genil (20-21), Go Fit (30-30) y Benidorm (28-29) demostraron que esta vuelta no sería como la
primera, que tocaba sufrir y mucho. Pero más allá de los resultados
evidenciaron un tope deportivo tras el cual la salvación se convertía en una
quimera. De todas maneras la entrega y la lucha en cada partido dejaron patente
las condiciones de un equipo forjado para el salto de categoría que se logró el
pasado año, pero que para ASOBAL,
incluso para esta ASOBAL empequeñecida en relación a hace unos años, no iba a
ser suficiente.
David se enfrentaba cada fin de semana a un Goliat distinto y pese a ese esfuerzo
individual y colectivo, era imposible asestar un golpe que doblegase al gigante
y permitir así al equipo tomar aire para cuando el calendario volviese a las fechas
de la ilusión. Pero a esas alturas la música había dejado de sonar, las chicas
no eran tan bellas y el champán ya estaba caliente. La fiesta iba tocando a su
fin y la melancolía se hacía evidente en todos los invitados: directivos,
cuerpo técnico, jugadores, aficionados y medios de comunicación.
Hoy es el momento de recordar lo que nos
ha dejado esta temporada, hacer memoria de lo bueno y lo malo y sobre todo de
saborear el regusto de sentirse parte de la élite del balonmano. A expensas de
los líos económicos que durante las próximas semanas nos meterán pajaritos en
la cabeza sobre posibles bajas, lo cierto es que hoy se acaba el paso del
Teucro por esta fiesta del balonmano. El año que viene tocará hacer campaña en
una categoría durísima y llena de sinsabores que solo tiene una alegría a lo
largo de todo el año: el ascenso. Aplaudan a este equipo (yo no podré hacerlo,
esfuércense por mí) y despidan a sus jugadores como se merecen con una batería
de ovaciones. Varios han anunciado esta semana su marcha del club, a todos
ellos, gracias. Imposible negarles un futuro mejor. Se irán pero, como les ha
pasado a otros muchos, nunca olvidarán lo que ha significado pasar por el
Teucro y vivir en esta ciudad.
El año que viene, a estas mismas alturas
del curso, volverá la música a sonar y Quique
Domínguez, cuya renovación en medio de la desolación fue una de las pocas
buenas noticias de la temporada, volverá a coger el micrófono en la plaza del
Teucro para brindar por un nuevo ascenso, para demostrar así que esta liga
necesita al balonmano pontevedrés para ser mejor categoría y que el Teucro ha
hecho, esta vez sí, el papel que le corresponde. Y que no es más que el del
equipo favorito para regresar al hábitat de los mejores. Allí estaremos para
verlo y para brindar por el inicio de una nueva fiesta que tampoco
sabremos cuánto durará, pero que nos volverá a hacer felices porque estar entre
los mejores siempre es la mejor música para bailar.
Publicado en Diario de Pontevedra 4/06/2016
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