mércores, 26 de decembro de 2018

Eterno Chaplin

Charles Chaplin falleció en un día de Navidad. Hasta en eso fue singular el que sin duda es uno de los mayores genios de la historia

Charles Chaplin maquillándose en una secuencia
de 'Candilejas' ante otro genio del cine mudo, Buster Keaton.

EL PRÓXIMO AÑO se cumplirán 130 años del nacimiento de Charles Chaplin, ahora que lo pienso los mismos que cumplirá este centenario periódico. Desde su llegada a este mundo, hasta su fallecimiento, el 25 de diciembre de 1977, la presencia de Charles Chaplin entre nosotros lo convirtió en uno de los mejores exponentes de la creatividad y la genialidad humana. Su legado cinematográfico resiste muy pocas comparaciones, solo las de gigantes como John Ford, Alfred Hitchcock o nuestro Luis Buñuel. Su intuición y capacidad para entender y desarrollar lo que suponía el cine en un momento tan determinado como el de los años veinte y treinta, sí que no tuvo rival alguno, así como ciertas poéticas de la imagen y del sentido del ritmo que muchos quisieron igualar, quedándose por el camino.
Cada día de Navidad me acuerdo de Charles Chaplin, como cada día de Navidad lo inicio de madrugada tomándome una copa en el Cafe de Rick en Casablanca. Liturgias de cinéfilo, pero también la mejor manera de resguardarse en un lugar donde sí encuentro esos valores que tantos vociferan estos días, pero que luego no pasan de convertirse en una declaración de intenciones puramente actoral. En el cine de Chaplin también tenemos esa dosis precisa para entender al ser humano que no demasiados en el cine fueron capaces de plantear de manera tan lúcida. Al director y actor británico no le hacían falta sonidos, simplemente gestos y miradas. Se resistió a la palabra, sabedor de que las palabras son demasiadas veces un engañabobos, y la peor manera del ser humano para reflejar sus ansias autodestructivas. La industria, del cine y del espectáculo, lo arrolló bajo los nuevos tiempos que dejaron al cine mudo como un relicario donde todavía hoy nos encontramos las mejores esencias del cine. Ahora casi nadie ve una película de cine mudo, los planes de estudio de nuestros institutos desprecian ese lenguaje, como el de la práctica totalidad del cine, como vehículo de cultura y de conocimiento, pero ver una película de esa época mantiene todavía un halo mágico donde el actor se movía a pecho descubierto. Tal y como hizo Chaplin en sus cortometrajes iniciales en los que el humor y el gag se impusieron a una progresiva nostalgia, melancolía y compromiso frente a una sociedad que cada vez le gustaba menos. Sus ocho películas, realizadas bajo su sello propio de producción, United Artists: «Una mujer de París’, ‘La quimera del oro’, ‘El circo’, ‘Luces de la ciudad’, ‘Tiempos modernos’, ‘El gran dictador’, ‘Monsieur Verdoux’ y ‘Candilejas’, dirigidas entre 1923 y 1952, son la mejor muestra de madurez de un director de cine y la consagración definitiva del genio eterno de este hombrecillo menudo pero de una increíble inteligencia que no dejó de mostrar durante toda su vida hasta esa Navidad final, hasta esa última nevada en la que, en su residencia de Suiza, se apagó una vida que ya en los últimos años, y debido a una demencia senil, no le permitía recordar su trayectoria. Él ya nos había dejado uno de esos tesoros impagables, películas y secuencias convertidas en caricias de celuloide para una sociedad que no debería olvidar nunca su legado.



Publicado en Diario de Pontevedra 26/12/2018


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