[Ramonismo 43]
El nuevo
poemario de Elvira Sastre afianza el camino de una poesía que pone luz en la
ausencia y alumbra el futuro
EN EL PRÓLOGO
de su anterior poemario publicado en Visor, ‘La soledad de un cuerpo
acostumbrado a la herida’, el último Premio Cervantes, Joan Margarit, comenzaba
diciendo que «Un poeta o una poeta joven es siempre una incógnita». Y eso, que
en palabras de un gigante como Margarit podría sonar a un equilibrio ante el
futuro de cualquier poeta, en el caso de Elvira Sastre (Segovia, 1992) se
convierte en toda una confirmación de la presencia de la poeta, del alma
agitada ante la duda permanente de la vida, siempre ansiosa de resolver
inquietudes mediante la palabra, pero cuyas incógnitas son tan obligadas como
necesarias para apuntalar ese andamiaje poético que sustenta la experiencia de
lo real.
En su recién
publicado ‘Adiós al frío’, también en Visor, son pocas ya las dudas sobre una
poesía que se ha ido sedimentando durante los últimos años, desde aquel
aldabonazo llamado ‘Baluarte’ (Valparaíso Ediciones) con el que deslumbró y
agitó a miles de almas deseosas de hacer del verso un territorio de exploración
personal, situándola en puestos de privilegio en la poesía. Todo un delirio. Y
convirtió su nombre en una esperanza para reavivar un escenario que se ha ido
zarandeando, nunca demasiado, en redes sociales y otros escenarios que
reverdecieron laureles y aproximaron la poesía a generaciones que no la
abordaban más allá de encuentros esporádicos, casi exóticos, o los obligados,
en manuales de estudios académicos. Al mismo tiempo Latinoamérica descubrió el
talento de Elvira Sastre e hizo también de sus palabras punto de encuentro para
lectores de las geografías más diversas que esperan como torrentera cada una de
sus publicaciones, cada uno de sus comentarios en las redes sociales, en las
que Elvira Sastre cuenta por legiones a sus seguidores.
Este
protagonismo aquilata su labor poética ya que es capaz de ser altavoz, como
pocos, de una poesía que, volviendo a Margarit, y no dejemos nunca de regresar
a él, destierra de manera definitiva esa incógnita de la poeta joven. ‘Adiós al
frío’ llega tras la consecución del Premio Biblioteca Breve 2019, que Seix
Barral puso en sus manos en su debut en la novela, con ‘Días sin ti’ bajo un
revuelo mediático y corporativista sobre sus bondades literarias. Ahora, con la
poesía, su hábitat natural, seguramente volverán las dagas a volar y a prender
en mal sitio, como parte de esa cuota de envidias y malos modos que de vez en
cuando se rastrea en el ecosistema literario, sobre todo con los que más
venden, con los que triunfan, pero aquí pocas interrogantes quedan ya para usar
como látigo.
‘Adiós al
frío’ es un poemario de emociones descubiertas, de adioses y llegadas, de
inviernos y primaveras que asoman para dar calor a quien ha estado bajo el
desamparo. Poemario de temple cernudiano, de amores en los que la herida se
hace llaga y permanece como memoria de esa ausencia que es la que activa la
búsqueda de respuestas ante ese desabrigo.
«Tú y yo ya
no somos nosotras». «Quizá tú solo seas, por fin,/la palabra que pone fin al
poema». Todo un tiempo que se condensa en caricias y en miradas, también en
proximidades diarias, en sábanas y desayunos, en sofás y cocinas, en balcones
desde los que se escucha el mar. Territorios comunes con el lector donde
sentimos esa cercanía con la mujer que ama, con la aspereza del adiós y con la
ilusión de un nuevo futuro con otra persona. «Te he encontrado a ti/y a mi
contigo». Amores que son una prolongación de todo lo vital, del contacto
con la sociedad, del amor irrenunciable a los perros, almas parejas a la de la
autora. Un amor que se hace cuerpo en numerosos poemas, en geografías de la
piel que se recorren como ese canto a la vida, a la felicidad, al conocimiento
táctil de lo que siempre está por descubrir.
Cuando eso
está afianzado, aunque siempre con la sombra de lo que puede suceder, porque ya
sucedió, es cuando Elvira Sastre eleva la mirada y con su guerra ganada mira a
otros disturbios emocionales. La emigración que llega a Europa, Siria y su
drama, su querida América Latina, de la que ya no se puede separar, las
reclamaciones de la mujer en nuestra sociedad, «Decidimos cambiar la dirección
del puño/porque nosotros no nos defendemos:/nosotras luchamos», en definitiva,
la poeta abre el arco para hacer de sus ojos una nueva atalaya desde la que
seguir afianzando esa poesía de profundo compromiso con el ser humano o, como
afirma Luis García Montero: «Es la necesidad de decir, de decirse, de contarlo,
de permanecer en una voz».
Esa voz, la
de Elvira Sastre, es ya diáfana y ahora, en este frío que fue, nos ofrece su
mejor poesía, la que insiste en esa alma humana, en el engranaje del amor como
única posibilidad, en una realidad pero también en un deseo de afirmarse como
mujer que ama, como poeta, como una identidad entre el dolor y el amor. Orillas
con cada vez menos dudas entre ellas, con cada vez más poeta.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 7/11/2020
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