[Ramonismo 55]
Entre el bullicio de las barracas y la suficiencia de nuestro tiempo brota un relato visceral y lleno de sinceridad: 'Feria'
AVANTI TUTI A TUTI JOROBI es parte del ruido mítico de la feria que todos nosotros llevamos dentro, el sonoro entorno que caracteriza esa congregación que se mueve entre el negocio y lo lúdico y que recorre España de punta a punta, de fiesta en fiesta. Una especie de país dentro de otro país, con sus trashumantes protagonistas, con esa burbuja humana que desde el exterior observamos como algo extraño y normalmente siendo incapaces de comprender, sobre todo porque nunca nos hemos detenido a pensar en ellos más allá de un paseo entre churros y tómbolas o cuando compramos una ficha para subir a una atracción.
Precisamente hay mucho de eso, de acceder al recinto de la feria en el libro de Ana Iris Simón titulado, evidentemente, ‘Feria’, que edita Círculo de Tiza. Un universo literario que no se limita a registrar la experiencia vital de la escritora, nieta de feriantes, sino que, y ahí radica la consistencia que le ha llevado a convertirse en uno de los libros de los que más se habla, se define por la contraposición entre un tiempo agotado y el nuestro, lleno de engreimientos y desprecios a todo aquello que no se ajuste a unos cánones perversamente establecidos.
Ana Iris Simón, periodista, que con este texto debuta en la narrativa, se sube a ese carrusel tan extraño durante nuestro tiempo, como es el de la sinceridad, el de una pureza que emerge de la experiencia vivida y el mirar con absoluta honestidad al pasado de su familia, al reflejo en la memoria particular de una generación, deteniéndose en los rincones de sus habitaciones y en los lomos de los libros. Todo ello funciona como un sustrato de la Ana Iris Simón de hoy, porque ese hoy es el que se enfrenta al pasado. Por las grietas de la actualidad emergen, como pequeños brotes, las actitudes, los comportamientos y muchas heroicidades de los que nos precedieron. Ahí nos encontramos a sus abuelos feriantes, también a sus otros abuelos, agricultores y a sus padres, «la familia postal», todos ellos llenos de miedos e inseguridades, elementos propios del ser humano en cualquier generación, pero que ahora parecen querer establecerse en exclusividad como algo de los jóvenes o no tan jóvenes de nuestra época. Seres domesticados por esta sociedad capitalista, repleta de mensajes castradores que nos asaltan a la menor oportunidad para convertir aquellas dudas en una excusa perfecta para rendirse ante la vida. Antes, con muchas menos posibilidades, con muchas menos herramientas para afrontar la vida, a esta se la despojaba de una trascendencia que a nosotros nos sirve ahora como excusa para moderar intenciones, para no afrontar retos o para no volar de una manera más decidida.
Nuestra sociedad es la feria de hoy que sustituye a aquellas otras puntuales, de quita y pon. Paréntesis de ruido y distracción de ciudades y pueblos que nos evadían de la realidad. Ahora la evasión nos confunde en un ecosistema que cada vez más intenta ser eso, una confusión permanente para tenernos sometidos, para que dejemos de ser aquellos abuelos y padres resistentes, capaces de mirar a la vida a los ojos y de tirar de las bridas cuando fuese necesario. Nuestro tiempo se ha ido imponiendo de manera indolente, fosilizando todo lo anterior, sepultándolo como si nos ocasionase vergüenza. Ana Iris Simón se rebela y hace de este itinerario entre dos mundos un puente de dignidad expresado con una inusual sinceridad y hasta rabia, sabedora de que en aquello que despreciamos está lo que en realidad somos. También se rebela la escritora ante la pérdida de contexto, ya no sólo el humano, sino el físico, ese ámbito rural del que procede y que convierte también en denuncia frente al entramado urbano. Otra mirada limpia hacia un horizonte sin obstáculos, más allá de aquellos molinos contra los que se midiera Don Quijote de la Mancha. Un personaje y un territorio como nombre, una identificación entre el ser y el estar que ha condicionado mucho el universo manchego en el que asienta los cimientos la familia Ana Iris Simón. Allí debe buscar la sombra para el refresco, no tanto en una tierra sin árboles sino en la propia sombra que proyectan sus antepasados, una estirpe sin la que nada de lo que hoy acontece tendría sentido.
A toda esa herencia de valores más que de propiedades es a la que se rinde la ‘Feria’ de Ana Iris Simón. Un relato que nos interpela, que hace que nos detengamos en nuestra propia realidad, obligándonos a evocar a quienes nos modelaron en un impagable ejercicio al que no estamos acostumbrados, por aquello de asumir ciertos costes, frustraciones e imposibilidades, pero que debemos afrontar como parte de lo que somos y, sobre todo, como huella eterna de un tiempo que se ha ido ajando entre olores de almendras garrapiñadas, bocinas y un placentero jaleo en peligro de extinción, como nosotros mismos.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 6/02/2021
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