[Ramonismo 64]
'El huerto de Emerson’ es un texto emocionante, con momentos sublimes anclados en la memoria y la literatura
HAY libros que son todo un universo. Una especie de burbuja que te engulle y te da cobijo durante su lectura. Luis Landero ha sido capaz en sus últimos libros de conseguir materializar esa burbuja en la que poder adentrarnos. Textos como ‘Lluvia fina’, ‘La vida negociable’ o ‘El balcón en invierno’, hacen de la memoria y la experiencia del autor un placentero cobijo para el lector. Ese cobijo, si cabe, es todavía más cómodo y acogedor para quien se adentre en ‘El huerto de Emerson’, como sus libros anteriores editado bajo el sello de Tusquets, y con el que nos traslada a otro de esos recorridos vitales pero con un especial detenimiento en ese momento iniciático donde todo es descubrimiento y palpitante emoción.
Un libro que está lleno de lecciones de vida, de apuntes que se deben tomar como una enseñanza imprescindible para esta parte de la vida que significa crecer y superar las diferentes etapas de la existencia humana. Frases propias pero también ajenas como esta de Gustave Flaubert: «Todo lo que se mira con intensidad se hace interesante». Y así es como se percibe que mira Luis Landero con una intensidad que le lleva a calibrar su entorno más próximo, su familia, sus diferentes hábitats y a sus alumnos, aquellos que tuvieron la suerte de tenerle como maestro. A través de los ojos de esos alumnos el escritor extremeño refleja las máximas emociones por ese acto imprescindible para el ser humano como es el de la educación y el aprendizaje. Toparse con un profesor con esa sensibilidad y esa capacidad de hacer de la literatura un visor del ser humano es algo impagable para cualquiera. «Lo mejor que he podido transmitir a mis alumnos es mi entusiasmado amor a las palabras y a los libros», escribe Luis Landero, al tiempo que a uno se le eriza la piel al repetir esa misión que un profesor tiene ante sus alumnos para propiciar el cuidado del entorno vital de cada uno de nosotros, ese huerto al que se refería el escritor Ralph Waldo Emerson como nuestra misión en la vida, el limitarnos a hacer mejor el ámbito más próximo. El profesor Landero no dejó de suministrar abono para que ese huerto fuese productivo, desbordándose la imaginación literaria para evocar en cada mirada de esos chicos y chicas una emoción que los arrastrase como a él mismo le había sucedido.
Así es como ‘El huerto de Emerson’ injerta diferentes tiempos, los de la juventud propia y esos momentos posteriores en los que la curiosidad, la capacidad de asombro, el romper lo cotidiano eran máximas necesarias. «Contra la modorra de la costumbre, la vigilancia del asombro», afirma Luis Landero en una alerta necesaria para que cada uno de nosotros seamos originales, no cayendo en el poder fagocitador de lo individual bajo la manada. Debemos buscar un punto de vista insólito, un ángulo desde el que ser nosotros mismos. Somos Ulises en la búsqueda de nuestra personalidad.
Vida y libros se enhebran en un sosegado relato escrito con esa sencillez tan difícil de conseguir en la narrativa y tan agradable y placentera para el lector que hace de cada una de estas páginas un néctar impagable. Hay frases de autores consagrados que logran detenerte en ellas durante un instante, indicaciones a libros a los cuales al término del relato te ves obligado a dirigirte, sabedor de que en ellos se contiene ese hálito de vida necesario para la siembra del huerto propio. De esta forma se suceden las páginas con esa naturalidad propia del autor, con la capacidad de envolverte y ser compañía durante un viaje emocional, y así ha sucedido con sus últimos libros, planteando un recorrido de su mano por un país que demasiadas veces se ha distanciado del eje que debería suponer el ser humano y que este escritor recupera como centro irrenunciable de su identidad literaria. Todavía emociona encontrar esa confianza en el ser humano, poner los pies en su propio huerto tan lleno de bondades, pero también de dudas y temores como las que surgen de cada proyecto literario, haciéndonos cómplices de diferentes momentos de su vida que surgen ahora cuando es el tiempo de echar la mirada atrás para comprender lo que se es hoy. Días de invierno. Las líneas escritas actualmente son el eco de las experiencias del pasado. De amores recordados y de viajes que surgen de los libros, mucho más queridos que los desplazamientos físicos, de travesuras en el oficio o de ese descubrimiento que supone el fin de la infancia y que no es otro que «a la vida hemos venido para ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente».
‘El huerto de Emerson’ es uno de esos libros a colocar en el frontispicio de la vida, allí donde deben constar grabadas las palabras importantes de lo que somos. Palabras que, como la simiente, deben hacer de nuestro huerto el más cuidado de los espacios. Cierto es que esa es nuestra misión, nuestra obligación como parte del rebaño, pero si para ello existe alguna brújula, este libro lo es.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 17/04/2021
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