[Ramonismo 70]
La relación del poeta con la muerte de su padre define un intenso libro que cobija momentos conmovedores
DIEGO DONCEL convenció con ‘La fragilidad’ al jurado del prestigioso Premio Loewe de Poesía y, desde hace unas semanas, ese libro de poemas, con sus merecidos laureles, se encierra en uno de esos libros azabache de la Colección Visor que son, en buena medida, la temperatura poética de este país.
Estamos ante un conjunto de poemas que guarece ese sentimiento íntimo de la pérdida del padre que lo tiñe todo, mientras a su alrededor orbitan una serie de situaciones en las que ese «Andar sobre sus huellas» permite al autor hacer pie allí donde la memoria, tanto en el recuerdo feliz como en el dolor de la pérdida, se convierten en brújula obligada, y al tiempo precisa para alimentar esa figura, con sus sombras, pero también necesaria para posicionar al hijo ante esa relación no siempre sencilla en la que finalmente se trata de hallar en el interior del bolsillo de algún gabán ese papel doblado en el que se guarden los días azules y el sol de la infancia, en clara esperanza machadiana.
Toda ausencia provoca una confusión y ahí los poetas parten con cierta ventaja al aprovechar la palabra y la posibilidad de su configuración en forma de poemario como ese alivio que se necesita para calibrar la dimensión de esa ausencia. A la vista está que en el caso de Diego Doncel la muerte de su padre ha generado una catarsis absoluta situando al poeta, seguramente, en una tesitura impensable frente a cualquier otra situación. Las diversas estaciones en las que se divide ‘La fragilidad’ son una especie de anillos que, como si fueran generados por el mismísimo Dante, nos adentra en una sucesión de estampas que nos conducen a nosotros mismos, a ese ser que debe descubrir y descubrirse para cerrar el duelo pero, sobre todo, para certificar la situación actual del autor en cuanto a su poesía, a la que tanto la tristeza como el sacrificio parecen concederle un aporte de serenidad que hacen de este un poemario especial en su trayectoria
Esta itinerancia tiene un año clave, el de 1990, en el que logra el Premio Adonais con ‘El único umbral’, a partir de ahí ‘Una sombra que pasa’, ‘En ningún paraíso’ o ‘Porno Ficción’, serán sus siguientes poemarios, reunidos en 2015 en el volumen ‘Territorios bajo vigilancia’ (Visor), estableciendo una poesía que otro gran poeta y crítico cultural (labor que también desempeña nuestro protagonista en diferentes medios), Vicente Luis Mora, enmarca dentro de un proceso en el que la poesía se abre a la realidad creada en el siglo XXI, donde la televisión, la tecnología, la fluidez urbana o lo publicitario toman un claro protagonismo. Si seguimos estas pistas está claro que ‘La fragilidad’ supone hacer del ser humano una isla en esa deriva general y solo el contexto urbano ofrece un perfil de existencia que emerge en unos pocos poemas, al igual que sucedía con su amado Juan Ramón Jiménez, pionero en ‘Diario de un poeta recién casado’ en la incorporación de elementos urbanos a la conciencia poética. En varios de los escritos por Diego Doncel hay gasolineras, asfalto, cafés, pero sobre todo hay memoria y tiempo, vértices en los cuales posicionar la relación con el padre. «Somos sombras entre el tiempo y el sueño, entre la memoria y la espera», escribe el poeta extremeño, desde esa parte de la infancia en la que ese enigma que es el horizonte comienza a desvelarse desde, precisamente, esa mirada de la madurez dirigida al pasado, a la casa familiar en la que se escribe sobre ese polvo de la memoria.
El diálogo afilado, hiriente en ocasiones, sin dejar nada que signifique pose, se erige como otro de los protagonistas, al ampliar sus posibilidades desde una sinceridad que abruma al lector que nota cómo se eriza la piel ante lo que Diego Doncel ha sentido frente a ese cuerpo consumiéndose en la intuición de la muerte. En el recorrido de toda una vida que se precipita en ese instante final de lo invernizo, de los «ojos de barro y de silencio». Y es que el libro es también eso, un gran libro de silencio, un enorme contenedor donde todo se somete a un sosiego para hacer del desasosiego del proceso de la despedida el único protagonista. Esa tensión se va aplacando en el desarrollo del poemario hasta llegar a una esperanzadora parte final en la que Diego Doncel le otorga una posibilidad al futuro, una oportunidad de ser bálsamo y, por lo tanto, vida. Es el momento de iniciar la travesía por aquel horizonte que observaba junto a su padre ya cada vez más nítido desde el que conformar un futuro ausente de fantasmas y sombras, y en el que el ser, la configuración de la identidad propia, haya triunfado ante ese dolor anterior que ha servido de abono para la germinación personal.
‘La fragilidad’ es algo tan intenso como un rastro, una huella en la que situar un pie para entender quién somos: «Ese trozo de mar me lo enseñaste tú/la sabiduría nos lleva a la infancia».
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 5/06/2021
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