[Ramonismo 125]
La nueva novela de Susana Fortes se llena de misterio para llevarnos hasta la infancia y la memoria que somos
La infancia queda en cada uno de nosotros como uno de esos firmes anclajes que nos amparan ante los temporales de la vida. Un territorio mítico que muchas veces no es tan luminoso como todo ser humano se merece y en el que las sombras, cuando se producen, son tan alargadas que marcarán, durante el resto de nuestra existencia, esa travesía homérica en que se convierte toda existencia.
Es en el canto XX de la Odisea cuando la diosa Atenea susurra al oído de su protagonista, Odiseo, aquello de ‘Aguanta, corazón’, ante el estupor frente a la pérdida de los suyos y como manera de resistir ante lo queda de recorrido. Un gesto de humanidad que llena de fuerza al héroe ante las muchas oscuridades que le comienzan a rodear de manera amenazadora. A ese susurro también se aferra Susana Fortes a la hora de impulsar a la protagonista de su nueva novela, ‘Nada que perder’ (Editorial Planeta), en la que Blanca regresa, no solo a una geografía muy determinada, la del Baixo Miño, sino a un pasado, el de su infancia, en el que se vio envuelta en un suceso trágico, como fue la desaparición de dos de sus amigos de aventuras mientras ella aparecía en un canasto, sana y salva, unas horas después. El descubrimiento de los restos óseos de dichos niños veinticinco años después en el castro de Santa Tecla, así como la labor de un periodista que busca encontrar respuestas a aquel caso, provocan el regreso de Blanca, todavía con mucho de niña, todavía con muchas deudas que saldar con un pasado que marca su personalidad y cada una de las singladuras tanto profesionales como personales por las que le ha llevado la existencia.
Cuando aquel verano se rompió un telón de silencio cubrió esos hechos y la comunidad de vecinos y familiares en los que se produjeron maquinaron, casi de manera refleja, todo un caparazón inaccesible para que la luz de la verdad ilumine los acontecimientos, señale a los culpables y, sobre todo, le conceda sosiego y calma a los que de manera íntima se vieron afectados por aquellas dos precoces muertes. Con este trasfondo y las capacidades ya más que demostradas de Susana Fortes para armar este tipo de historias desarrolladas en títulos anteriores como ‘Quattrocento’ o ‘La huella del hereje’, la autora rápidamente nos envuelve en una trama perfectamente construida en base a su destreza para configurar personajes y, sobre todo, para convertir diferentes escenarios en reales, aproximándolos al lector de una manera cómplice. Uno duda poco de que aquella niña, con sus juegos infantiles, con los objetos que manejaba en su infancia, con sus pinturas y cuadernos, con sus juguetes y lecturas adolescentes, no esté muy alejada de la Susana Fortes niña, del mismo modo que las andanzas del periodista cómplice con Blanca, bebe del clan familiar, maná inagotable que también nutre esas historias rurales de Galicia que, como en este caso, se acodan en las márgenes de un río con lo que eso tiene de especificidad, de territorio fronterizo, de recovecos físicos que, como en la vida, deparan sorpresas.
Pero bajo ese mcguffin de la resolución de un misterio, Susana Fortes apuesta por algo mucho más intenso, por la fortaleza de la novela que transcurre más allá de episodios vinculados a la Guerra Civil o al narcotráfico, sino que convierte esa abrupta infancia en un espacio dialéctico con el universo de los adultos. Como aquellos niños de películas como ‘La noche del cazador’ o ‘Matar a un ruiseñor’ el aprendizaje del mundo de los mayores no siempre es sencillo y, en ocasiones, el miedo, el dolor o simplemente el terror, inundan para siempre lo que debería ser un ámbito de felicidad permanente, de gozo continuo y de exploración de la vida.
‘Nada que perder’ se convierte así en una excelente novela sobre cómo el tiempo encapsula ciertas verdades, cómo los ojos de un niño o una niña ven de manera muy diferente con doce años que cuando la mirada se va endureciendo y las almas se van agrietando, en definitiva, Susana Fortes establece otra de esas geografías vitales a las que nos acostumbra desde su literatura. Textos llenos de destellos que la vida ha ido dejando en ella misma y que flanquean un argumento que huye, como hacen tantos de manera simplona, de estereotipos gallegos para rodear un argumento asentado en Galicia pero de raíz universal.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 17/09/2022
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