martes, 9 de xaneiro de 2024

Huachafería

 

[Ramonismo 181]

El premio Nobel ha escrito la que dice es su última novela, un canto a su tierra natal y a la importancia del folclore



Ahora, me gustaría escribir un ensayo sobre Sartre, que fue mi maestro de joven. Será lo último que escribiré». Que todo un Premio Nobel afirme al final de este libro con esa seguridad que será lo último que escriba no deja de ser un estremecimiento para los que conformamos la legión de lectores de uno de los narradores más poderosos de estos dos siglos en los que nos ha tocado vivir. Otra conclusión de lo dicho es que ‘Le dedico mi silencio’ (Alfaguara), será, por lo tanto, la última novela que escribe Mario Vargas Llosa, y eso, tratándose del autor de títulos como ‘Conversación en la catedral’, ‘La ciudad y los perros’, ‘La fiesta del Chivo’ o ‘ El pez en el agua’, vuelve a convocarnos ante el escalofrío, por lo que supondrá esa ausencia, una pérdida de la que durante unos días podremos contenernos asomándonos a la lectura de ‘Le dedico mi silencio’.

Un libro muy especial, no sólo por marcar ese punto final, sino por llenarlo de su tierra peruana, por afrontar una teorización desde la ficción y el ensayo de mucho de lo que supone ese país a partir del valor de la cultura, y más concretamente, de la música. Se entiende esta, de manera brillante, como aglutinadora de las diferentes clases y estratos sociales que responden, de una similar manera a lo que provocan sones y ritmos, actuando como elemento catártico el vals criollo, que emerge de las clases más populares, invadiéndolo todo y generando un hilo invisible de unidad nacional, que es la tesis que defiende el protagonista del libro. Para ello se vale de otro término, de una maravillosa palabra de la que ya no podremos olvidarnos nunca por su sonoridad, su belleza y su potencial: huachafería.

Una palabra tan amplia en sus posibilidades que Mario Vargas Llosa le dedica un capítulo explicando su origen, significado y aplicaciones en diferentes ámbitos de la sociedad. Si en el diccionario de la Real Academia Española huachafería se relaciona en su significado con una especie de sinónimo de cursilería, en el contexto de la música peruana se debe vincular a lo sensible sobre lo racional, a lo imaginativo sobre lo real y a lo excesivo sobre lo indolente, en definitiva, una corriente interior llena de humanidad, también de defectos y de pellizcos al alma humana, y capaz de dotar a toda esa música de una cercanía con la gente motivadora de un vínculo emocional.

A todo esto Mario Vargas Llosa, en un claro guiño a su propia identidad y a su crecimiento vital, le suma el cómo articular esa historia llena de pensamientos, apuntes y reflexiones sobre la realidad histórica, social y humana de su país y que cataliza bajo la disculpa de la escritura de un libro a cargo de un experto en música regional peruana, de nombre Toño Azpilcueta, que, como un Quijote, bordea el delirio por intentar fijar esa idea de identidad común del pueblo peruano a partir de una música determinada, a la que se adhieren toda una serie de experiencias, tanto individuales como comunitarias.

En la novela también hay mucho sobre cómo confeccionar un libro, de ese proceso de escritura que tantas veces debió afrontar el propio Mario Vargas Llosa. Encontrar un argumento, un tono de la narración, cómo articular los diferentes capítulos y que es lo que debe propiciar la unión de todos ellos, o en qué punto se debe finalizar un texto, son algunos de los vectores que convergen en esa historia que Toño Azpilcueta relata desde la recuperación de una impresión sonora, la provocada en una casual velada por un desconocido, para él, guitarrista, de nombre Lalo Molfino, y cuya vida se empeña en recuperar para el conocimiento de todos, así como para describir esa revolución social que la música es capaz de provocar en todo un país que debería abrazarse y superar los obstáculos a través de esa música. Esta empresa de orden social se alterna con la propia vida de ese estudioso de la música, de sus intereses profesionales, su ámbito íntimo y familiar, de un amor no correspondido con una cantante y de unos traumas de la infancia que le acompañarán de manera, más o menos intensa, en todo este proceso de escritura y revisión de un país en el que tanto Toño Azpilcueta como Mario Vargas Llosa no renuncian en confiar, con la cultura como una hermosa utopía para el encuentro. 

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 16/12/2023 

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