Quizás sea la película más representativa de ese subgénero de la comedia en que se convirtió el cine de los Hermanos Marx. ‘Una noche en la ópera’ supone una cierta estabilidad en la inicial ‘locura’ que plantearon estos cómicos con sus primeras películas. El paso a la Metro Goldwyn Mayer y la supervisión del productor Irving Thalberg, hizo de este trabajo una realización más sobria, pero en la que también se encierran algunos de sus mejores gags y diálogos.
Son una especie de universo particular dentro de la propia comedia. Un espacio para la mezcla de locura, surrealismo y excentricidad. Las películas de los Hermanos Marx son un género en sí mismas, una delirante continuación de gags y diálogos, tan brillantes como esperpénticos, que confieren a sus trabajos una incomparable singularidad a la que tantas décadas después nadie ha osado aproximarse.
Los años treinta, tras el crack del 29, necesitaban cuanto antes superar el miedo y el temor que ocasionó en Estados Unidos dicha fractura económica y social, y por supuesto que el cine era la mejor arma de evasión para reanimar a la ciudadanía. El extraordinaria auge de la comedia americana surgida en Hollywood acuñó la ‘screwball comedy’ una comedia un tanto alocada en su desarrollo, repleta de ambientes sofisticados, con diálogos brillantes y con mucha acción en cada una de sus secuencias llenas de optimismo y felicidad. En paralelo a ese discurso, los Hermanos Marx generaron su propia comedia, derivando de sus espectáculos en el mundo del vodevil y el teatro. A ello le unieron las situaciones más disparatadas, un universo surreal y lleno de chispazos de ingenio como los más diversos artefactos que surgían de la cazadora de Harpo.
Ingenio |Esta es sin duda la palabra clave a la hora de aproximarse al cine de esta familia. Primero cinco en los tiempos del vodevil, luego cuatro (‘Humor Risk’, ‘Los cuatros cocos’, ‘Animal crakers’, ‘Pistoleros de agua dulce’, ‘Plumas de caballo’ y ‘Sopa de Ganso’), y finalmente tres (‘Una noche en la ópera’, ‘Un día en las carreras’, ‘El hotel de los líos’, ‘Una tarde en el circo’, ‘Los Hermanos Marx en el Oeste’, ‘Tienda de locos’, ‘Una noche en Casablanca’, ‘Amor en Conserva’, ‘La historia de la Humanidad ’) fueron los Hermanos Marx- Zeppo, Harpo, Chico y Groucho-. Cada uno de ellos por separado era un caos y juntos una especie de explosión dentro de la pantalla. Cuando en 1933 uno de los reyes de Hollywood, el productor Irving Thalberg contrata a aquellos alocados hermanos pretendía dar un giro a aquellas comedias estrambóticas, ajustándolas a un sistema más clásico, con una percepción más ajustada al público del cine de Hollywood. Se buscaba así superar aquellas sucesiones de gags sin que estuviesen demasiado engrasadas en la narración. Un numeroso equipo de guionistas y dialoguistas comenzaron a trabajar para cambiar aquella tendencia y así es como surge ‘Una noche en la ópera’. Hasta 175 de estos gags se cuentan en la película. Numerosos guiones, diálogos desechados, aportaciones del propio Buster Keaton, más escritores, más guionistas. Más madera para pulir un guión que significaría un impacto en la taquilla, no se dejaba nada al azar, se realizaron proyecciones de montajes en diferentes cines para comprobar la respuesta del público. Toda una ingente maquinaria se encontraba al servicio de las nuevas estrellas de la comedia.
Gags y diálogos |Son el doble mecanismo de su cine y en ‘Una noche en la ópera’ se reúnen algunos de los mejores y más famosos de su filmografía, siempre al servicio de unos actores singulares, de hecho, se dice que en vez de preguntarse los guionistas y dialoguistas a la hora de confeccionar un diálogo si funcionaría o no, en lo único que reparaban era en intentar pensar “¿qué diría aquí Groucho?” Está claro que Groucho Marx es el eje sobre el que gira, tanto la película, como el propio trabajo de sus hermanos. Su bigote, su puro en la boca y su estrafalaria manera de caminar eran la combinación perfecta para que, junto a unos diálogos entre el esperpento y el surrealismo, fuese el centro de todas sus películas.
Aquello de “La parte contratante de la primera parte...” es ya parte de su legado universal y ese gag entre Groucho y Chico se convierte en uno de los más efectivos, al igual que la famosa secuencia del camarote. ¿Les suena verdad? eso de “esto está más lleno que el camarote de los hermanos Marx” viene de la secuencia que se da en la película en la que hasta quince personas se mueven dentro de un pequeño camarote. Estos dos gags solo son una pequeña parte de todo lo que ocurre en su metraje. Momentos hilarantes como la primera aparición de Groucho junto a Margaret Dumond, o el caos final en la representación que cierra la película. En general, toda ella mantiene su equilibrio y regularidad, algo que en otros de sus trabajos no sucede, pero ‘Una noche en la ópera’, con unos primeros cuarenta minutos extraordinarios, se mantiene hasta el final el nivel que la convierte en una de sus mejores películas. El propio Groucho así lo afirmaba, junto a ‘Plumas de caballo’ y ‘Sopa de ganso’, y algunas partes de ‘El conflicto de los Marx’. Con ‘Una noche en la ópera’, los hermanos Marx batieron récords de taquilla, el tándem mágico con Irving Thalberg se mantendría en su película siguiente ‘Un día en las carreras’, pero su muerte prematura volvió a desbocar el talento de los hermanos más conocidos del cine.
Una noche en la ópera (A night at the opera, 1935)
Blanco y negro.
Director: Sam Wood.
Guión: George S. Kaufman y Morrie Ryskind, sobre una historia de James Kevin McGuiness.
Fotografía: Merrit B. Gerstad.
Producción: Irving Thalberg.
Dirección artística: Cedric Gibbons.
Duración aproximada: 93 minutos.
Estreno: 15 de noviembre de 1935
Intérpretes:Groucho Marx (Otis B. Driftwood), Harpo Marx (Tomasso), Chico Marx (Fiorello), Margaret Dumont (señora Claypool), Siegfried Rumann (Hermann Gottlieb), Kitty Carlisle (Rosa Castaldi), Allan Jones (Ricardo Baroni), Walter Woolf King (Rodolfo Lasparri).
Argumento: La Srta. Claypool , mecenas artística, decide contratar a la estrella de la ópera Lasparri. Los hermanos Marx se las ingeniarán, mediante los más disparatados embrollos, para que sea otro tenor, Ricardo Baroni, enamorado de Rosa Castaldi, quien obtenga ese contrato, merecido no solo por su voz, sino por su carácter totalmente opuesto al de Lasparri.
Publicado en Diario de Pontevedra 10/07/2011
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