Bandadas de aves en acompasada formación, silentes bancos de peces en mares abisales, el sosegado perfil de un felino, el bullicioso rastro de un insecto, la inquietante presencia de una serpiente... así se va conformando el bestiario que Ruibal presentó esta semana en forma de libro. Un alarde de creación y edición que, en tiempos pequeños, sorprende por lo grande y arriesgado de la iniciativa, así como por el coraje de los que en ella han participado. Un milagro con forma y formas de fauna, de animales que inspiran, como siempre ha hecho la naturaleza, a un artista cada vez más primario, por lo tanto, cada vez mejor. Despojado de distracciones, Ruibal afronta el hoy desde la caricia a sus perros, el recuerdo de aquellos animales que le rodeaban en su infancia en Porráns, la calma que proporciona observar a un ave dibujar líneas en el aire o la magnética sorpresa que provoca ver en un documental una extraña especie. Cariño, memoria, curiosidad y asombro se van citando a partes iguales en esta última aventura artística de un creador que se ha hecho acompañar, en este trecho de su ya larga trayectoria, de un entorno natural desde el que sortear el salvaje devenir de una sociedad cada vez más alejada de las esencias de la naturaleza. Una madre eterna de la que renegamos a menudo y de la que Ruibal nos regala su espíritu.
Publicado Diario de Pontevedra 16/03/2013
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