Con su última novela el irlandés John banville vuelve a deslumbrar al
lector con una prosa magnética e hipnotizante plagada de frases ejemplares.
Pocos autores a nivel internacional pueden presumir de exhibir un
conjunto de su trabajo tan compacto en su calidad como el irlandés John
Banville. Cuando llega a las librerías su última obra, de la mano de la Editorial Alfaguara ,
ahora embozado bajo la capa del género negro de su alter ego Benjamin Black
(‘Venganza’, nos vamos a detener en un libro que, aunque publicado, en esa
misma editorial el pasado año, todavía está muy vivo y con el tiempo aún lo
estará más.
Se trata de ‘Antigua luz’ una de las novelas que marcaron el pasado año
literario y que volvió a colocar a este autor, ganador de premios tan
prestigiosos como el Booker o el Franz Kafka, premonitorios de un futuro Nobel,
en su máxima cumbre literaria, que ya había tocado con la yema de los dedos con
‘El libro de las pruebas’, ‘El mar’, ‘Eclipse’ o ‘Los infinitos’. Todos ellos
libros con los que el lector puede disfrutar de una prosa llena de detalles, de
efectos logrados mediante unas palabras que se van sucediendo para componer
unas frases ante las cuales debemos reposar, detenernos para comprobar la
precisión del engarce, como en un collar de cuentas, consiguiendo que nos
pongamos en la piel de sus personajes. Composiciones humanas que no hacen más
que ponernos a nosotros mismos sobre ese tablero humano que es la vida y en el
que John Banville, a través de esta ‘Antigua luz’, nos ofrece algunas de sus
mejores imágenes literarias desde sus personajes y esa goma tan elástica como
frágil que es el amor. El gran personaje de esta novela.
Las diferentes relaciones que componen su argumento son el motor de una
acción fragmentada en diferentes espacios y tiempos, en donde el recuerdo,
siempre presente durante la vida de un veterano actor, Alexander Clave, tras
una relación de juventud con la madre de su mejor amigo, vuelve una y otra vez,
como ese rayo que no cesa, para con su fulgor, iluminar las nuevas relaciones
que ha tenido a lo largo de su vida siendo la última de ellas con una joven
actriz. Quizás aquella luz que le había deslumbrado como un descubrimiento en
su adolescencia a través de un cuerpo de mujer, se haya convertido en un
paisaje al cual regresar cuando la vida no se lo pone nada fácil en la búsqueda
de soluciones, pero sobre todo, en la procura de aquellos instantes de
felicidad, cuando una sensación lo era todo orillando el resto de la vida.
El paso de los años nos hace deambular por diferentes territorios,
espacios muchos de ellos incómodos, pero por los que tenemos que atravesar como
peaje ante los momentos felices. Aquel cuerpo de mujer fue su única
preocupación en un tiempo, la única realidad presente en su vida, volviéndose
todo lo demás accesorio y secundario. Son situaciones que no se pueden sostener
durante demasiado tiempo, ya que de ser así perderían toda su esencia y lo que
en realidad suponen para nosotros, pero que, como en este caso, funciona como
un bálsamo anclado en la mente del protagonista para aplicar cuando las luces
de la vida se vuelven sombrías y crueles. Siempre habrá una luz, una antigua
luz, que nos ofrezca su calor, y que dé sosiego al espíritu para afrontar los
tragos amargos.
John Banville cierra con esta obra una especie de trilogía que se
completa con ‘Eclipse’ e ‘Imposturas’ en torno a esos misterios que la vida
esconde en cada uno de nosotros como si fuéramos pequeñas cajitas de las que
extraer enseñanzas. Son muchas las que el autor nos propone, y todas ellas
explicadas bajo esa gran preocupación suya que es la de la precisa construcción
del lenguaje, donde cada frase corresponde casi a un mundo singular, un
universo de palabras y memorias donde todo cobra sentido gracias a la literatura.
Publicado en Diario de Pontevedra y El Progreso de Lugo
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