Escribir sobre una guerra siempre deja tras de sí un rastro de dolor y
desesperación, pero en este caso no saben hasta que punto esas situaciones se
multiplican, al estar narradas por alguien que estuvo implicado hasta lo más
profundo en todo aquel ignominioso y vergonzoso conflicto que Europa consintió
a las puertas de su mundo feliz, o mejor dicho, en su patio trasero. Allí se
permitió que varios pueblos reunidos por la historia en unos acuerdos mal
resueltos protagonizasen una carnicería en base al primitivo sentir del ser
humano de considerarse superior al que no deja de ser como él.
Velibor Colic nació en Modrica, Bosnia, su casa y lo que había escrito
hasta el momento fueron reducidos a cenizas. Se alistó en el ejército bosnio, del
que posteriormente desertaría. Apresado, logró escapar y se refugió en Francia,
donde vive actualmente y en donde desarrolla su tarea literaria que comenzó en
1994 con la publicación de ‘Los bosnios’, que la editorial Periférica,
demostrando el buen olfato que la caracteriza en sus ediciones, ha publicado en
España durante estos días. Queda, por lo tanto, patente la implicación de este
hombre con todo aquello que rodeó a la conocida como Guerra de los Balcanes y
que además de esquilmar a la población de este territorio supuso el episodio
más frustrante para Europa desde la II Guerra Mundial, al ser incapaz de detener y
reconducir este conflicto del que todavía hoy muchos deberían andar
sacudiéndose las vergüenzas.
En solo 120 páginas el autor es capaz de poner ante nosotros toda aquella
miseria moral, la capacidad del ser humano para destrozarse a sí mismo y
arrastrarse por el fango. Desde la primera a la última de esas páginas
asistimos a un horror narrado de manera directa, sin estridencias literarias, simplemente
hechos y más hechos que pasan por delante nuestra para conmovernos y
horrorizarnos a partes iguales.
Estas entradas se agrupan en tres apartados: Hombres, Ciudades y
Alambradas. En el primero asistimos a sucesos protagonizados por Musulmanes, Serbios
y Croatas, a través de nombres de personas de los que el autor refleja algún
episodio vivido durante el conflicto, ese ponerle nombre a un ser de la
comunidad nos hace empatizar con ellos, acortar distancias y mostrar una mayor
cercanía a su tormento; en el segundo, Ciudades, son los escenarios de la
guerra los que comparten protagonismo con los seres que las habitan y con
aquellos que las destruyen, destrozando así su propio país; y el tercero,
Alambradas, es la limitación de esos escenarios a los horrendos campos de
concentración que toda guerra genera y cómo de uno de ellos, Velibor Colic,
logró huir de una manera sencilla, casi sin querer, una de esas escenas
ilógicas de una guerra en la que la lógica es la más débil de las presencias.
Con esa marcha se cierra el libro y un capítulo en la vida de este hombre que,
como la de muchos balcánicos, aparecerá ya para siempre marcada de manera
indefectible por esta lucha fratricida.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 16/06/2013
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