Palabras y modernidad se anclaron durante la estancia de Federico García
Lorca en Nueva York. Una redición, la más completa de su obra ‘Poeta en Nueva
York’, a cargo de Galaxia Gutenberg y una exposición recuerdan aquella relación.
«He estado a verte y creo que volveré mañana». Pero no hubo mañana en las
horas siguientes a esa frase que había escrito Federico García Lorca el 13 de
julio de 1936, cuando el poeta había ido al encuentro de José Bergamín a su
despacho. Pocos días después el poeta partió a una Granada en la que buscaba
seguridad ante el inminente estallido de la Guerra Civil. Un
movimiento que posteriormente fue su condena.
Pero en aquel despacho, junto a aquella nota, había dejado el original,
mitad manuscrito, mitad mecanografiado y ordenado de su obra ‘Poeta en Nueva
York’, quizás el poemario más importante de la España del momento, de
aquel mundo de vanguardia que con la estancia del poeta en Nueva York había
abierto las ventanas a una dimensión poética desconocida y de infinitas
prospecciones en el futuro.
Aquel manuscrito comenzó su propia vida, un itinerario desconcertante en
muchos casos a través de países y propietarios que ha dejado un rastro de
publicaciones que nunca habían antes respondido a la intención original del
poeta. En el año 2003 la
Fundación García Lorca se hace con ese original por el que paga 194.000 euros.
Pero faltaba lo auténticamente verdadero una vez que se escribe una obra y es
su publicación. Estas semanas nos han dejado la vertebración del poemario en
diez apartados a cargo de una ya imprescindible edición por parte de Galaxia
Gutenberg/Círculo de Lectores. Esta versión definitiva aparece prologada,
comentada y explicada por el hispanista británico Andrew A. Anderson y esas
páginas son como un libro casi independiente, ya que a lo largo de ellas
conocemos todos los pasos de esos poemas mecidos por el destino y los vaivenes
de las personas. Un relato que te hace desembocar en lo realmente importante,
en esos versos que por muchas veces que uno los haya leído vuelven a someterte
a su genialidad. Esa genialidad es la que une al poeta con la ciudad de Nueva
York, pero con la ciudad como excusa, ya que lo que logran es unir a Federico
García Lorca con la modernidad de una poesía a la altura de ‘Residencia en la
tierra’ de Pablo Neruda o ‘La tierra baldía’ de T. S. Elliot.
Federico García Lorca reside en Nueva York durante nueve meses. En el
verano de 1929 sale por primera vez de España y, tras un breve paso por París,
marcha a Nueva York en donde se aloja en la Universidad de
Columbia. Estancia en la cual el poeta compuso de manera ágil un conjunto de
poemas que en principio no nacían para formar un libro pero que, con el paso
del tiempo, sí que vio clara la composición coral de los poemas bajo un título
del que también tuvo dudas y hasta Pablo Neruda le propuso llamar ‘Introducción
a la muerte’. Algunos de esos poemas se fueron publicando esporádicamente en
revistas o recitados en conferencias.
A su vuelta a España Lorca no tenía excesiva prisa en la publicación del
libro completo y solo hasta 1935 no mostró un mayor interés por su publicación.
Sabía Lorca que con este libro su figura, ya muy conocida en España, daría un
paso adelante que serviría para superar la imagen que de él se tenía
excesivamente ligada a su obra ‘Romancero gitano’. De hecho, en ese intervalo
de tiempo Federico García Lorca visita Pontevedra, fue el 19 de noviembre de
1932, cuando por segunda vez en un año recorre nuestra ciudad invitado por el
Comité de Cooperación Intelectual de Pontevedra, presidido por Luciano Besada.
Una conferencia sobre la obra de la pintora María Blanchard fue lo que motivó
dicha presencia, lo que unido a sus comentarios sobre su estancia en Nueva York
(«para él lo mejor de aquel país era, habían sido, Abraham Lincoln y Walt Whitman.
En general aquel poderoso país le parecía ‘el Senegal con maquinaria’»), el
poema que compuso en el Café Moderno y la autorización para publicar en la Revista Cristal el
poema ‘Asesinato’ incluido en ‘Poeta en Nueva York’, hablan de esa nueva mirada
más internacional que el poeta quería ofrecer sobre sí mismo.
Desde los primeros meses de 1936 Bergamín y Lorca hablan en varias
ocasiones sobre la edición de ‘Poeta en Nueva York’ en la sede la revista ‘Cruz
y raya’ en ese despacho al que un día entraría para ya no volver jamás. Del
brazo de Bergamín el manuscrito comienza su viaje por el mundo, primero París y
posteriormente México. Antes, en Nueva York, pacta con el editor Norton una publicación del texto en
esa ciudad, casi al tiempo que el propio Bergamín realiza la versión mexicana.
Ambas ediciones realizaron modificaciones en relación con el original, por
ello, hasta la aparición en 1999 en manos de la actriz mexicana Manola Saavedra
del documento original que le había llegado de la viuda de un editor, no se ha
podido rearmar todo el texto como Lorca lo ideó.
Estos meses, junto a la publicación de la Editorial Galaxia
Gutenberg, asistimos al homenaje de la propia ciudad de Nueva York al texto
lorquiano con una exposición en la famosa Biblioteca Pública de la Quinta Avenida con
el título ‘Volveré mañana’ donde podrá ser contemplado hasta el 20 de julio. A
su alrededor toda una serie de actos calibran la importancia del poemario para
muchos autores norteamericanos, y que tendrá su cénit pasado mañana día cinco,
fecha del cumpleaños del poeta, que se celebrará con un concierto de Patti
Smith. En la exposición, además de los manuscritos se pueden contemplar objetos
personales, documentos como su pasaporte o el carnet de la biblioteca; su
guitarra, o dibujos que él también pensó en un primer momento que sirviesen de
complemento al poemario, aunque luego fuese desechada esa idea. Todo esto es el
rastro del nuevo Lorca, el que respiró un mundo nuevo y moderno tras el cual ya
no fue el mismo, y la poesía tampoco.
Relaciones esporádicas/7. Publicado en Diario de Pontevedra 10/06/2013
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