"Su talento era tan natural como la huella que deja el polvo en las
alas de una mariposa. Hubo un tiempo en que él no se percataba de ello, como
tampoco lo hace la mariposa, y no supo cuándo falló. Más tarde se dio cuenta de
que las tenía estropeadas, de cómo estaban construidas, y aprendió a pensar, y
entonces no pudo volar porque el amor del vuelo había desaparecido y solo era
capaz de recordar el tiempo en que echaba a volar sin esfuerzo". Con estas
palabras, tan hermosas que uno ha sido incapaz de recortar la cita de Ernest
Hemingway, el que fuera uno de los pocos autores admirados por el egocéntrico
Scott Fitzgerald criticaba la apertura de sus carnes y el corazón magullado del
autor de ‘Suave es la noche’. Hemingway recriminó públicamente que Fitzgerald
hubiese publicado esa "sórdida bazofia personal" que constituyeron
una serie de relatos escritos para la revista Esquire entre 1934 y 1936 y que
ahora, dentro de esa revisión ‘ Fitzgeraliana’ que ha supuesto el estreno de la
última versión cinematográfica de ‘El gran Gatsby’, nos trae la bulliciosa
Editorial Funambulista en una edición tan manejable como reveladora de lo que
supone uno de esos momentos críticos en la vida un genio, de un personaje capaz
de tocar el cielo con su escritura y su vida dorada, pero también de descender hasta
los infiernos de la mente en base a su propia situación personal.
A través de ‘El hundimiento’ (‘CrackUp’) Scott Fitzgerald nos coloca ante
la sucesión de golpes que el autor reconoce en su persona, el declive de ideas
y escritura brillante que curiosamente camina a la par de una sociedad
norteamericana duramente golpeada por el crack del 29. Nada ni nadie fue ajeno
a ello y la personalidad de este tipo de seres se dejan arrastrar dentro de esa
postura de divinidad azotada por las tormentas de la sociedad que por un lado
casi consideran obligadas sufrir dentro de su proceso de escritura. Lejos iban
quedando aquellos años veinte, la relación feliz con Zelda, las alegres
temporadas en la Costa Azul ,
el sentirse el centro de las letras del universo y todo comenzaba a sepultarse
en litros de alcohol, noches de insomnio y la pérdida de confianza en su propia
actividad como escritor. "Está claro que vivir consiste en hundirse poco a
poco. Los golpes que uno va encajando de manera más espectacular, los golpes
más inesperados y duros que vienen de fuera, esos que no se olvidan…", así
iba calibrando y aceptando el escritor norteamericano lo que sucedía en su vida
y, sobre todo, la consideración de que "nunca más seremos quienes
éramos". Un corolario final abrumadoramente duro y que dejaba a Fitzgerald
sumido en una desesperación y un caos de los que ya no podría desembarazarse.
Todas estas sensaciones alcanzan mediante su escritura la constitución de un
texto literario de primer orden, sobre todo por esa inmediatez y cercanía que
le otorga la primera persona y el saber que quien sufre es uno de los grandes
talentos de la historia de la literatura. Sufrimiento convertido en literatura.
Y es que cada uno de esos renglones respiran la mejor escritura, evocando toda
una vida de subidas y bajadas, sus relaciones con otros autores, con personas
en maravillosas cenas, su cercanía a Hollywood, la familia y el despertar a ese
sueño. Esta edición se ve completada con un magnífico postfacio firmado por
Isabel Lacruz en el que se explica ese proceso humano que llevó al autor a
confeccionar cada uno de estos relatos, sumergiéndose en su interior, algo que,
gracias a la literatura, ahora podemos tener entre nuestras manos. La editorial
Funambulista nos ofrece un regalo en una edición que se puede convertir en una
inigualable compañía.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 17/11/2013
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