Recibo un envío con un libro remitido desde el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Santiago de Compostela. Si pocas cosas me alegran más el día que recibir un sobre con un libro en su interior, ni les digo si ese libro procede de uno de esos lugares donde uno ha sido feliz. La alegría crece al ver cómo ese libro viene remitido por Luis Hueso Montón, Catedrático de Historia del Cine y persona que, desde sus clases, me ha hecho amar el cine y entender que ese espectáculo artístico, como muy pocos, sirve para entender a una sociedad y los diferentes momentos por los que ha pasado desde que los Lumière tuvieron a bien mojarnos con aquella manguera.
Acercarse al cine supone hacerlo de muchas maneras, primero, desde las propias películas, pero también desde su implicación con la sociedad y los entornos más cercanos al ciudadano, algo que tiene su vínculo más directo en los locales de exhibición. Unas salas de espectáculos desde las cuales la vida se veía de una manera muy diferente y en las que, durante muchas décadas de nuestro país, se sabía que todo lo que nos atemorizaba se quedaba lejos de la oscuridad necesaria para que ese haz de luz trasportase al espectador hasta las historias planteadas por los directores. Pocos espacios se viven y, con el paso del tiempo y su desaparición, se recuerdan con más cariño que un cine. Cada vez que paso anteH&M no dejo de ver aquella entrada que nos conducía hacia el interior del Cine Victoria. El Café Beirut a un lado, su cartelera al otro, sus taquillas al fondo y los sonidos procedentes de la sala de juegos de la planta superior.
Lo mismo me ocurre al plantarme ante Zara Home y pensar en el Cine Gónviz o ante ese reciente bloque de viviendas en el que se ubicaba el Cine Malvar. Y es que parece que las franquicias han matado a la estrella del cine, que diría aquella canción ochentera, pero si Cineccittà está como está, a punto de derrumbarse para levantar un centro comercial, ¡qué podíamos hacer nosotros! Ellos eran la triada mágica de Pontevedra. Los tres grandes cines de la capital, antes y después de ellos hubo otros y felizmente desde finales del pasado año recuperamos unas pantallas que dábamos por perdidas para, por lo menos, conservar la dignidad que a toda ciudad otorga la presencia de un cine.
Vuelvo a ese sobre y a ese libro que motiva estas palabras y es que a partir de su título: ‘Cines de Pontevedra. Documentación en Arquivos Públicos’, se rastrea en los diferentes archivos públicos de la provincia de Pontevedra las huellas que ha dejado el espectáculo del cine. Autorizaciones de construcción, modificaciones de salas, cambios de titularidad e incluso diferentes denuncias tienen cabida en este exhaustivo trabajo de documentación que permitirá a investigadores y personas interesadas en conocer la relación del cine con los diferentes concellos de la provincia una aproximación mucho más fácil ante la complejidad inicial que supone comenzar un trabajo de investigación.
Relativo a nuestra ciudad son numerosas las entradas acerca de sus cines. Tomando como ejemplo el Cine Victoria encontramos tres expedientes referidos a él. Un primer expediente relativo a obras en el que consta la licencia de obras, el proyecto para su construcción en 1941, así como el de la vivienda del conserje, firmados por el arquitecto Juan Argenti y Navajas, abuelo del actual concejal Ricardo Aguilar Argenti. El segundo de los expedientes alude a la licencia de apertura en 1943, y por último, el tercero de ellos, habla del cambio de titularidad que se produce un año después, pasando de las manos de Dolores Vázquez Fernández, que enviudara el mismo año de la apertura del local, a las del conocido industrial gallego del cine del siglo pasado Isaac Fraga.
Ya ven ustedes el valor de este tipo de materiales y la cantidad de datos que en solo tres citas se pueden rescatar sobre la relación del cine con cada uno de los concellos en cuyos archivos se ha buceado, una sufrida labor alejada de la agradecida tarea de ver películas y opinar sobre ellas, pero es que el trabajo del historiador también necesita de esta otra labor que brilla cuando se registra en un manual como éste. Firmado por Luis Hueso Montón, Xurxo González Rodríguez y Rita Martín Sánchez, me queda otra alegría que cierra el círculo iniciado en el primer párrafo y es ver que nuestra inolvidable Rita, fallecida prematuramente, tiene aquí otro testimonio de homenaje y recuerdo, como no, entre luces y sombras, es decir, desde el cine. Siempre el cine.
Publicado en Diario de Pontevedra 29/03/2014
Imagen: Hall del Cine Victoria días antes de su cierre en 2002. Rafa Fariña
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