Pocas inspiraciones más importantes para un escritor que la propia vida.
Vivir y escribir son las almas de cualquier persona que quiera hacer de la
literatura ese cauce de emociones tan difícil de explicar. Luis García Montero,
reconocido poeta, regresa al territorio de la novela y de nuevo nos muestra su
afortunada mano para componer una historia apasionante, de personas, de seres
humanos inmersos en un marco muy definido e importante dentro del latido
general de la novela, como es el que palpita en la Granada de los años
sesenta, con esa capa de espesura que rodeaba todo lo que sucedía en este país
durante el franquismo.
Conoce bien el autor Granada, es su tierra, su casa, y de su propia vida
habrán salido muchas inspiraciones para narrar la historia de León, un joven
estudiante que durante un verano entra a trabajar en una editorial dedicada a
la venta de enciclopedias. Un verano de numerosos aprendizajes y de
compromisos, pero sobre todo de compromiso con la vida.
Luis García Montero logra dotar de vida cada una de sus páginas,
alcanzando ese fluir de situaciones y personajes que rápidamente se aproximan
al lector, empatizando con ellos, y convirtiéndonos en cómplices de sus
peripecias. Es quizás su percepción poética de la realidad, la que sirve de
inmejorable tamiz para captar los sentimientos de los protagonistas. Ese
«hablar a media voz» al que se refiere en algún momento del relato, en una
frase que podría estar perfectamente extraída de alguno de sus poemarios, es el
matiz preciso para componer una historia llena de humanidad, en la que no es
necesario acudir a un tono épico o glorioso, simplemente dejar pasar los días
en la existencia de cada uno de los protagonistas para que ellos mismos vayan
componiendo su propio poemario vital. La gesta surge del día a día.
Es la literatura entendida como un ajuste de cuentas, el mecanismo
necesario para salir indemne de todo lo que nos sucede en el deambular de
nuestras existencias. León escribe su verano como el propio Luis García Montero
escribe una novela para intentar despejar la selva de la vegetación que nos
puede llegar a asfixiar y ahí es donde la cultura emerge como gran
salvoconducto para el ser humano, siendo un elemento siempre presente a lo
largo del relato, no solo por la dedicación del protagonista a la venta de
enciclopedias o por ser un universitario de Letras, sino por la presencia de la
lectura a lo largo del relato, citas o títulos que van componiendo esa luz
dentro del mundo gris.
«Un país sin cultura es una selva, una tierra sin honor», y en eso
estamos. León y su mundo en los sesenta y Luis García Montero hoy, donde tan
necesario es para hacernos compartir vida y escritura. En definitiva, para
vivir.
Publicado El Progreso de Lugo y Diario de Pontevedra 29/06/2014
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