Mirábamos al cielo para que no se
desprendiesen de él las lágrimas de la lluvia y no sabíamos que el cielo se iba
a abrir en el escenario en forma de lágrimas de terciopelo. Cada palabra hecha canción
que sale de la boca de Luz Casal
posee ese tono acogedor de quien siente unas canciones como parte de un
itinerario vital, con gozos y requiebros, con lamentos y alegrías, con amores y
desamores, en definitiva, unas canciones que transitan por la vida y que se
hacen himno al expulsarse al exterior por la garganta de una mujer que es pura
música y puro espectáculo sobre el escenario.
El volcán Luz entró en erupción en Pontevedra justo cuando los cielos se
abrieron, tras una calma de bienvenida, el diluvio quiso darle ese tono épico
que hace que algunos conciertos se queden en el frasco de la memoria para que
los podamos agitar de vez en cuando. El agua ya era cascada y se empeñaba en
luchar con ese río de lava que caía del escenario pero Luz se imponía canción
tras canción con los temas de su último y quizás mejor disco ‘Almas gemelas’ (y esto en una artista
con su carrera es mucho decir) y esos otros temas que llevamos prendidos en el
alma como medallas de una vida, algunas brillantes y relucientes; otras ajadas
y comenzando a oxidarse. Pero es el tiempo el que las hace recobrar su
verdadero sentido, el del tiempo que fueron y el del tiempo que son ahora. Así,
a través de ese tiempo, Luz Casal se ha hecho una artista especial y nos ha
hecho especiales a todo su público. Ella especial por cantar cada vez mejor,
por dotar a su música de una tactilidad increíble y por interpretar de una manera
fascinante, sin distracciones coreográficas o de escenarios abrumadores,
simplemente a través del cuerpo y la voz de una mujer a pecho descubierto, como
en tantas facetas de su existencia, y nosotros, por entender que una voz puede
ser la compañía perfecta para este deambular por la vida, una voz que poco a
poco va calando en los huesos y que necesitas escuchar de cuando en cuando para
continuar el camino. Una compañía cada vez más imprescindible.
Penas que caen, búsquedas entre los
recuerdos, lecciones aprendidas, y ese rojo del amanecer que todos queremos
ser... así se fueron desgranando las canciones, una tras otra, como cuentas de
un collar que uno no se cansa de manosear ni de oír una y otra vez. El público
era ya un mar de paraguas que no permitían ver fácilmente a la cantante, pero
eso poco importa en un concierto que es para sentir, para dejarse llevar casi
con los ojos cerrados. Por los huecos que dejaban esos paraguas veíamos a Luz
Casal en el escenario, moviéndose de una manera que solo ella sabe, plena de
elegancia, de cadencias al ritmo de la música, coqueteando con el público,
gestos y sonrisas, guiños y complicidades. Toda una lección de clase. Sobre ese
terciopelo ondulante del fondo se recortaba su figura, primero de azul, después
con sus pantalones de cuero negro-su segunda piel y su alma de rockera
imperturbable- y finalmente un vestido rojo para refugiarnos en los sueños de
la noche, en los deseos del alma y el corazón. ‘Piensa en mí’ cantó, como nunca se cantó en esa plaza, que hasta la
palmera washingtonia dejó de mecerse con el viento para con su esbeltez honrar
a la cantante.
Y así hasta que la noche y su manto de
lluvia dijeron basta. Luz dejó de cantar en vivo, pero lo siguió haciendo en
nuestra mente hasta que llegamos a casa y lo seguirá haciendo durante muchos
días. A buen seguro que ese concierto solo con noche y estrellas hubiera durado
más. En O Porriño, hace unos pocos
meses, resguardados en su polideportivo, el concierto se fue más allá de las
dos horas, pero el miércoles el escenario era otro bien distinto, el de ser una
profesional para eludir la meteorología adversa y salvar un concierto, el de
hacer feliz a una ciudad en fiestas y el de no defraudar a quienes tienen a Luz
como un alma gemela. Lo que nos quedó claro a todos lo que allí estuvimos es
que fue un concierto especial, inolvidable, tanto, que llegamos a pensar que
desde el miércoles 12 de agosto de 2015 la humanidad puede dividirse entre los
que vieron a Luz Casal cantar bajo la lluvia de Pontevedra y los que no. Eso sí,
una lluvia de terciopelo.
Publicado en Diario de Pontevedra 14/08/2015
Fotografía: Lorena Castro
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