Rue Saint-Antoine nº 170
Pintura ▶ Más conocido por su labor cinematográfica Mario Iglesias
se evidencia como un poderoso pintor a partir de un bestiario impactante y unas
geografías llenas de misterio e incertidumbres que nos transportan al
territorio más necesario para el ser humano, el de la imaginación. Hasta el 29
de febrero en la
Galería Sargadelos de Pontevedra.
Respiradero de su actividad como cineasta, seguro que
mucho más autónoma y alejada de las carestías que el mundo de la cámara
conlleva, la pintura en Mario Iglesias emerge con la fuerza de abanderar un
reino de la imaginación. Un tentadero de experiencias, de visiones arrancadas
del subconsciente o de quien sabe que rincón de su cerebro para exponer ante
nosotros un delirio repleto de felices consecuencias. Como aquellos bestiarios
medievales, o aquellas miradas solitarias al infinito de los pintores románticos,
las escenografías hechas pinturas son todo un desafío para el espectador a la
hora de contemplar un infinito abrumador.
Ciudades flotantes, arquitecturas irreales, seres
fantásticos.... son las y los protagonistas de estas piezas que, desde
diferentes tamaños, se relacionan entre sí como componentes de un todo, ahora
fragmentado en las diferentes miradas que representan este universo alumbrado
por los pinceles en un estudio de pintura. Pocos espacios más genuinos que los
estudios de los pintores para estrechar los márgenes de la realidad, para
concebir espacios increíbles y para sugerir que nuestras miradas corran libres
por donde nunca antes lo han hecho. Cada uno de los cuadros de Mario Iglesias
son un receptor de miradas aburridas y cansadas de ver lo mismo, una realidad
diaria que nos agota desde su propio agotamiento. Pensarse en el interior de
esas naves surcando las olas, enfrentándonos a esas bestias marinas, o
recorriendo esas arquitecturas imposibles no es tanto un desafío como una
posibilidad. Una posibilidad para que nuestra mente y nuestra imaginación, en
permanente estado de fosilización, se sacudan durante unos instantes esa
esclerosis y vuelen durante unos minutos. No se me puede ocurrir mejor destino
para una pintura, la de servir de ventana hacia la libertad. Y Mario Iglesias
logra, además, desde su habilidad pictórica, que esas espumas o esas brisas
marinas sacudan tu rostro y te hagan formar parte de un relato que tiene mucho
de aventura juvenil, de aquellos libros, de aquellas lecturas que nos forjaron
como lectores y a las que debemos estar siempre agradecidos. Seguro que el
pintor también lo está, como también es seguro que muchas de aquellas
narraciones forman parte del sustrato que motiva este conjunto de piezas sin muchas
más pretensiones. Una vuelta a la infancia, al rescate de aquellos territorios
que, una vez navegados o caminados, es imposible no volver a recorrer en algún
momento de nuestra vida.
Y es, ya dentro de ellos, cuando surge ante nosotros la
naturaleza. Auténtica medida del ser humano, y quizás la única. Una medida ante
la que siempre acabaremos perdiendo para que así seamos conscientes de nuestro
irrelevante papel ante ese medio, de nuestra finitud ante lo que nos rodea.
Mario Iglesias se aproxima a unas naturalezas abisales, en efervescencia,
panorámicas abruptas sobre mares embravecidas, cielos tumultuosos y oleajes que
convierten a la naturaleza en un permanente duelo entre si misma y sus
componentes. Y nosotros, empequeñecidos ante el espectáculo, asombrados por su
inmenso e incontrolable poder, solo nos cabe pensar en que para lo poquito que
somos lo mucho que nos creemos. Como aquel hombre de espaldas a nosotros
asomado inmóvil ante el espectáculo de la naturaleza, el icónico personaje de
Friedrich con su casaca y la melena al viento, en medio de un universo
incontrolable al que nuestra presencia apenas incomoda. Es por ello que la
pintura de paisajes está muy presente en el trabajo de Mario Iglesias, el
captar los efectos del medio marino, los matices infinitos, las transparencias,
las luces entre las brumas y las nubes, son parte de un complejo proceso de
representación.
Hace unas semanas escribía de El Bosco con motivo de la
celebración del V centenario de su muerte e intentaba explicar su pintura, como
una interpretación y visualización de los textos religiosos y escrituras tan
presentes en la Edad
Media. Recordemos como la pintura de El Bosco está repleta de
espacios y seres inverosímiles. Con todas las distancias que ustedes le quieran
poner, el imaginario de Mario Iglesias también actúa como un elemento de
ignición de su pintura, a través de la interpretación de sus lecturas y
experiencias, de aquello que le interesa del mundo de la pintura y que en
conjunto converge hacia unos lienzos que provocan una sensación de turbiedad
que engancha, precisamente por esa incapacidad de asimilar ciertas escenas, sin
entender que, para su visión, debemos poner la distancia necesaria para sentir
la pintura como una experiencia interior de quien la hace y la construye con
las armas que él mismo necesita.
Publicado en Diario de Pontevedra 15/02/2016
Fotografía: Javier Cervera-Mercadillo
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