Rue Saint-Antoine nº 170
Arquitectura
▶ Ha sido durante
los últimos días uno de los temas estrella, el nuevo diseño de la plaza de
Barcelos. Un paso más en una humanización comenzada muchos años antes, desde
que se desterró aquel aparcamiento en superficie. Otra estrella, en este caso
de la arquitectura, Santiago Calatrava, también presentó su proyecto de cambio.
Un
paseo entre adoquines, socavones en el barro, Talbots Horizón, Seats Ritmo o
Fiats Punto fue el escenario que envolvió la visita del arquitecto Santiago
Calatrava a la plaza de Barcelos el 22 de noviembre de 1995. De la mano del
alcalde Juan Luis Pedrosa, y dentro de un proyecto reformador de muchos puntos
de la ciudad, (si me lo permiten no todavía del todo reconocido en toda su
dimensión), la plaza de Barcelos, al igual que la parte trasera de la Audiencia de Pontevedra,
conservaban todavía una de esas imágenes de una Pontevedra descuidada y en
blanco y negro.
Lo
que fuera el espacio que acogió el antiguo mercado de ganado, posteriormente la
tradicional Feria, que con carácter semanal se realizaba en la ciudad,
continuaba siendo a finales de los años noventa un espacio en el que los coches
se acumulaban sin ton ni son. Juan Luis Pedrosa, al igual que con la zona
posterior de la Audiencia ,
acometió una reforma integral de ambos espacios en los que sepultó el recuerdo
de los vehículos mediante sendos aparcamientos subterráneos, mientras que en
superficie se procedió a ganar dos amplios espacios para la ciudadanía.
A la
hora de establecer que tipo de reforma se debía acometer, sorprende la
presencia en Pontevedra del que posteriormente sería tan reputado como polémico
arquitecto, Santiago Calatrava, conocido actualmente por sus grandes proyectos
que traen tras de sí numerosos costes económicos y diferentes reparos por parte
de sus usuarios y promotores.
«Vino
ayer de París y se marcha ahora mismo», declaró Juan Luis Pedrosa aquel día
sobre la importancia y el éxito que significa que un arquitecto de nivel
internacional haya dedicado unas horas a conocer ese entorno y plantear una
modificación de sus diferentes espacios y utilidades. En esa misma línea Juan
Luis Pedrosa destacaba la capacidad de trabajo e ilusión del arquitecto con el
que había compartido una cena el día anterior «aún estábamos hablando, después
de cenar, ya que nos quedamos hasta las dos de la mañana, y ya estaba dándole
vueltas en la cabeza al proyecto. Hoy por la mañana me llegó ya con unos
dibujos del aparcamiento tal y como lo concibe él».
¿Y
que era lo que concebía Santiago Calatrava? Pues según sus propias palabras
buscaba «una plaza de gran calidad y que se ajuste a la dimensión urbana y a la
doméstica. Es importante que la gente vea esta zona como un lugar moderno, que
al mismo tiempo contenga sitios en los que se pueda estar conversando o sentado
en un banco y los niños puedan venir a jugar». Los accesos para los coches serían
a través de la calle Genaro Pérez Villamil, una de nueva apertura donde se
encontraba la
Cristalería Pontevedra y que conectaría con la calle Lepanto,
así como la calle Perfecto Feijoo. Las salidas hacia San Antoniño y la antigua
calle Secundino Esperón, ahora rúa do Rouco. Al aparcamiento subterráneo se
accedería por dos rampas laterales que partirían del actual vial. También
tendría un acceso desde la calle Benito Corbal mediante una pasarela peatonal elevada.
«Yo
tengo un entendimiento de la arquitectura lo más próxima posible a la
naturaleza, y un gran respeto por el medio ambiente, y por eso me preocupa el
destino de los árboles; por eso queremos dotar a la plaza del mismo número o el
doble de los que hay, creando una línea de arbolado en sustitución de los
aparcamientos laterales. Junto a los árboles otro elemento llamó la atención
del arquitecto y es el muro que cierra el Convento de Santa Clara. Un muro
«austero y bello», tal y como lo definió en su momento, y del que también
comentó que «tiene unas cualidades que están ahora totalmente deprimidas por
los carteles publicitarios. Eso no tiene razón de ser», al tiempo que para su
realce planteaba «destacar su valor escultórico y abstracto, creando una
alberca-fuente a la que se dotaría de una iluminación frontal, eliminando todas
la farolas de su entorno, de modo que en la noche se vería el muro como fondo
de la plaza y estaría reflejado en el agua».
Hoy
recuerda Juan Luis Pedrosa aquel encuentro que a priori sorprende por poner el
ojo en uno de los que se podrían considerar arquitectos estrella del momento y
al que a priori parecería complicado acceder. Pero no fue así, como comenta el
exalcalde: «A mi me gustaba Calatrava y creo que podría haber hecho en la
ciudad un proyecto que fuera atracción de gente como lo son otras de sus obras.
Creo también que él tenía una espinita clavada con Pontevedra, ya que hace
algún tiempo se había presentado a un concurso por un puente y no lo había
ganado. Contactar con él fue muy sencillo, llamamos a su despacho y enseguida,
a la vuelta de un viaje, nos llamaron que venía a Pontevedra. Lo fuimos a
buscar al aeropuerto e hicimos un recorrido por Pontevedra. Primero vio la
plaza de Barcelos de noche, vacía. Le encantó y le impresionó el entorno de la Ferrería y estuvimos
charlando hasta las tantas de la noche. A las ocho de la mañana, antes había
ido por la plaza a verla otra vez, con coches, ya me presentó una serie de
dibujos sobre lo que podría ser ese proyecto». La siguiente pregunta es clara,
¿por qué no se llevó a cabo?, «Nosotros le planteamos que sacaríamos un
concurso y que él tendría que presentarse. A lo que nos comentó que ya no se
presentaba a ese tipo de concursos, y que tenía una tarifa del diez por ciento
de lo que cueste la obra. Lo que para el Concello era una barbaridad, con lo
que no había forma de poder llevar a cabo esa contratación», responde Juan Luis
Pedrosa, quizás pensando aún en lo que podría haber sido ese espacio que
finalmente llevó a cabo Construcciones Bodaño en el primer gran proyecto de
humanización de la plaza de Barcelos.
Publicado en Diario de Pontevedra 11/04/2016
Fotografía. Miguel Vidal
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