sábado, 16 de abril de 2016

Inmortal poesía


«La poesía ha muerto, dice. Una pantalla de televisión siempre repite lo que dice. Once segundos, como un endecasílabo, y ya parece una noticia vieja.»
[‘Balada en la muerte de la poesía’. Luis García Montero]

 
Gonzalo Hermo recitando en Ponte Poética 6

Dicen que la poesía ha muerto. Dicen que ya nadie quiere leer poemas. Dicen que las palabras se han agotado. Dicen que las metáforas se han quedado sin oxígeno. Dicen, dicen, dicen...
Los que tanto dicen sin decir son los que no confían en el valor de la poesía. En su carácter terapéutico, en su poder como apaciguador de almas y mentes, sobre todo cuando la tempestad azota. La poesía es cada vez más necesaria y así se está viendo con citas poéticas por todas las esquinas. Este fin de semana es Pontevedra, con su Ponte Poética floreciendo abril tras abril, pero también es Ferrol con su Semana de Poesía Salvaxe, y como lo será A Coruña con sus Poetas Di(n)versos
Nuestra Ponte Poética, con sus dos pilares, el Ateneo y el Concello, se evidencia como un buen termómetro para calibrar la capacidad de la poesía para incrustarse en la sociedad. Para voltearla, en muchos casos, desde una delicadeza casi zen, pero con una contundencia que desarma palabra tras palabra. Y de nuevo la palabra, como oraba el gran demiurgo Carlos Oroza, nuestro poeta muerto recientemente, nuestra baja más sensible en el ejército lírico en los últimos meses.
Seis años de Ponte Poética nos han planteado una mezcla de voces y de realidades que deja en evidencia a los que hablan de esa defunción. El enganche de poetas más veteranos con voces recientes, pero atronadoras, nos posicionan ante una situación de resistencia, que es el lugar en el que la poesía se hace fuerte. Acostumbrada a permanecer en la orilla, a situarse al margen del discurso oficial, siempre pegada a la necesidad, al esfuerzo por sobrevivir. Recluida en aquella buhardilla de Pessoa que iluminaba el Tajo, en la habitación del retiro campestre de Emily Dickinson o en el malditismo parisino de Baudelaire... ¿qué más ejemplos queréis para mostrar su inmortalidad?
Entre hoy y mañana, o como sucedió ayer sobre las tablas del Teatro Principal, cada vez que una voz se hace poesía, entra en nuestra sociedad una bocanada de aire fresco. Conocer y emocionar a través de ella fueron dos de los rastros que nos dejó el pasado año el invitado estrella de Ponte Poética, Luis García Montero, como los dos verbos que balizan el devenir del poeta. Conocerse a sí mismo para, a través de esa reivindicación interior, alentar la ilusión colectiva. Hace unas semanas el propio Luis García Montero publicó en la catedral poética de Visor, ‘Balada en la muerte de la poesía’, un canto general al óbito lírico anunciado de manera machacona, pero que naufraga ante la realidad que siempre se empeña en llevar la contraria a los profetas.
En el libro el poeta nos coloca ante el catafalco de la poesía, ante el cortejo fúnebre que, de manera circular, recorre una y otra vez, ajeno a cualquier tiempo, esa situación luctuosa. Cada vez más muerta. Cada vez más viva. Se publica a nuevos autores, se reeditan antologías y las listas de ventas se arriman a las de la narrativa. Pero en esa redimensión hay también que estar alerta. Muchas veces la poesía se contamina de lo trivial, convirtiendo el fino alambre del verso en un equilibrismo de unas pretensiones que no le corresponden, con lo que el experimento se cae al vacío en unas poesías que no dejan de ser posibles canciones de éxito travestidas con una piel que no es la suya y, lo más peligroso, generando la confusión del lector.
Ponte Poética y sus voces: Alicia Fernández, Renato Filipe Cardoso, Blanca Llum Vidal, Francisco X. Fernández Naval, Lorna Shaughnessy, Juan Ramón Madariaga, Miriam Reyes, Gonzalo Hermo y Eva Veiga, no asisten a ningún funeral, bien al contrario, convierten esta reunión anual en un canto a la inmortalidad. Idiomas diferentes que, como pájaros, sustentan letras que salpican a esta ciudad de agua y piedra. Recitales que ajustan cuentas con la realidad, sometiéndola al dictado de la palabra, a la capacidad para traducir y cauterizar esa herida que te obliga a reaccionar.
Ese subsuelo, desde el que el poeta emite sus señales, son las arenas movedizas de una sociedad en permanente estado de confusión, un hábitat que ya ha engullido a muchos y que no contaba con la firmeza de la poesía. Anímense, guarézcanse de la lluvia, de las miserias humanas de este momento y háganse fuertes al calor de la poesía. La inmortal poesía.



Publicado en Diario de Pontevedra 16/04/2016
Fotografía. Beatríz Císcar.

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