Conocí
a Deside a mediados de los años noventa. Él ya con una carrera consolidada y yo
simplemente un vigilante de la sala Teucro de la Xunta de Galicia en la que
cumplía aquella Prestación Social Sustitutoria, eso sí, en un destino fantástico,
tras rematar mi Licenciatura en Historia del Arte. Aquella experiencia me
sirvió para conocer a un personal administrativo excelente y a muchos pintores
con los que compartí horas y horas ante sus obras, conversando de arte y de sus
diferentes visiones sobre el tema.
Entre
esos recuerdos uno se ha mantenido siempre muy vigente en mi memoria, el de
Ramón Lorda, Deside. Se llamaba como yo y pintaba como a mí me gustaría poder
pintar alguna vez. Para mí era un desconocido, su pintura era sorprendente,
primero por la calidad de la misma, y segundo por ser un pintor informalista
asentado en Galicia. Aquella pintura de rebeldía durante el franquismo surgida
en Barcelona bajo el magnetismo de Tàpies para mí no tenía referente en
Galicia, pero sí que lo había. ¡Bendita ignorancia! Con Deside, durante el
montaje de la exposición, descubrí, con cada cuadro que entraba en la sala, que
ese universo matérico tenía a un genial practicante en nuestra tierra, a un
pintor que confiaba en una forma de expresión, la suya, a la que dedicó toda su
obra. Fiel, sin modas pasajeras y evanescentes. Pintura sincera.
Volví
a encontrarme con Deside en el año 2013, tras muchos años intentando entender
cómo el mundo del arte o el mercado en Galicia era incapaz de rescatar su obra,
de posicionarla en su verdadero lugar más allá de alguna que otra participación
en exposiciones colectivas. En marzo de ese año el Café Moderno inauguraba la
exposición 'A pintura sen tempo' producida por la Fundación
Novacaixagalicia. Sin duda la mejor realizada sobre él, tanto
por la importancia de las obras, como por el espectro temporal que ocupaba y
por la sensibilidad con que se realizó su montaje y exhibición. Me acerqué al
pintor y le pedí que me concediera una entrevista, al momento nos emplazamos
unos días después para, otra vez ante su obra, estar de nuevo charlando de
pintura y de la vida. Como si el tiempo no hubiera pasado allí estaba ante el
pintor que descubrí un día y que ahora me explicaba que lo único que le
preocupaba era “pintar bien”. Ajeno al mundo mediático, a los servilismos a la
hora de mostrar su obra, Deside, bajo la penumbra de aquella sala en la que se
condensaba toda su obra, toda su vida, hablaba desde una experiencia, la
artística, en la que sabía que el único respeto que había que tener era ante la
propia pintura.
Publicado en Diario de Pontevedra 6/04/2016
Fotografía: Rafa Fariña
Ningún comentario:
Publicar un comentario