Rue Saint-Antoine nº 170
Jorge Castillo
(Pontevedra, 1933) exhibe en el Museo de Pontevedra una exposición
retrospectiva en la que se puede rastrear su larga y exitosa
trayectoria. El más internacional de nuestros artistas propone así
un viaje junto a sus seres y formas unidas a través de los años por
una irrenunciable búsqueda de la emoción, la misma que busca en el
espectador.
Jorge Castillo ante el mítico tríptico 'Palomares' (1969). Gonzalo García |
Como dos amantes que se
encuentran cada cierto tiempo Pontevedra y Jorge Castillo se convocan
durante las próximas semanas para seguir entendiéndose. Y para ello
la pintura es el mejor motivo, el lubricante necesario para que esa
pasión siga viva. Jorge Castillo se instala en el Museo de
Pontevedra para sorprender y admirar, pero sobre todo para convencer
a los pontevedreses, sus vecinos, de que la suya es una pintura de la
emoción.
¿Cómo siente
usted Pontevedra?
Pues con mucha fuerza.
Cuando vengo siento que soy de aquí. Es algo instintivo y a través
de esta ocasión tan bonita es más intensa esa fuerza.
¿Cómo ha sido
su relación con esta ciudad a lo largo de los años?
Yo he mantenido una
relación con la ciudad que se ha prolongado a lo largo de los años,
algún año no he podido venir, pero creo que en los últimos treinta
años he hecho uno o dos viajes al año a Pontevedra. Pero muchas
veces los he realizado no para encontrarme con alguien sino para ver
la ciudad.
¿Y estos días
preparando la exposición que le ha llamado la atención de la ciudad
y cual es su espacio preferido?
Una situación que me
ha llamado siempre la atención es un aire de tranquilidad
extraordinario. Hay una sensación de humanidad en toda la ciudad, en
la manera de la gente de hablar, de moverse. Para mí la iglesia de
la Peregrina siempre ha sido un punto muy atractivo. Tan alta,
estrechita, como una hermosa mujer.
Su vida se ha
caracterizado por la itinerancia. ¿Qué le ha aportado esa situación
a su pintura?
Todas las ciudades
grandes o pequeñas tienen algo que aportar y siempre es mucho, y eso
siempre se pega y te influye.
¿Cómo recuerda
Jorge Castillo el inicio siempre complicado de un artista?
Es cierto, todo
comienzo, sobre todo desde el punto de vista material, es
problemático, pero ya está olvidado y cuando veo un cuadro
realizado en los años cincuenta siento una gran emoción, la misma
que sentí en aquel momento. Esa es la búsqueda de mi pintura, la de
la emoción.
¿Quizás lo más
complicado haya sido encontrar un lenguaje propio?
Por supuesto. Yo no
tengo maestros. Todos los grandes pintores de la historia han sido
mis maestros. Me interesan todos los movimientos artísticos, sin
pertenecer a ninguno, y me he quedado con lo realizado por mis
antecesores. Desde el principio he encontrado un estilo personal que
me ha causado muchos problemas, pero sí, la satisfacción es ese
camino propio y singular ya que la originalidad no está muy bien
vista.
A lo largo de
tantos años de trayectoria ha conocido ha muchas personalidades de
la cultura. ¿Quién le ha impresionado más?
Han sido muchísimos,
pero creo que quien más me ha impactado ha sido Giacometti. Fue una
relación breve, en Ginebra. A él le gustaban mucho mis dibujos y me
animó a que hiciese escultura, como así fue. Yo era muy joven,
tenía treinta años, él era alguien muy inteligente y
extraordinariamente sutil, alguien muy conciso que me aportó mucho.
Y tampoco me puedo olvidar de Sartre. Fue alguien con quien discutí
bastante y de quien se aprende. Son personas que permiten
desarrollarte en una gran medida.
¿Qué supone
para Jorge Castillo ver tanta obra reunida en un lugar especial como
Pontevedra?
Me encanta. Esa
cantidad de piezas, 87, de diferentes épocas reunidas en mi ciudad.
Es una gran alegría, aunque ya se han hecho más exposiciones
retrospectivas y siempre son impactantes, en Pontevedra es muy
especial.
¿Y de que se
siente usted más satisfecho en medio de tantas piezas?
Me siento satisfecho
del camino realizado. Cuadro por cuadro es normal que unos se
impongan a otros, y además mi juicio no es el mejor, es un juicio,
un crítico tendría otro, pero lo importante es el proceso realizado
a lo largo de ese camino tan satisfactorio.
¿Qué le
preocupa a Jorge Castillo cuando comienza una obra?
El ser capaz de captar
esa emoción de la que hablábamos antes. Una figura, un objeto o un
paisaje, eso da igual, lo que busco es que a mí me produzca una
emoción y que eso logre una misión. Las formas académicamente
pueden ser muy diversas, pero yo rechazo el academicismo y si esa
forma no me emociona la abandono.
En la exposición
se han intercalado cuadros de diferentes épocas, sin un criterio
cronológico lineal
Claro. El montaje lo he
planteado yo mismo y no tengo en cuenta para ello las fechas. Para mí
el arte es una cuestión de espacio y de pensamiento. También
entiendo que las personas no son viejas por su edad y sí lo son por
su espíritu. He distribuido las obras por las relaciones que ese
establecen entre las diferentes piezas ya que mis cuadros son una
gran familia de seres autónomos.
¿Semeja un
universo muy singular de personajes que viven una realidad paralela a
la nuestra?
Me alegro mucho de que
usted lo vea así, porque en mi obra se produce esa mezcla de
personas que actúan entre sí y viven diferentes existencias.
¿Jorge Castillo
sigue pintando cada día?
Sí, cada día. Bueno,
cuando no lo hago escribo, y escribo mucho además. Pero es lo mismo
cuando pinto o cuando escribo, ya que para mí son situaciones que
van de la mano. Yo escribo en el sentido no estrictamente literario
de la palabra, trato escribir cosas que tengan que ser dichas por la
voz humana y eso se relaciona de manera muy directa con lo que pinto.
Publicado no Diario de Pontevedra 11/12/2017
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