Hay textos que son un
manantial inagotable. Literaturas que se fijan a la identidad del ser
humano y de un país, a las que regresar, y que no son más que una
manera de seguir conociéndose uno y otro.
‘Luces de Bohemia’,
la obra de teatro que Valle-Inclán escribiera en 1920 como una
publicación por entregas y que cuatro años más tarde se convirtió
en libro, fijó un nuevo género, el esperpento, e incluso un nuevo
concepto social que, como pocos, ha servido para analizar y calibrar
a este país al que el protagonista de la obra, Max Estrella,
califica como «una deformación grotesca de la civilización
europea». En ese ámbito de lo grotesco, que se mueve entre lo
ridículo y extravagante, hay mucho de un país que gusta de
deformarse a sí mismo, casi sin la necesidad de verse en los espejos
cóncavos que originan el esperpento. Lo vemos prácticamente a
diario en nuestros políticos, en nuestras televisiones, en nuestras
actitudes como comunidad, en un sinfín de situaciones que nos ponen
siempre ante esos espejos que tan lúcidamente ideó el escritor de
Vilanova de Arousa.
Esa sensación de
actualidad de un escrito que tiene casi un siglo de existencia hace
que sea obligado para toda sociedad que se precie regresar a su
lectura, a su estudio y, como obra de teatro, a su representación. Y
eso es lo que ha pasado en los últimos meses con nuevas ediciones
(ahora que transcurridos ochenta años de la muerte de Valle-Inclán
sus obras están libres de derechos) de ‘Luces de Bohemia’,
incluyéndose en algunas de ellas profundos análisis de la obra,
como sucede en el espectacular trabajo que el catedrático de
Literatura Española, Manuel Aznar Soler suma al propio texto
dramático en ‘Iluminaciones sobre Luces de Bohemia de
Valle-Inclán’, publicada por la editorial Renacimiento y que todo
aquel que tenga interés por esta obra debería tener bien cerca. Un
esclarecedor estudio de un inmenso universo acodado en esas calles
nocturnas de un Madrid que quiso ser París, de un Max Estrella que
quiso ser Víctor Hugo, pero a los que la realidad condenó a ambos
a ser lo que son. En el texto crítico se analiza la estructura
temporal y espacial, el lenguaje escénico, los personajes, y
elementos como la ironía, el humor, la cultura, la historia o la
política, que Valle-Inclán situó en su obra como auténticas
bombas de relojería que sirviesen para poner el foco sobre esos años
tan convulsos de la sociedad española del periodo de entreguerras.
Y junto al texto su
representación, y así es como durante estos días, mañana todavía
hay una última función en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, la
compañía aragonesa Teatro del Temple, pone vida sobre las tablas a
todos esos personajes noctívagos para, desde una sobriedad que
refuerza el propio texto y su espíritu, y con mínimos recursos
escénicos, poner ante el espectador esta deformación de una
sociedad que tras su lectura o su visualización no calificamos ya
tan alejada de la nuestra, como si formásemos parte de esa noche que
recorren Max Estrella y Latino de Hispalis que no es más que un país
sin luces, oscuro y lóbrego, agotado de si mismo, que se falta al
respeto y al de muchos de sus «cráneos privilegiados». «En España
el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza.
En España se premia todo lo malo».
No, no se crean que es
una editorial de un periódico de 2018, es, simplemente, parte de un
texto brillante, un texto inagotable. Luz en la oscuridad.
Publicado en Diario de Pontevedra/El Progreso de Lugo 24/01/2018
Fotografía. Representación de 'Luces de Bohemia' por Teatro del Temple en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. (Cedida Círculo de Bellas Artes)
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