Un Mundial de
fútbol es una fiesta de dimensión internacional. Un desfile de
gestos y actitudes que destapan el poder de un balón
Durante un mes el
Mundial de fútbol abraza a todo un planeta convertido en balón,
mientras las más dispares nacionalidades se miden entre sí sobre un
terreno de juego y convocan ante la pantalla de televisión a sus
aficiones en una espiral de sensaciones que no tiene parangón con
ninguna otra cita deportiva. Japoneses y senegaleses comparten
gradas, igual que polacos y colombianos o rusos y uruguayos, y es que
sólo la dimensión planetaria del fútbol y la grandiosidad de unos
terrenos de juego resplandecientes son capaces de generar esa
sensación de fiesta colectiva en la que victorias y derrotas se
rinden ante un juego que, vistiendo las casacas de los combinados
nacionales, se distancia años luz de las miserias de los campeonatos
domésticos.
Mientras el orbe
sucumbe al encanto del balón, y por nuestras calles desfilan
numerosas personas con las camisetas de juego de sus países de
origen, compagino todo este espectáculo con la lectura del libro de
Rafa Cabeleira ‘Alienación indebida’, desde el que la editorial
Círculo de Tiza ha recopilado una selección de los artículos
futbolísticos de este verso suelto de las letras que sementó en
Campelo su pasión por el fútbol, y lo que es más difícil, la hizo
literatura. Paso las páginas revisando varios artículos que ya
había leído en El País, en Jot Down o en Diario de Pontevedra,
donde Rafa Cabeleira ejerce de narrador de un Macondo a los pies de
la ría de Pontevedra entre berberechos y tazas de vino y, alrededor
de las sonrisas provocadas por su ingenio, siento como se cuela todo
el argumentario del fútbol en íntima conexión con la vida. Si algo
logra Rafa Cabeleira con su manera de escribir es colonizar esos
artículos futbolísticos con retazos de vida, por una parte la que
surge del anecdotario impagable de esa colmena de seres que habitan
Campelo y, por otra, por cómo el fútbol es un crisol de todo un
animalario, tantas veces feroz, como el que se esconde en la grey de
entrenadores, jugadores, árbitros o directivos.
Gran parte de sus
textos se ven afectados por la melancolía de lo perdido. Por
alcanzar El Dorado y haberlo perdido todo en una mala mano de póquer
en un casino japonés. Rafa Cabeleira entiende que la humanidad ha
tenido con el Barcelona dirigido por Pep Guardiola, autor del prólogo
del libro, la cota máxima que la civilización occidental puede
vislumbrar en lo que de excelencia puede ofrecer este deporte, algo
en lo estoy completamente de acuerdo. Aquel equipo, capaz de lograr
los siete títulos que se disputan en una temporada, es al fútbol lo
que el Renacimiento de los Médici a la cultura universal, que sí,
se vio relevado por otros movimientos grandiosos, pero que no
alcanzaron nunca lo logrado por los Leonardo, Rafael o Miguel Ángel.
Aquello hizo que Rafa Cabeleira bautizase su posición en el fútbol
en la fe guardiolista desde la que ahora pone los pies en la tierra
para literaturizar toda esa genealogía de equipos que le han hecho
sufrir, alegrarse, enfadarse, discutir, esto es, sentir, pero sobre
todo entender el fútbol como parte esencial de lo que somos, porque,
como decía Jorge Valdano: «El fútbol es lo más importante entre
las cosas menos importantes».
Finaliza la primera
fase de este Mundial de Rusia y a partir de ahora los abrazos
tenderán a hacerse más fríos. Es el momento de las eliminaciones
directas, cuando cada partido es un ser o no ser y no hay calculadora
que valga. El Mundial entra en su fase decisiva y el fútbol
continuará brindándonos la gran fiesta que, cada cuatro años, nos
hace entender este deporte de una manera bien distinta a como lo
hacemos semana a semana en las competiciones ligueras. ¡Disfrútenlo
y que Cruyff nos bendiga a todos!
Publicado en Diario de Pontevedra/El Progreso de Lugo 27/06/2018
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