Una amplia
exposición retrospectiva en Barcelona y una instalación en el
madrileño Palacio de Cristal reivindican a Jaume Plensa.
APROXIMARSE a la obra
de Jaume Plensa supone un acercamiento a la escultura como medio de
diálogo con el ser humano a partir de unas piezas que nos contienen
como entes individuales pero asociados a una comunidad. Siempre
moviéndose alrededor de esa dualidad, entre el individuo y el
conjunto, su obra es reclamada y admirada desde los más diferentes
rincones del mundo por esa capacidad que tiene de sugerir desde lo
contemporáneo sin despegarse de aquello que le rodea. Acostumbrados
como estamos a que la sobrevalorada modernidad tienda a despegarse de
nuestra realidad, su trabajo hace de esa realidad materia y forma,
alma y espacio. Sus piezas son un emocionante contenedor de ideas, de
sueños y de culturas, también de pensamientos que nos llevan a
señalizar el momento que vivimos, tan repleto de incertidumbres y de
miedos que solo unos sueños convertidos en arte pueden generar una
sensación de alivio ante ese entorno tan agresivo.
El Museo de Arte
Contemporáneo de Barcelona (MACBA) y el madrileño Reina Sofía, en
su sede del Palacio de Cristal, proponen dos atractivas
aproximaciones a su trabajo. El primero plantea una exposición
retrospectiva desde los años ochenta, mientras en Madrid una
instalación etérea se mueve en la condición casi inmaterial de ese
espacio tan específico ubicado en el parque del Retiro. Ambas
posibilidades, como todo lo que genera el creador catalán, parten de
un mismo inicio, de una misma idea que alienta un proceso de estudio
y percepción del entorno en que se va a instalar, ya sea un espacio
público o un ámbito privado, para luego ir evolucionando,
modificándose a medida que entran en juego los materiales y sus
posibilidades. Pocos artistas hacen de ese material un elemento con
tantas consecuencias de cara al resultado final, logrando generar un
vehículo que nos transmite todo el potencial de sentidos y
significados que contiene esa pieza. Y es que cada una de esas obras
son como un gran recipiente que sin rubor alguno reclama la belleza
para relacionarse con nosotros y para abrirse como ninguna escultura
es capaz de conseguir hoy en día. Si algo emociona y cautiva de las
piezas de Jaume Plensa es la capacidad para entender el contexto en
el que se va a ubicar, en el caso de la escultura pública, pero en
cualquier caso, por cómo la pieza nos hace formar parte de su
interior. La luz interna de algunas de sus obras, el alabastro
traslúcido de otras, sus figuras formadas por letras que cierran un
vacío interior... todas ellas son capaces de hacernos sentir que en
su interior sucede algo, que la escultura no es solo un bloque
trabajado desde fuera sino que posee alma.
No dejen pasar la
oportunidad durante los próximos meses de acercarse a esas dos citas
artísticas, a las que se les unirá desde mañana la instalación de
una de sus gigantescas cabezas en la madrileña plaza de Colón,
convocándoles de nuevo ante un auténtico genio que poco a poco, y
como suele suceder, antes fuera que en su propio país, está
obteniendo el reconocimiento que su obra merece. Ante sus obras se
emocionarán y entenderán cómo una escultura se puede alejar de la
frialdad y dialogar abiertamente con el ser humano de tú a tú.
Publicado en Diario de Pontevedra 19/12/2018
Fotografía: Jaume Plensa junto a una de sus obras en el MACBA (Quique García)
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