CADA
DÍA desde que estas jornadas del desasosiego nos han encerrado en nuestras
casas les hago una recomendación para intentar pasar unos momentos de
entretenimiento. Es posible que alguna vez me hayan hecho caso, las más de las
veces seguro que no. Hoy, por favor, háganlo.
La
2 de Televisión Española, a las 22,00 horas, en su programa ‘Días de Cine
Clásico’, pone ante nuestros ojos una de las películas más maravillosas de la
historia del cine. Un canto feliz a la vida en comunidad, justo eso mismo que
ahora se nos niega; ubicado en un increíble espacio abierto (otra afrenta a
nuestro confinamiento), de infinitos verdes y cambiantes azules, como es el
paisaje irlandés contenido en Innisfree, el lugar idílico en el que John Ford
sitúa la acción de ‘El hombre tranquilo’. Contemplar esta película durante su
emisión les aseguro que les evadirá por completo de estos días nuestros de
tormentas y oscuridades. En la película también hay una enorme tormenta, pero
el sol siempre llega y bajo él resplandecerá el pelo rojo de Mary Kate Danaher,
una Maureen O’Hara capaz de volver loco a cualquiera, incluso a ese hombretón
protagonizado por John Wayne, interpretando a un exboxeador de nombre Sean
Thorton que busca superar el pasado y recuperar la tranquilidad que transmite
ese territorio. Pero nada será como él piensa, los variopintos personajes que
habitan ese pequeño pueblo y, sobre todo, ese encendido pelo rojo centelleando
entre el verde irlandés, altera cualquier previsión y nos regala un relato
fascinante, desde la propia historia, basada en un relato de el mismo nombre
‘El hombre tranquilo’, escrito por Maurice Walsh y que en España está editado
por Reino de Cordelia; pero que desde lo visual, el director, de origen
irlandés potencia, recreando uno de los escenarios más vibrantes de la historia
del cine con escenas antológicas como las del cortejo o la gran pelea que tiene
lugar entre John Wayne y uno de los habituales del cine de John Ford, Victor
McLaglen, en el papel de hermano de la protagonista.
A
Orson Welles le preguntaron cuáles eran sus tres directores preferidos, a lo
que contestó. «John Ford, John Ford y John Ford». Está claro que lo era por
películas como esta pese a que alejaba al viejo maestro de su querido Oeste, su
ámbito cinematográfico más conocido, aunque esta película no se aparta
demasiado de la esencia que se destapa cuando se visualiza alguno de sus
famosos westerns. Esa esencia fordiana, ahora en su amada Irlanda, nos vuelve a
enfrentar ante elementos como el honor, la amistad, el amor, el paisaje o el
destino como enclaves fundamentales de su cine.
Solo
dos premios Oscar logró la película, uno a la mejor dirección, y otro, a la
mejor fotografía. Poco premio para una de las grandes obras del cine. Un film
homérico.
Publicado en Diario de Pontevedra 21/04/2020
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