[Ramonismo 28]
La
poesía de Ben Clark es una búsqueda en la exploración de la vida desde el
verso, generando así un permanente destello
REGRESAR
de la muerte es improbable./ Regresar del amor, un imposible». Así comienza uno
de los poemas del último libro de Ben Clark, ‘¿Y por qué no lo hacemos en el
suelo?’, recientemente editado y puesto en la calle dentro de la colección
Espasa de poesía. Ese salir a la calle tiene en la poesía de Ben Clark mucho de
regreso, como en el inicio de su poema, ya que la poesía de este autor nacido
en Ibiza en 1984 e hijo de padres británicos, tiene un férreo hilo que la
sujeta con la calle, es decir, con cada uno de nosotros, sin impostaciones ni
altisonantes palabrerías. Cada poema de Ben Clark es una búsqueda constante de
ese poema que, como un planeta, orbita a nuestro alrededor para explicarnos,
para intentar hacer de nosotros un destello en esa constelación de vidas que es
nuestra sociedad.
Ben
Clark logró ya, pese a su juventud, importantes reconocimientos, los premios
Hiperión (2006), El Ojo Crítico (2014) y el Premio Loewe (2017). Este último
por el libro ‘La policía celeste’ (Editorial Visor), uno de esos poemarios que
hay que guardar a buen recaudo, un telescopio convertido en una constelación de
poemas que uno rastrea como si lo hiciera en la búsqueda de un planeta por
descubrir. Y es que muchas veces un poema es eso, un astro desde el que recoger
la vida para entender la existencia propia, mientras, a su alrededor, orbitan
diferentes satélites como la intimidad, la familia o el amor.
Ese
amor es el que en ‘¿Y por qué no lo hacemos en el suelo?’, se convierte en ese
gran astro luminoso que todos conocemos, aunque nunca del todo. Dedicar un
libro de poemas al amor es recuperar una parte de la poesía que en los últimos
años se ha visto distraída entre otras pretensiones consideradas como más
necesarias o que le otorgarían al poeta una mayor consideración por la crítica,
no pasando la presencia del amor de un par de poemas dentro de un conjunto
amplio de textos. Ben Clark recupera, por lo tanto, esa consideración del amor
como uno de los grandes temas de la poesía, quizás incluso como el origen de la
misma y uno de sus máximos catalizadores a lo largo de los tiempos. Sería
interminable el listado de poetas que del amor hicieron tema, desde el
primigenio Petrarca que discutió la oscuridad del amor divino con el amor
terrenal, pasando por Lope de Vega, los simbolistas franceses, Neruda, Cernuda
o Gil de Biedma, por dejar anotados algunos nombres. A ellos se le suma Ben
Clark con este itinerario amoroso que él mismo entiende como una compañía y
cómo, a partir del disfrute del amor, podemos sentirnos vivos. Es cierto que
cada amor es una vida entera, un proceso de aprendizaje que se fragua entre dos
a partir de la experiencia compartida. Sobre ese trayecto común se balizan
estos poemas donde transitamos entre batallas de besos, sufrimientos y
perdones, caricias y portazos, culpas y recorridos por esa geografía de la piel
que tanto nos turba, pero que solo el poeta es quien de convertir en palabra y
en esa mirada precisa y sólida que consigue este lenguaje que Ben Clark
convierte en destello gracias a su maestría y a esa reducción a lo importante
conseguida en cada palabra y en cada verso medido hasta la emoción desde la
pregunta: ¿Y por qué no lo hacemos en el suelo?, y la respuesta: «ya solo hay
que ascender».
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 13/06/2020
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