[Ramonismo 41]
Benjamín
Prado vuelve a activar las lúcidas condiciones del profesor literario Juan
Urbano para la investigación
EN LA PRIMERA
de las novelas protagonizadas por Juan Urbano, ‘Mala gente que camina’, una
frase se coloca en el frontispicio, no sólo de ese texto, sino en el de todo
este proyecto literario que lleva desarrollando el también poeta Benjamín
Prado. La frase, de Luis Rosales, dice: «No basta que callemos y además no es
posible». Tras cinco novelas Juan Urbano & Benjamín Prado siguen
enarbolando ese adagio como sustento y base de este conjunto de relatos que,
trazados como casos de investigación, se convierten en una mirada hacia el
interior de nuestra sociedad en base a recorrer diferentes tiempos de nuestra
historia, siempre sin perder el pie con nuestro presente.
‘Todo lo
carga el diablo’ (Alfaguara) nos cuenta la nueva misión de ese profesor de
literatura metido a investigador al recibir el encargo de descubrir la historia
de una mujer desaparecida de la faz de una España que transitaba por las
décadas de un franquismo que era un valle de sombras. Por ese valle, convertido
ya en un desfiladero flanqueado de peligros, de miradas torticeras, de aviesas
intenciones de muchos que se beneficiaron de sus complicidades con el poder,
discurrieron muchas vidas de personas a las que la existencia deparaba un éxito
personal y profesional basado en sus capacidades en diferentes ámbitos que
podrían ir desde lo literario, lo artístico o lo deportivo. Benjamín Prado pone
el foco en esos luminosos años veinte de una España que buscaba superar el
secular atraso de un país con infinitas taras en lo cultural, lo económico y lo
social. Todo eclosionó en esa década y los primeros años treinta, con una
República que confió, quizás por primera vez a lo largo de nuestra convulsa
historia, en el ser humano y sus capacidades para, desde la libertad, proponer
nuevos caminos para sus protagonistas. Fueron los años de la Institución Libre
de Enseñanza, de la Residencia de Estudiantes, de la Generación del 27, de
mujeres ‘sinsombrero’ que se sacudían sin temor alguno esas miradas
acomplejadas de tantos hombres, de un humor culto que llenaba revistas, salones
y cafés, y de una actividad deportiva que, como pocas realidades, evidenciaba
un nuevo tiempo. Madrid se convertía así en un catalizador de emociones de esa
modernidad que se instaló en la capital acogiendo a muchas personas que iban a
ella a estudiar, a formarse y a calibrar las posibilidades de un futuro
optimista y esperanzador.
En ese
efervescente panorama nos sumerge el autor para conocer decenas de historias y
personajes que posteriormente la historiografía oficial interesadamente sepultó
bajo la losa del olvido, de ahí que esa frase de Luis Rosales se reafirme como
seña de identidad de esta y de todas las novelas anteriores de Juan Urbano,
para rascar allí donde la condena del silencio colocó grilletes a historias
personales o generacionales.
‘Operación
Gladio’, ‘Ajuste de cuentas’ y ‘Los treinta apellidos’, componen, junto a ‘Mala
gente que camina’, ese itinerario de narraciones por nuestra historia
presentada de una manera ágil por quien es además de un consumado poeta (su
poesía se puede disfrutar en Visor en diferentes volúmenes, y con el título
‘Acuerdo Verbal’ su poesía completa) un difusor cultural desde diferentes
plataformas comunicativas. Libros e historias que se relacionan entre sí, con
guiños que las vinculan y que en ‘Todo lo carga el diablo’ se concentra en una
historia de, como escribe el propio Benjamín Prado, «gente que lucha por un
mundo mejor repartido y otra gente que hará lo imposible por impedirlo». Una
España dividida en dos bloques, dos corazones helados que cada cierto tiempo,
quizás como el que estamos viviendo hoy en día, se atrincheran en sus
posiciones de manera demasiado enconada. Benjamín Prado, con un impagable
didactismo, nos muestra como la tensión entre esas dos Españas fue creciendo en
los años anteriores al levantamiento militar del 36 para cambiar por completo
el paisaje humano y social de este país y como una España libre, moderna,
deportiva, culta, se enfrentó a un ejército de sombras, de violencias, a una
escalada de odios y donde había más insultos que argumentos ¿les suena, verdad?
«El sueño de
la razón produce monstruos, y estos son de carne y hueso». Esta es una de las
muchas frases que nos obligan a parar y a pensar en medio de ese planteamiento
detectivesco por el que nos movemos entre tiempos y geografías, que van de
Madrid a su tan querida Rota, y hasta nuestra Pontevedra tiene varios guiños en
una historia que hace de los mayores monumento, y de la memoria y la
posibilidad de perderla como parte de nuestra identidad un toque de atención
que, en estos tiempos de un virus que masacra a nuestros ancianos, se convierte
en un emocionante homenaje.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 24/10/2020
Hay que ser crítico, pero sabiendo la realidad de lo compulsa que fue nuestra República, casi desde el minuto uno, desestabilidad política, y no nos olvidemos de los acontecimientos de Octubre del 1934, y todo porque el Partido que estaba en el poder creo que era el PRR de Alejandro Lerroux, cedió tres ministerios al CEDA, Confederación de Derechas Autónomas, pues para gobernar es democrático el formar coalición. pero los radicales anarquistas y extrema izquierda tomaron las calles provocando una cifra de muertes alarmante. Otro pasaje oscuro, fue las elecciones de Febrero del 36, manipuladas y fraudulentas que muchos escritores han denunciado en sus libros, lo que sucedió tras el triunfo del Frente Popular, no fue precisamente de un Estado civilizado, incendios de templos religiosos violaciones de monjas y asesinatos de cleros, aparte el pistoleo que se cernían las ciudades españolas, un auténtico caos, y lo comunico yo, pero es fácil de revocarlo o no, puesto que está ahí en la información que uno quiera saber, en cualquier publicación que hable de la
ResponderEliminarRepública. Estaba cantado, que más temprano que tarde, alguien diría basta, y por desgracia de todos el final de la República se fraguo en el 1934.