Rue Saint-Antoine nº 170
Memoria ▶ El
inicio del mes de septiembre de 1997 asistió a un acto de justicia y
honor, al recibir el escritor Gonzalo Torrente Ballester el título
de Hijo Adoptivo de Pontevedra. Una ciudad clave en su vida, en la
que residió durante dos años en sus «años más felices», como él
los definió, y que le sirvió de inspiración para su gran novela,
‘La saga/fuga de JB’.
«El mejor de los
rincones conseguidos a lo largo de mi vida lo tuve en Pontevedra».
De esta manera se refería el escritor ferrolano a su vivienda en la
pontevedresa calle Arzobispo Malvar. Pocos autores tan geniales han
hablado tan bien de una ciudad, de un espacio que para Torrente
Ballester se convirtió en un reducto mítico. Pontevedra, en cambio,
sigue ausente de ese recuerdo, como si en realidad levitase sobre el
afecto del escritor que convirtió a Pontevedra en Castroforte del
Baralla en la mejor novela en castellano del pasado siglo. No
intenten encontrar la casa de Gonzalo Torrente Ballester en
Pontevedra sin que alguien les lleve, ni una placa, ni un mínimo
recuerdo baliza ese lugar que en otras ciudades se honraría de
manera perpetua, tampoco una estatua o un monumento sobre su paso en
todo el término municipal. Solo silencio y olvido. Seguimos
levitando.
Hace veinte años sí
que Pontevedra se acordó del enjuto escritor nombrándolo Hijo
Adoptivo de Pontevedra. Fue un cinco de septiembre cuando en el
Teatro Principal Juan Luis Pedrosa, alcalde de la ciudad, le concedió
ese título al autor de ‘Los gozos y las sombras’ en un acto
oficial que el protagonista se encargó de desengrasar con su
habitual ingenio e ironía. Ante la Corporación Municipal en pleno,
la familia y amigos más íntimos y el rector de la Universidad de
Santiago Darío Villanueva. «Gonzalo Torrente Ballester elevó a
Pontevedra a la categoría de novela magistral y era de justicia que,
cuando menos, recibiera este más que merecido tributo de nuestra
ciudad, en la que ya mantenemos permanentemente su presencia en uno
de nuestros institutos bautizado con su nombre», así
justificó el alcalde de la ciudad esta concesión que tuvo durante
el acto la intervención del crítico literario y amigo personal del
autor, José Ponte Far quien pronunció una conferencia sobre la
imbricación de Pontevedra en toda la obra de Gonzalo Torrente
Ballester, ciudad que tuvo un importante papel en su vida, ya que
desde ella se volvió a proyectar su figura como intelectual y
escritor, además de la huella sentimental que dejó en quien
necesitaba al menos venir dos veces al año a Pontevedra.
Después de los
preceptivos elogios tomó la palabra el homenajeado que, a sus 86
años, mantenía una extraordinaria lucidez, como demostró en su
contestación a tanto elogio en una hilarante intervención: «tanto
el alcalde como Pepe Ponte son unos exagerados, a mi me gustan estas
exageraciones pero hacen de mi un ‘globito’ de esos que se pueden
hinchar a voluntad». Para continuar: «Ya soy demasiado viejo
para estas cosas os podría hablar de pie y sin equivocarme»,
argumentó el escritor para justificar sus palabras pronunciadas
sentado y encorvado sobre una silla. Finalizó sus palabras
agradeciendo a todos los pontevedreses el galardón concedido, al
tiempo que se mostró sorprendido por «todas las cosas bonitas que
se dijeron. Saben más que yo, porque muchas de ellas no las sabía».
Lo que se suponía un
castigo al final se convirtió en uno de los mejores regalos de su
vida. Su decisión de apoyar a los mineros de Asturias que
protagonizaron una sonada huelga en 1962 motivó la reacción del
aparato franquista, expulsándolo de sus trabajos en Madrid: crítico
teatral en Radio Nacional, también en el diario Arriba y de las
clases de historia que impartía en la Escuela Nacional de Guerra.
Sin trabajo, Gonzalo Torrente Ballester se dedica a traducir novelas
del Oeste y policíacas, al tiempo que solicita el ingreso en el
cuerpo de Catedráticos de Instituto. El destino, visto para un
funcionario de Madrid no podría ser más negro. Un punto geográfico
en Galicia sobre el mar, lejísimos de Madrid: Pontevedra. Pero
Gonzalo Torrente Ballester ya conocía la ciudad, su paso por Bueu, a
donde llega a principios de los años treinta por el destino de su
padre, y donde contrae matrimonio con su primera mujer, le hacen más
agradable la llegada a una ciudad tranquila con tiempo para poder
escribir. Si Bueu fue la gran inspiración para esa obra monumental
escrita en tres partes ‘Los gozos y las sombras’ (durante estas
semanas de madrugada La 2 está programando la famosa serie rodada en
Pontevedra), la ciudad del Lérez sería el sustrato con el que
alimentar la que sería su mejor novela, ‘La saga/fuga de JB’.
Pero además de inspiración Pontevedra fue ese rincón inolvidable
lleno de amigos, de escenarios que recorrer, de paseos y cafés. Los
profesores Manolo Domínguez y Filgueira Valverde, el café Lar, la
sastrería Valiño, el ahora Instituto Valle-Inclán, la basílica de
Santa María, y los retazos de la memoria de esta ciudad: los
Muruáis, Castro Sampedro, García de la Riega... fueron armando una
relación que se mantuvo siempre. Jurado de los Premios Julio Camba,
pontevedreses como Carmen Becerra o Miguel Fernández-Cid, desde la
Fundación del escritor en Compostela siguen hoy tensando esa
relación entre Gonzalo Torrente Ballester y Pontevedra como un hilo
irrompible que tuvo en ese acto, del que se cumplen veinte años, un
momento de goce que hizo olvidar tantas sombras.
Pontevedra mejor que
Vigo
El literato hizo un
repaso de su vinculación con Pontevedra, ciudad a la que llegó en
1964, pero que ya conocía desde 1928, para impartir clases en el
Instituto Femenino, residiendo hasta agosto de 1966, cuando se irá a
la Universidad de Albany donde se hizo cargo de las clases de
Literatura Española. «El año 28 fue la primera vez que vine a esta
ciudad. Era mucho más pacífica que hoy. No había tantos coches,
pero aún quedaban piedras muy bonitas». «Mi padre antes de andar
por Bueu anduvo por Vigo y yo venía desde Vigo para curarme de la
modernidad y buscar un poco de este aire romántico que tenía la
ciudad que a mí me gustaba mucho».
Publicado en Diario de Pontevedra 11/09/2017. Fotografía Miguel Vidal
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