La muerte de la
creadora de ‘La bola de cristal’ hace de estas horas un
permanente agradecimiento a su confianza en los jóvenes
POR NO CONSIDERARNOS
estúpidos, por aficionarnos a la lectura, por la buena música, por
hacer de las mañanas de los sábados un momento inolvidable, por
enseñarnos a mirar el mundo, por hacernos pensar, por la ironía,
por las risas, por el respeto, por soñar con una infancia que podía
derivar en un futuro mejor del esperado, y por no aburrirnos, que es
lo peor que se le puede hacer a un chaval, por eso, y por tantas
cosas más, ¡Gracias Lolo!
Desde que el pasado
domingo se conoció la noticia del fallecimiento de la creadora de
‘La bola de cristal’ es complicado no sacarse de la cabeza los
recuerdos de aquellas matinales previas a salir de casa, enfundados
en un pijama sobre el sofá y observando a electroduendes, a la bruja
Avería, a Pablo Carbonell, a Javier Gurruchaga o a Alaska, entre
tantos otros integrantes de la movida madrileña o de aquel espíritu
colectivo originado por las ansias de libertad y de respirar de toda
una sociedad inmersa en un proceso ya irreversible. Todo eso lo
focalizó María Dolores Rico Oliver en quien menos se podía pensar
en aquel momento, en niños y adolescentes acostumbrados a programas
ingenuos y un poco ñoños, pero que aquí asistían a algo
diferente, a su revalorización como seres humanos y a una proyección
personal cara el mundo exterior como no se había visto
anteriormente.
Alentar la imaginación,
responder a los estímulos de la sociedad, entender la historia o el
arte, respetar el medio ambiente... y así podíamos seguir señalando
muchos de los ingredientes que conformaban aquellas horas de
televisión entretenidísimas y por las que toda una generación
evoca durante estos días, con un inmenso agradecimiento, a su
responsable. Las redes sociales se han inundado de todo tipo de
recuerdos, reutilizando algunos de aquellos mensajes que, como
mantras, se iban programa a programa depositando en nuestras mentes
para concienciarnos de nuestro potencial y de nuestras posibilidades.
Todavía hoy es alucinante recuperar alguno de estos programas,
encontrarse a Rosa León cantando, a Glutamato ye-ye, un vídeo de
Queen, o series tan fantásticas como ‘La familia Monster’ o ‘La
pandilla’, o a los propios electroduendes reflexionando sobre los
peligros del tabaco o sobre los del amor «Yo no quiero enamorarme,
yo quiero intoxicarme». Ya saben ustedes, las cosas de los
humanoides.
Y que decir si entramos
en comparaciones con los programas que hoy en día tenemos destinados
a nuestros hijos, pues pocos de ellos aguantarían esa confrontación,
despreciándose la capacidad enorme que tiene la televisión para
desarrollar actitudes y difundir conocimientos entre los más
jóvenes. Lolo Rico deja, de esta manera, una de esas pegadas que
desde la patria de la infancia permanecerán siempre mecidas por el
viento, como banderas que hacer ondear entre los aires de progreso y
humanismo. Por muchos años que pasen aquellos cuatro años están
destilados desde la memoria y de una educación elegida, no impuesta,
desde los instantes de un ocio que dejó el listón muy alto.
Aquella bola que a todo
el mundo le mola será el lugar en el que refugiarnos cada cierto
tiempo, no sólo en las horas más tristes, como estas, sino también
en las más alegres. Ella lo hubiera querido así.
Publicado en Diario de Pontevedra 23/01/2018
Fotografía: Lolo Rico dirigió 'La bola de cristal' entre 1984 y 1988 (Fernando Villar/Efe)
Fotografía: Lolo Rico dirigió 'La bola de cristal' entre 1984 y 1988 (Fernando Villar/Efe)
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