mércores, 23 de xaneiro de 2019

¡Gracias Lolo!

La muerte de la creadora de ‘La bola de cristal’ hace de estas horas un permanente agradecimiento a su confianza en los jóvenes


POR NO CONSIDERARNOS estúpidos, por aficionarnos a la lectura, por la buena música, por hacer de las mañanas de los sábados un momento inolvidable, por enseñarnos a mirar el mundo, por hacernos pensar, por la ironía, por las risas, por el respeto, por soñar con una infancia que podía derivar en un futuro mejor del esperado, y por no aburrirnos, que es lo peor que se le puede hacer a un chaval, por eso, y por tantas cosas más, ¡Gracias Lolo!
Desde que el pasado domingo se conoció la noticia del fallecimiento de la creadora de ‘La bola de cristal’ es complicado no sacarse de la cabeza los recuerdos de aquellas matinales previas a salir de casa, enfundados en un pijama sobre el sofá y observando a electroduendes, a la bruja Avería, a Pablo Carbonell, a Javier Gurruchaga o a Alaska, entre tantos otros integrantes de la movida madrileña o de aquel espíritu colectivo originado por las ansias de libertad y de respirar de toda una sociedad inmersa en un proceso ya irreversible. Todo eso lo focalizó María Dolores Rico Oliver en quien menos se podía pensar en aquel momento, en niños y adolescentes acostumbrados a programas ingenuos y un poco ñoños, pero que aquí asistían a algo diferente, a su revalorización como seres humanos y a una proyección personal cara el mundo exterior como no se había visto anteriormente.
Alentar la imaginación, responder a los estímulos de la sociedad, entender la historia o el arte, respetar el medio ambiente... y así podíamos seguir señalando muchos de los ingredientes que conformaban aquellas horas de televisión entretenidísimas y por las que toda una generación evoca durante estos días, con un inmenso agradecimiento, a su responsable. Las redes sociales se han inundado de todo tipo de recuerdos, reutilizando algunos de aquellos mensajes que, como mantras, se iban programa a programa depositando en nuestras mentes para concienciarnos de nuestro potencial y de nuestras posibilidades. Todavía hoy es alucinante recuperar alguno de estos programas, encontrarse a Rosa León cantando, a Glutamato ye-ye, un vídeo de Queen, o series tan fantásticas como ‘La familia Monster’ o ‘La pandilla’, o a los propios electroduendes reflexionando sobre los peligros del tabaco o sobre los del amor «Yo no quiero enamorarme, yo quiero intoxicarme». Ya saben ustedes, las cosas de los humanoides.
Y que decir si entramos en comparaciones con los programas que hoy en día tenemos destinados a nuestros hijos, pues pocos de ellos aguantarían esa confrontación, despreciándose la capacidad enorme que tiene la televisión para desarrollar actitudes y difundir conocimientos entre los más jóvenes. Lolo Rico deja, de esta manera, una de esas pegadas que desde la patria de la infancia permanecerán siempre mecidas por el viento, como banderas que hacer ondear entre los aires de progreso y humanismo. Por muchos años que pasen aquellos cuatro años están destilados desde la memoria y de una educación elegida, no impuesta, desde los instantes de un ocio que dejó el listón muy alto.
Aquella bola que a todo el mundo le mola será el lugar en el que refugiarnos cada cierto tiempo, no sólo en las horas más tristes, como estas, sino también en las más alegres. Ella lo hubiera querido así.



Publicado en Diario de Pontevedra 23/01/2018
Fotografía: Lolo Rico dirigió 'La bola de cristal' entre 1984 y 1988 (Fernando Villar/Efe)


Ningún comentario:

Publicar un comentario