[Ramonismo 164]
Laura Ferrero nos convoca ante la recreación de un hábitat familiar en el que lo real y la ficción responden esa pregunta
No son pocos los libros que en los últimos meses andan merodeando por todo lo que supone un contexto familiar. Quizás hayan sido los encierros sufridos durante la pandemia y la consiguiente generación de una nueva mirada sobre los entornos más próximos a nosotros, precisamente cuando tantas vidas se han visto finalizadas de manera abrupta y muchas otras estuvieron seriamente amenazadas, lo que ha propiciado una mayor atención a los núcleos familiares que, ya de por sí, se presentan como auténticas oportunidades, repletas de matices, para ser noveladas, por todo lo que se puede contener en esa auténtica caja de Pandora.
De ahí que lo meritorio, cuando nos encontramos con esta proliferación narrativa, sea encontrar un camino poco transitado, un itinerario que seduzca al lector y que este no vea un relato familiar como una mera sucesión de anécdotas más o menos atractivas con las que captar su atención. Es por ello que ‘Los astronautas’, editada por Alfaguara y con la escritura de Laura Ferrero, nos ofrece un brillante muestrario de lo que puede ser encontrar o, cuando menos, pretender encontrar una respuesta a esa pregunta que es la que sobrevuela todo el texto, incluso desde el espacio exterior, alrededor de lo que sucede de puertas adentro, tanto del libro, como del hogar de su autora: ¿Qué es una familia?
Para ello Laura Ferrero emprende un auténtico tour de force, una suerte de conquista de un astro instalado en una galaxia lejana en la que poder afianzar una bandera de seguridad y confianza, pero para ello necesita respuestas en forma de las piezas de un puzle que le ofrezca esa instantánea familiar con todos sus recovecos. Ella lo intentará realizando diferentes expediciones a la memoria de sus familiares más directos, pero lo que encuentra son toda una serie de agujeros negros en los que hay bien poco que rescatar, de ahí que sea la ficción la que salga a su encuentro para que sea realmente la que le permita reunir esos fragmentos de lo que ella misma es, de los miembros de un contexto anterior, el de su padre ya separado de su madre, organizándose todo en torno a esos dos planetas familiares separados cada vez por más años luz y donde busca convertirse en una estrella a la que prestar la atención que toda niña, y en su posterior paso a la edad adulta, precisa.
No elude Laura Ferrero el proceso catártico que significa afrontar una construcción, mejor dicho, una reconstrucción, de lo que supone explorarse a sí misma, y para ello la escritora barcelonesa opta, inteligentemente, por no buscar culpas sobre lo sucedido, por no señalar todo aquello de lo que surge la herida y el dolor, optando por afrontar un ejercicio muy honesto que tan sólo (lo cual no es poco) busca intentar entender y poner las cosas en su lugar, sobre todo haciéndolo en un momento en el que la madurez evita otro tipo de connotaciones próximas al ajuste de cuentas y con poseyendo más armas para saber justificar las actuaciones a las que nos somete la vida en determinados momentos.
Esa ausencia de la culpa permite que el libro no se convierta en un índice de rencores, lo que sería un amargo horizonte para el lector que, en cambio, acompaña a la protagonista de manera casi ingenua por ese proceso de descubrir en qué consiste una familia, y como se provocan una serie de desajustes en contextos como el escolar, el de las amistades o, de manera más intensa, en el familiar. Como tampoco lo hace con ese personaje tan próximo a ella como es la madre y en la que quiere encontrar el mayor número de esas respuestas que de manera sistemática le son negadas. Pero Laura Ferrero ya asume con el paso de los años esa situación, ese no querer quizás lastimar a quien en este preciso momento necesita configurar ese álbum de fotos que nunca existió, y hacerlo mediante la escritura que aquí, frente a otros textos, más que bálsamo, es una necesidad de colocar todas aquellas piezas en ciertos instantes incapaces de ser encajadas, incluso para alguien dotada de una gran inteligencia y sensibilidad que, afortunadamente, disponía de la imaginación como un asidero al que aferrarse para tapar ciertas carencias, como aquellos hombres que fueron al espacio y, tras la abrumadora atención mediática, las recepciones y los aplausos, tuvieron que asumir que en la Tierra las cosas pesaban más, y eso no siempre es fácil, aunque no hayas ido nunca al espacio.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 15/07/2023