martes, 27 de decembro de 2011

Un 27 de diciembre...

 
La mítica actriz cinematográfica Marlene Dietrich celebrará el próximo día 27 en su apartamento de París un misterioso cumpleaños, ya que se conoce a ciencia cierta el día exacto de su nacimiento, pero no así el año. Nadie discute que la última diva hollywoodiense vino al mundo un 27 de diciembre, dos días después de Navidad, pero los libros discrepan en cuanto al año de su nacimiento, en Berlín. En función, de los datos que se atiendan, la leyenda viva del séptimo arte cumplirá 90 años, 89 u 87. El famoso diccionario de personalidades ‘Who’s Who’ (Quién es quien) afirma, en su versión inglesa, que Marlene Dietrich nació en 1904 y la actriz siempre ha defendido esta teoría, pasaporte en mano. La versión francesa, sostiene que nació en 1902, lo mismo que la enciclopedia ‘Larouse’, pero una partida de nacimiento hallada en 1956 en los archivos de Berlín, su ciudad natal, indica que fue en 1901, cuando vino al mundo la actriz ‘vamp’ de voz legendaria. María Magdalena Von Losch Dietrich, que rodó su última película en 1964 tras la muerte de su marido, el realizador Rudolf Sieber, lleva ahora una vida recogida en su pequeño apartamento de la avenida Motaigne de París, cerca de los Campos Elíseos, donde reside desde hace 15 años. La que encarnara magistralmente los papeles de mujer fatal gracias a una sensualidad inquietante, ya no pasea por las calles de París, algo que amaba y apenas sale de casa.


Publicado en Diario de Pontevedra 24/12/1991

luns, 26 de decembro de 2011

Casablanca



Hay quien empieza a oír villancicos y a ver mesas llenas de turrones y no tarda ni dos segundos en refugiarse en el nevado mundo de ilusiones navideñas e inmejorables deseos, como si accediese a una dimensión desconocida. El que esto suscribe reconoce ser un desencantado de la Navidad, de todo ese frenesí que envuelve a la vida durante estas dos semanas alocadas de consumo y exceso, y que de no ser por la mirada infantil de los más pequeños intentaría, con un chasquido de dedos, que todos nos despertásemos en ese lunes de enero en el que resintonizamos nuestra mente para hacer frente a lo cotidiano de nuestras vidas y a una rutina en la que muchos somos felices. Es por ello que cada año, cuando la televisión se llena de cantantes de moda y otros demodé, de brindis y lentejuelas, de escotes y pompones, necesito un refugio, una barra donde encontrarme, y para ello no encuentro otra mejor que la del Café de Rick en ‘Casablanca’. Cada vez que cruzo esa pantalla, como si fuese un personaje de Woody Allen, accedo a la auténtica ilusión, adentrándome en un lugar donde cada ser humano lucha por sus sueños, el amor es condena y pasión, mientras escuchamos la mejor canción que podemos disfrutar en Navidad y siempre: la Marsellesa. Entonces sí que siento que algo me pellizca el corazón, mi piel se encoge y alguna lágrima se descuelga por mis mejillas.


Publicado en Diario de Pontevedra 26/12/2011

domingo, 25 de decembro de 2011

Segundos

No creo que hayan sido más que unos pocos segundos. Un silencioso paréntesis abriéndose paso entre el ruido de los últimos días. Una vez sentado en su nuevo despacho de La Moncloa, la cartera presidencial sobre la mesa, parte de la mudanza todavía en cajas y las fotos de la familia acomodándose al nuevo hábitat, Mariano Rajoy debió suspirar mientras se acariciaba la barba para echar a volar una memoria que, en un fugaz barrido, llegaría hasta aquel ochentero sillón de la Diputación de Pontevedra, pasando por los sucesivos despachos ministeriales, y recordando ese diván en el que ante José María Aznar y Rodrigo Rato se decidió que él sería el líder del PP. Esos segundos son hoy la gran conquista de Mariano Rajoy Brey (así, con los dos apellidos, que en estos casos siempre nos olvidamos de las madres), su único tiempo en soledad tras jornadas frenéticas. Es posible que en la noche electoral, o tras la votación en el Congreso de los Diputados, el presidente notase ese vacío evocador de un pasado sin el que no se entendería el presente, pero a buen seguro que no ha sido hasta que se ha sentado entre las paredes de La Moncloa cuando todo ha tenido sentido y el círculo se ha cerrado. El sonido de algún teléfono habrá destrozado ese silencio ante alguna de las urgencias que tiene este país, pero lo cierto es que ya nadie le podrá robar a Mariano Rajoy Brey esos segundos. Sus segundos.


Publicado en Diario de Pontevedra 24/12/2011

luns, 19 de decembro de 2011

¡Despegamos!


Comienza la era Rajoy. Suban al avión, abróchense los cinturones bien fuerte y prepárense para surcar los cielos de los ajustes presupuestarios, de la responsabilidad y el esfuerzo solidario, que no dejarán de solicitarnos desde la cabina de mando. La altura máxima a la que volaremos será el déficit impuesto por la torre de control europea, un 4,4% que no debemos sobrepasar a riesgo de sufrir una explosión. Nuestras alas deberán desprenderse de la ingente cantidad de parados que no harán más que lastrar el vuelo de este país. Todo lo demás, todo lo que se aleje de lo económico será secundario en este viaje que nos espera. Cada acto, cada nueva toma de decisiones vendrá encaminada a virar esta angustiosa situación. Prepárense para las reformas: laborales, financieras y administrativas que desde el día de hoy esperamos conocer de la boca del capitán. Firme en los mandos se acabaron las dudas.

Publicado en Diario de Pontevedra 19/12/2011

domingo, 18 de decembro de 2011

Miedo


El próximo 23 de abril Nicanor Parra recibirá el Premio Cervantes. Pero el poeta no estará allí. Su miedo a volar le ha hecho comunicar al jurado que será su nieto quien se acerque hasta Alcalá para recoger el máximo galardón de las letras castellanas. El miedo, una frontera que ha impedido a muchos seguirle en su antipoesía, es el que ahora le frena ante la maquinaria moderna y el vuelo trasantlántico. Roberto Bolaño, otro chileno que escribió mucho de miedos, exclamó: «El que sea valiente que siga a Parra». Nadie ha podido hacerlo todavía. El miedo, oscuro abismo donde la creación hunde su cuchillo para arrancar de su fondo aquello más preciado: la belleza, es una conquista hasta la que muy pocos osan bajar. Ese lugar, oscuro y agreste, se ha convertido durante muchos años en el refugio de Nicanor Parra, paradójicamente, quien ha descendido a ese infierno tenebroso teme ahora aproximarse hasta la luz del sol. Él se quedará asomado a otro océano, a ese Pacífico al que antes miraron Neruda, Huidobro o Vallejo, también ‘mineros’ de la poesía chilena que supieron extraer de la tierra lo desconocido. Su pico siempre fue diferente, forjada su educación en el ámbito de las ciencias, en su lírica se escapa abruptamente de lo afectado, de ese amaneramiento tan peligroso para la poesía. El peligro del miedo, del miedo a volar, del miedo a escribir. Escribir para vivir.

Navidades de cine

A nadie extraña ya que cada Navidad las cadenas de televisión proyecten títulos sin los que no se entendería lo que rodea a estas fechas. Desde las diferentes versiones de ‘Cuento de Navidad’, de Charles Dickens, hasta ‘¡Qué bello es vivir!’, pasando por éxitos de la cartelera más actuales como ‘Solo en casa’ y su consiguiente secuela,  el dichoso espíritu de la Navidad ha pasado a formar parte de la historia del cine, en la mayoría de las veces como el escenario propicio para hacer crecer la taquilla, pero otras, para captar y generar matices en historias y personajes


Decir ilusión es hablar de Navidad, pero también de cine. Aspectos ambos que gozan de su particular éxito al generarse desde ese carácter ilusorio y casi mágico al que al ser humano le gusta subirse, quizás, como forma de descompresión de una realidad no siempre excesivamente generosa con él.
Es por ello que Navidad y cine se evidencian como caminos cuya coincidencia se convierte en inevitable, viéndose ambos enriquecidos por ese cruce de intenciones. En las fechas navideñas los cines se llenan de proyecciones que tienen como fondo ese periodo festivo con el que finalizamos el año. Hablamos normalmente de películas con un recorrido muy corto, con una fecha de caducidad que no va más allá de lograr una buena recaudación en las taquillas de los cines y convertirse rápidamente en un DVD para pasar a formar parte de la estantería de algún hipermercado deseoso de ofrecer productos 3x2.
La Navidad se convierte entonces en un baldío escenario de lucecitas, renos y Papa Noel donde las diferentes tramas usan esa ambientación tan particular, claustrofóbica a veces, como una conexión directa con el espectador, alentando ese espíritu consumista, ya de por sí a flor de piel durante estas fechas, que lleva al público a rebozarse entre borreguillo y terciopelo rojo. Otros directores buscarán en la Navidad un recurso, un alimento que sirva para enriquecer su cine en base a utilizar los matices que se esconden bajo el manto navideño, sobre todo en lo referente a lo emocional y a los vículos afectivos entre los miembros de una sociedad determinada.
Y si de emociones hablamos en Navidad pocas películas se muestran imprescindibles (de ahí su constante repetición en los canales de televisión, o cómo en EE.UU. es esencial su emisión para entender las Navidades, lo que la convierte ya en una tradición como lo pueda ser el mismísimo árbol) como ‘Qué bello es vivir’ (1946). Los apuros a los que una mala jugada de la vida someten al bueno de George Bailey ante la desaparición de una importante suma de dinero que hace quebrar al banco en el que trabaja, genera un escándalo que provoca que en el día de Navidad intente suicidarse, lo que motivará la intercesión de un ángel que hará ver al honrado ciudadano y padre de familia que siempre hay un camino para la esperanza, y que al otro lado de la desgracia siempre hay alguien que te puede echar una mano. Su director, Frank Capra, asume así su compromiso con la sociedad americana, y sobre todo con una serie de valores como los de la bondad, la solidaridad y la confianza ciega en el ser humano quizás como último refugio ante las complicaciones y las amenazas de nuestra sociedad, y que América había conocido de manera tan profunda tras el crack del 29. Ideario que, evidentemente, en clave navideña multiplica de manera exponencial todos esos argumentos. Los mismos que cinco años antes empleó el director en otra de sus grandes películas, ‘Juan Nadie’, con la pareja Gary Cooper y Barbara Stanwyck, también con la fecha de Navidad como clave en su argumento, donde un vagabundo, reclutado de la calle por una periodista para sostener una noticia, amenaza con arrojarse desde el tejado del Ayuntamiento si los políticos que lo ocupan no ponen freno a la situación de desesperanza laboral de la sociedad americana.

El cine clásico de Hollywood se encontraba cómodo con la referencia navideña, y así se pueden, durante las décadas centrales del pasado siglo, encontrar numerosos títulos con el protagonismo de la Navidad: musicales, dramas, comedias... La Navidad es un tiempo, pero también un sentimiento y ese sentimiento es el que aflora en todos eses trabajos.

‘Cuento de Navidad’ |En primer lugar, y como un gran tronco central, nos encontramos con diferentes versiones de uno de los grandes clásicos de la literatura navideña, el ‘Cuento de Navidad’ que Charles Dickens escribió en 1843, es una fuente de inspiración recurrente para el mundo del cine. Desde 1923 con ‘Mr. Scrooge’, pasando por ‘Cuento de Navidad’ (1951), ‘Muchas gracias Mr. Scrooge’ (1970) o ‘Los fantasmas atacan al jefe’ (1988), las versiones sobre este gran clásico llegan hasta nuestros días e incluso los teleñecos no han podido resistirse a los malos humos del avaro Ebenezer Scrooge y en 1992 protagonizan ‘Los teleñecos en Cuento de Navidad’. Las adaptaciones, tanto para cine como para televisión serán muy numerosas, cada año, coincidiendo con el mes de diciembre nuestros cines se llenan de trabajos normalmente con pocas aspiraciones y una evidente fecha de caducidad, eso sí, con mayor o menor fortuna. Sí que merece ser destacada la versión que en 2009 dirigió Robert Zemeckis con Jim Carrey, Gary Oldman, Colin Firth o Robert Wright Penn, a partir de la mezcla de cine de animación con movimientos reales de los actores, que el propio director ya había llevado a la pantalla en otra película navideña con Tom Hanks al frente, ‘Polar Express’ en 2004.
A medida que nos vamos distanciando de ese gran tronco en que se convierte ‘Cuento de Navidad’, podemos citar títulos clásicos Hollywood dorado, ideados en aquellos engranajes perfectos del sistema de estudios: ‘Navidades en Julio’ (1940), ‘Cita en Saint Louis’ (1944), ‘De ilusión también se vive’ (1947), ‘La mujer del obispo’ (1947) o la emblemática ‘Navidades blancas’ (1954) donde Bing Crosby canta el clásico de Navidad ‘White Christmas’, escenifican el valor de la Navidad como ingrediente para sus películas y hasta Billy Wilder en ‘El apartamento’ (1960) se vale de la Navidad para componer uno de sus más perfectos guiones.

De esta forma hasta nuestros días el ambiente navideño ha participado en mayor o menor medida de infinidad de producciones: ‘Los Gremlims’ (1984), ‘La jungla de Cristal’ (1988), ‘Solo en casa’ (2000), ‘Los amigos de Peter’ (1992), ‘Pesadilla antes de navidad’ (1993), ‘El Grinch’ (2000) o ‘Love actually’ (2003) serían algunas de ellas, todas películas que han funcionado muy bien en taquilla, tanto que las tres primeras han generado largas secuelas, mientras ‘Pesadilla antes de Navidad’ se muestra como una de las mejores películas de animación de los últimos tiempos con el sello Tim Burton y ‘Los amigos de Peter’, con el empleo de la Navidad como la disculpa para reunir a un grupo de amigos a los que la vida ha conducido por diferentes caminos, es una extraordinaria muestra del mejor cine de los noventa, radiografiando toda una época, bajo la eficaz dirección del británico Kenneth Branagh.

Versión española |El cine español también se ha dejado arropar por la Navidad, pero lejos de la permanente felicidad y exaltación de la bondad que suele producirse en las producciones norteamericanas, en el cine español se introduce una mirada muchas veces crítica con lo que se esconde tras esa temporal ebullición de sentimientos. Esa crítica alcanza cotas de cinismo y amargura, si nos detenemos en la lúcida mirada de Luis García Berlanga, quien en ‘Plácido’ (1961), hace de la frase ‘Siente a un pobre a su mesa’ todo un manifiesto sobre la sociedad española del franquismo: gris, aburrida y llena de mezquindad y todo sin perder el humor como el detonante necesario para lograr traspasar una fachada de apariencias y poder ver lo que se esconde tras ella: las miserias de la burguesía del momento.
Otro de los éxitos del cine español de los años sesenta fue ‘La gran familia’ (1962), ¿quién no recuerda a ese abuelo, el impagable Pepe Isbert, buscando a su nieto perdido entre el barullo navideño de villancicos y árboles en la Plaza Mayor de Madrid? “¡Chencho!, ¡Chencho!” se convirtió en un grito desesperado que en no pocas ocasiones nos ha amargado las Navidades a más de uno.
Siguiendo la estela de Berlanga Álex de la Iglesia en ‘El día de la Bestia’ también juguetea con el espíritu navideño, zarandeándolo dentro de una trama con disparos a los Reyes Magos incluidos, situándose detrás de la Navidad para ir destruyendo las convicciones casi siempre toscas y aburridas de esta sociedad.
Sería interminable el convocar títulos y más títulos que de una u otra manera se sirvieron de la Navidad como contenido para narrar una historia, para hacernos pasar un buen rato, y es que eso es en realidad para lo que se inventó esto del cine. Hay películas en las que la Navidad lo es todo, otras, donde solo un instante, un momento de emoción, como la declaración de amor con que finaliza ‘Cuando Harry encontró a Sally’ (1989), hacen de la Navidad ese plus de emoción que la secuencia necesita. Si hablamos del cine de animación no tendría fin ese listado ya que por el público al que se dirige esa ilusión por la Navidad es infinitamente mayor que la del adulto, tantas veces desencantado por el transcurrir de la vida. Pero el cine es ilusión, y la Navidad también, y ahí no existe lugar para el desencanto.


Publicado en Diario de Pontevedra 18/12/2011

mércores, 14 de decembro de 2011

Retratando a nosa pintura

É un dos xéneros tradicionais da pintura. O retrato como reflexo da sociedade, daquelas figuras sobranceiras en diferentes tempos e que buscaron trascender ao seu tempo a través da súa representación pictórica. Galicia tampouco foi allea a esa sensibilidade do ser humano e, baixo o comisariado de Carlos L. Bernárdez, levouse a cabo este proxecto que se somerxe nese xénero na primeira metade do século XX, cando coincide un tempo que remataba con outro que enchía dun aire novo o mundo da plástica a nivel mundial.


Entre 1890 e 1950 a pintura en Galicia debatíase entre dous modelos ben definidos, o da pintura de Salón, é dicir aquela máis académica que respostaba a unha exaltación rexionalista con raíces clásicas, e a daqueles que en consecuencia ao que sucedía en diferentes puntos de Europa fixeron da súa arte un ensaio das correntes de vangarda co conseguinte estoupido da tradición. O retrato vai subsistir aos novos tempos e ao longo desta mostra podemos ir vendo como aqueles retratos de persoeiros sobranceiros da sociedade do momento van ir derivando en retratos de xente anónima, xente dunhas vilas nas que as rúas comezaban a ser un bulir de persoas. É parte da resposta da pintura ante o seu tempo, neste caso un tempo novo, e é que esta disciplina, como ningunha outra, soubo radiografiar o que acontecía ao seu arredor. Nesta nova percepción tiveron moito que ver aqueles artistas novos,  Laxeiro, Souto, Torres, Colmeiro e Maside que, dende a nova valoración da arte xurdida dos plantexamentos de Castelao, souberon integrar a nosa plástica nos istmos da pintura europea.

Viaxe |  Eles foron quen de abrir a nosa pintura ao mundo, e dende eles a arte en Galicia acadou novas conquistas que nesta mostra amosan todo o seu potencial, e a capacidade para, dentro dun xénero clásico, sentir un novo tempo.
Esta viaxe a través dos rostros vai dende o ‘Retrato de dama’ de Ovidio Murguía ata o ‘Autorretrato’ de Laxeiro. Precisamente, só eses dous exemplos servirían de reflexión sobre todo o exposto na mostra. O retrato dunha dama, unha muller da burguesía galega, e o retrato dun pintor, dun artista que asume o seu mérito para ser representado, ademais, dunha maneira tan novidosa como sorprendente na nosa arte. Dúas pezas separadas por preto de sesenta anos nos que moitas cosas mudaron na nosa sociedade. Así, ese ‘recoñecemento’ mudaba do poder económico ao poder do artista, ademais de modificar o sistema de representación, é dicir, daquilo que vemos. Se a muller de Murguía responde a un retrato tradicional, a peza de Laxeiro evidencia a importancia de como se pinta, de como a arte vai convertir ao retrato no campo de exploración de pinceladas e formas, quedando aquilo que motiva a representación, como unha simple excusa, como o pretexto para levar a cabo un xeito de expresión personal na procura dun estilo. A mostra serve para contemplar esa dobre vía da nosa arte, para asistir ao traballo de nomes como Joaquín Vaamonde, Roberto González del Blanco, Carlos Sobrino ou Sotomayor, e tamén dos anteriormente citados dentro do grupo de ‘Os novos’, xunto a Julia Minguillón, Maruja Mallo ou Eugenio Granell. Todos eles apostaron polo retrato, como apostou o comisario e Novagalicia Banco para achegarse á nosa pintura dende unha perspectiva non moi habitual, e que pola conxunción de todas estas miradas permítenos achegarnos a ela como non se fixera con anterioridade. A pintura non deixa de amosar novas formas de percibila, moitas veces a témola diante de nós pero non somos quen de tocar as claves necesarias para a súa comprensión por non poder poñelas en relación con outras miradas coetáneas ou anteriores. As salas do Centro Sociocultural de Novagalicia Banco en Pontevedra amosan moitas desas claves dende as miradas de todos estes retratados que, ao fin e ao cabo, o que están retratando é a nosa pintura.


Publicado en Diario de Pontevedra 11/12/2011
Fotografía: Andy Leal
1. CASTELAO.'No faetón de Rianxo a Santiago, 1908
2. ARTURO SOUTO. 'Meu fillo', 1933

luns, 12 de decembro de 2011

Suerte



Suele ser el cálido refugio de quienes menos la merecen. De los que en menor medida luchan porque esa casquivana dama se coloque junto a ellos. El inefable Mourinho tras meses de calma y sosiego, de Osasunas y Rayos, se ha vuelto a destapar tras el paso del Barcelona por el Bernabéu. El equipo catalán volvió a tirar de la manta y al portugués se le enfriaron los pies, incapaz de reconocer la superioridad de su rival, en gran medida por la repetida gestión que de su equipo hace ante la visita de Guardiola y cía. Así es que no hay más remedio que hablar de la suerte, de los rebotes, del gol que pudo haber sido y no fue... como si lo visto durante noventa minutos se limitase a un caprichoso balón y no al diferente juego desplegado sobre el terreno de juego. Un territorio que se empeña en mostrar una y otra vez que la suerte es lo que es, una anécdota que suele estar del lado de los que luchan por ella.


Publicado en Diario de Pontevedra 12/12/2012

domingo, 11 de decembro de 2011

Cuando la vida se vuelve literatura

‘Lugares que no quiero compartir con nadie’ es el último libro de la escritora y periodista gaditana Elvira Lindo. Un diario en la ciudad que la acoge durante seis meses al año en compañía de su marido, el también escritor Antonio Muñoz Molina. Ambos se han integrado en el paisaje de la metrópoli, y lo han hecho con la suficiente naturalidad para que a lo largo de estas páginas recorramos un Nueva York alejado de la estampa tradicional y bebamos en la cotidianeidad de quien hace de la humanidad el argumento de una vida, generando así un delicioso viaje.


Apuro sus últimas páginas mientras se levantan las brumas de una mañana gris y plomiza en una ría que durante décadas sirvió como escenario para el dolor de aquellos miles de personas que cruzaban el Atlántico en busca de un sueño, de una realidad mitificada que permitiese superar la atrasada situación de una Galicia secular a la que el progreso llegaba siempre tarde. Mientras paso sus hojas y ante mí se mueven las personas que habitan Nueva York bajo la mirada de la escritora Elvira Lindo, pienso también en todos aquellos gallegos que desde los trasantlánticos que partían de puertos como el de Vigo hicieron de América el escenario de sus nuevas vidas. Y es que precisamente una nueva vida es la que nos muestra la propia autora quien, junto con su marido, Antonio Muñoz Molina, alternan su estancia en la gran urbe con la vida en su querido e inolvidable Madrid. Esa nueva forma de mirar el mundo desde el prisma neoyorkino ha convertido a la literatura de Elvira Lindo en un acto de libertad, en la excarcelación de las dudas a las que siempre se somete al autor en su entorno habitual. Una distancia benefactora para sus últimos trabajos, y recordamos así su novela anterior, todavía reciente, ‘Lo que me queda por vivir’, una expiación íntima que no habíamos visto hasta el momento en su autora, una crónica sobre la vida llena de fragilidades y miedos que se van adhiriendo a nuestra piel y son los que van sustentando esa coraza que la vida nos obliga a ponernos encima para enfrentarnos a ella.
En ‘Lugares que no quiero compartir con nadie’ Elvira Lindo cambia el paso, de aquella implicación anterior se pasa a uno de esos itinerarios que buscan descubrir no solo lo que hay en nuestro interior, sino todo aquello que a nuestro alrededor colabora a que nuestra personalidad encuentre su camino. Antonio Muñoz Molina, ex director del Instituto Cervantes de Nueva York y profesor en la Universidad de la misma ciudad, alentó esa suelta de amarras, al igual que las que de aquellos buques trasantlánticos, e hizo todo lo posible para que Elvira Lindo fuese escritora a tiempo completo, lo que no quiere decir que tuviese que pasar horas y horas en un piso del Upper West ante un folio en blanco, sino que bajo esa condición se imponía el valor del tiempo como material maleable, no solo destinado a escribir y escribir, sino como conexión con el exterior, para pasear y relacionarse con los demás, para explorar vidas ajenas, geografías humanas y sobre todo beber en esa fuente de inspiración eterna que es una ciudad. Y si de ciudades se habla es evidente que Nueva York se lleva la palma como escenario de las pasiones humanas, allí se encontraba Elvira Lindo en el momento exacto y con su recién alcanzada “insensata libertad”, como ella mismo la define. Una ciudad construida desde muchas ciudades, generadora de tipos y singulares presencias, desde las humanas hasta las animales, que las hay, y muchas, como se encarga de narrar la autora, pero sobre todo de un perfil vital que se ha ido incrustando en la escritora para liberarla de la ‘prisión’ madrileña en que se encerraba mucho de su trabajo.
Lúcido optimismo | Desde el diván de un psiquiatra o tras los ventanales de un bar surge no tanto el Nueva York de postal, como el Nueva York vivido, siempre mucho más interesante y lleno de matices, de corazones que se van aproximando entre si para superar la abrumadora presencia de la arquitectura y su historia. Pero también es la ciudad de las lecturas allí surgidas, de sus músicas, hamburgueserías, restaurantes, parques, museos y calles; también de lo que pasa entre bambalinas: la compañía de su marido, las visitas de los hijos, la análitica y desencantada mirada a España con todo un océano por medio, y todo ello en el intento por desentrañar una ciudad desde un diario tan íntimo como abierto a un lector al que no se le oculta nada y al que se le colocan las cartas boca arriba. Más allá de las postales con miles de luces, de hermosos puentes o de las noches de cenas y encuentros con personajes inolvidables, se encuentra también una ciudad dura y compleja, donde aquel que llega a ella debe luchar de forma decidida por encontrar un trabajo, por adaptarse a su modo de vida y a un clima al que no estamos acostumbrados. Ese realismo ante lo que el propio libro nos podía transmitir desde el contagioso optimismo en el que siempre se mueve la autora, se convierte en lúcido optimismo al ser capaz de valorar todas las coordenadas de la estancia americana. Lo que está claro es que se disfruta y mucho de esta literatura surgida de una vida apasionada con todo lo que le rodea y es que en ese equilibro entre vida y literatura es donde radica el éxito de un viaje en el que hasta pelar una gamba o una caída al salir de un ascensor se convierten en literatura mayúscula. Elvira Lindo acciona así las teclas de su mejor escritura, esa a la que la verticalidad neoyorkina parece elevar para conseguir unas líneas a las que la distancia sientan tan bien como a ella misma.


Publicado en Diario de Pontevedra 11/12/2011
Fotografía: Ramón Rozas

sábado, 10 de decembro de 2011

Choque



Cada encuentro entre el Real Madrid y el Barcelona se asemeja cada vez más a un choque de trenes. Dos ferrocarriles circulando por la misma vía en direcciones contrarias. Velocidades constantes generadas a base de quemar los leños de la historia. Gestas de un pasado que combustiona con facilidad, pero que en días como hoy quedan reducidas a humo y a esa caprichosa ceniza que surgía en los trenes antiguos y se metía en el ojo de sus pasajeros provocándoles alguna que otra lágrima. La historia entre ambos también se escribe entre lágrimas, pasiones que duran noventa minutos, un círculo como el de aquellos trenes infantiles, principio y fin donde una vez activada la caldera no hay escapatoria posible. La colisión es inevitable y todos ayudamos a que ésta se produzca con la mayor velocidad posible: medios de comunicación, aficionados, jugadores y hasta los entrenadores no dejan de echar lecha al fuego. Muchos lo hacen a base de tronco grueso, estilo Hermanos Marx y su famoso ¡más madera!, devastando a su propio convoy; otros, de forma ridícula y hasta risible, como la enamorada de Buster Keaton en ‘El Maquinista de la General’, con aquella ramita que representaba todo un manifiesto de inocencia y dulzura. Una aceleración de dos locomotoras que pocas veces en los últimos tiempos han llegado en condiciones similares a las que hoy veremos, de las que hoy disfrutaremos. ¡Pasajeros al tren!


Publicado en Diario de Pontevedra 10/12/2012

mércores, 7 de decembro de 2011

¡Taconazo!


Era el grito que pronunciábamos tras marcar el gol soñado. Un taconazo que dirigía el balón no siempre al interior de una portería, la mayoría de las veces contra el portalón de un garaje o la verja de algún comercio del barrio donde el balón solía circular sobre el asfalto. Aquel taconazo repleto de felicidad no se nos había ocurrido de la noche a la mañana, sino que antes lo habíamos visto en un espigado jugador brasileño con nombre de filósofo, cuando todavía no sabíamos que era la filosofía. Sócrates era aquel centrocampista que lanzaba los penaltis con el tacón. Fueron horas y horas las que nos pasamos lanzando penaltis de esa manera tan peculiar. Aquel futbolista se quedó ya para siempre instalado en nuestro imaginario, no sólo en el futbolístico, sino en uno mucho más importante, el de la infancia. Allí Socrates sí que ganó un Mundial y sobre todo nos ganó a toda una generación.



Publicado en Diario de Pontevedra 07/12/2011

luns, 5 de decembro de 2011

Culturfesta



Vaia xornadas nos deparou a recén finalizada edición do Culturgal en Pontevedra. Toda unha festa da cultura dende os máis diversos eidos de expresión. Quen percorreu ao longo destes días un encontro, moito mellor montado co ano anterior, e sobre todo cunha masiva presencia de público, entende do que é capaz esta industria, a que mellor pode falar do noso. As súas posibilidades aínda están en moitos casos por desenvolver en todo o seu potencial, pero si que estamos a ver como cada vez máis as súas accións, os seus proxectos ou as súas ideas interesan á sociedade. Facer colas para que un autor firme un libro, para que os nenos participen nunha sesión de contacontos ou para escoitar unha conversa entre persoeiros da cultura, o que fai é reafirmar o seu valor, así como o que tamén posúe esta cidade como sede dun certame que fixo da cultura unha festa. A festa de todos nós.


Publicado en Diario de Pontevedra 05/12/2011

domingo, 4 de decembro de 2011

La conquista de un refugio natural

Carmen Domínguez nos adentra en la naturaleza a través de unos bosques teñidos de otoño. La artista es capaz de sintetizar en sus obras el carácter de esta estación tan atractiva por sus colores, sus sonidos, sus olores y hasta sus sabores, mediante unas composiciones sorprendentes por la capacidad para integrar en el soporte esa realidad exterior. Hasta el 9 de diciembre, en el Patronato de Turismo Rías Baixas en su sede del Palacete de las Mendoza, tenemos la posibilidad de recorrer ese bosque cargado de otoño y de magia. La magia de la naturaleza.


Carmen Domínguez nos adentra en la naturaleza a través de  unos bosques teñidos de otoño. La artista es capaz de sintetizar en sus obras el carácter de esta estación tan atractiva por sus colores, sus sonidos, sus olores y hasta sus sabores, mediante unas composiciones sorprendentes por la capacidad para integrar en el soporte esa realidad exterior. Hasta el 9 de diciembre, en el Patronato de Turismo Rías Baixas en su sede del Palacete de las Mendoza, tenemos la posibilidad de recorrer ese bosque cargado de otoño y de magia. La magia de la naturaleza.
Al cabo de unos instantes recorriendo la exposición de Carmen Domínguez sentimos como cruje la hojarasca bajo nuestros pasos y hasta somos capaces de oler esa naturaleza donde se mezclan la humedad con los rayos de un sol que calienta una atmósfera tan cambiante como la que se produce durante el otoño. Y es que Carmen Domínguez convierte al otoño en el protagonista de su obra para sustentar un proyecto pictórico, siempre lleno de arriesgadas aventuras. Lo hizo hace tiempo cuando sus pinturas lograron que el volumen formase parte de ellas, al mismo tiempo que las arenas y demás elementos se adherían a una superficie entendida como una geografía vital. Ahora esa geografía se limita a un paisaje, pero a un paisaje admirable por la capacidad de evocación que logra la artista, por la sensación de realidad que logra con la inclusión sobre el lienzo de maderas y elementos vegetales que configuran un collage armonioso como esa propia naturaleza a la que se debe.
Con todo ello la artista es capaz de seducirnos, de hacernos ver que la naturaleza sigue siendo el gran pozo de inspiración del arte, la eterna maestra a la que rendir culto una y otra vez, y donde lo importante, lo que va a distinguir una apuesta de otra, es el cómo el artista refleja y nos muestra ese cúmulo de sensaciones.
Carmen Domínguez tiene en este sentido una gran ventaja, y es el continuo carácter experimental que ha tenido su obra a lo largo del tiempo. La superficie de trabajo entendida como un lugar de ensayo, un territorio sobre el que probar, pintar y corregir, porque llegar a esta interpretación requiere horas y horas de probaturas y sobre todo de volver sobre lo conseguido. Esas hojas que se desprenden de unas frágiles ramas son toda una conquista, una poesía visual que se va depositando en la parte inferior del cuadro para generar una superficie llena de verismo. Igual sucede cuando en ciertas piezas la luz del sol se va filtrando entre la vegetación para ampliar los matices de lo representado, para asentar con ese calor una naturaleza con fecha de caducidad para su posterior renovación natural.

Amante de la pintura como pocas, y de la que ha hecho una auténtica pasión, parece que Carmen Domínguez ha buscado en esta amplia serie un refugio donde guarecerse, donde establecer un campamento base que, a la vista de lo conseguido, se vuelva lo suficientemente amable para alcanzar posteriores conquistas que, a la vista de estos tiempos, no parece nada fácil sin un lugar donde pensar, sentir y amar. Entre estos árboles teñidos de las sensaciones y los colores del otoño, nuestra protagonista se refugia de cara a posteriores conquistas, que sin duda las habrá. Conquistas como las de esos colores (no sé como ha tardado tanto en aparecer el color en este comentario) que siempre han sido esenciales en su obra, muchos de ellos casi inventados por ella dentro de esa perspectiva casi alquimística que trasciende de su trabajo. Tostados, rojos, naranjas, amarillos... todo ellos tan singulares como atractivos y representativos de una manera de acercarse a la naturaleza tan personal como sugerente para el espectador, pero también para la artista, que ha conquistado ese refugio tan propicio para presentarse ante tiempos mejores, que a buen seguro vendrán. Tras el otoño todo se verá con mejor cara.



Publicado en Diario de Pontevedra 04/12/2011
Fotografías Rafa Fariña

Los cuentos de Muñoz Molina

El relato entendido como una singular forma de expresión, probablemente más libre y hasta arriesgada que la narración larga, permite a Antonio Muñoz Molina explorar nuevos territorios, visualizando así una nueva faceta de su obra.


Quizás la publicación de este libro sea como someterse a una terapia descompresiva, al pasar de una gran novela (hablando tanto en términos de  tamaño, como de la implicación del escritor en ella) a trabajar desde el relato breve. Así parece haber sucedido con Antonio Muñoz Molina, quien, tras la escritura de ‘La noche de los tiempos’, nos presenta ahora la recopilación de un conjunto de relatos bajo el nombre genérico de ‘Nada del otro mundo’. Nombre del primero de los cuentos que conforman esta selección de títulos, ya publicados en diferentes medios, a los que se les suma un relato inédito que cierra el volumen: ‘El miedo de los niños’.
Es quizás este interés por volver a revisitar lo publicado en ese formato breve, el síntoma evidente de un nuevo tiempo en la consideración del género. Su adaptación a nuestro frenético ritmo de vida, a las limitaciones que de tiempo y papel imponen los editores que en ocasiones encargan textos no demasiado amplios para conectar con el lector fugaz y apresurado. Esta nueva contextualización de lo literario explicaría la reciente salida a la luz de numerosos volúmenes, en los que o bien se hace una amalgama de diferentes creadores o se apuesta por que un mismo escritor haga acopio de sus trabajos en dicho género.
Comentaba en las primeras líneas de este artículo la implicación del autor con su última novela ‘La noche de los tiempos’, trabajo al que el tiempo otorgará la dimensión que merece (y que muchos racanearon) por su forma de aproximarse a la Guerra Civil desde una valentía mostrada al alejarse de oportunismos demagógicos tan accesibles a la hora de aproximarse a todo lo relativo a la espinosa cuestión de la memoria histórica, pero también con el tratamiento de los personajes y la estructura de lo narrado. Un esfuerzo del que parece una buena manera de evadirse releer aquellos cuentos que han ido jalonando una de las trayectorias literarias más destacadas de nuestro país en las últimas décadas.
Curiosamente en ellos el autor evidencia siempre una distancia con la realidad, una medida lejanía que se establece a través de un gusto por incluir elementos de misterio que truncan el discurrir de estos relatos. Mucho más intenso en el modélico ‘El miedo de los niños’, donde el autor abre la puerta a la infancia, para que una atmósfera de miedos, enfermedades y angustias, propiciados por la magnífica descripción de espacios y personajes, va aumentando la inquietud del lector en la despedida del libro. Ese mismo lector que ya había ingerido pequeñas píldoras con títulos como ‘El hombre sombra’, ‘La poseída’, ‘Extraños en la noche’, o ‘El cuarto del fantasma’ en los que se van explorando esas atmósferas del desasosiego, pero donde siempre habrá un río, como ese ‘río del olvido’, cuyas aguas tendremos que atravesar aún a riesgo de perder la memoria, de borrar aquello en lo que nuestra vida no nos ofrece refugio. La memoria que el autor no ha perdido para hacer de los detalles de la vida ese click que activa la imaginación y la posterior escritura. En sus cuentos se reconoce cómo cada uno de ellos surge de un instante, de una aproximación a un momento casi siempre más actual que el desarrollado en sus novelas, alimentado por numerosas y voraces lecturas, de muchas de las cuales nos participa el autor en sus habituales artículos de prensa (impagables recomendaciones para los lectores), entre las que podíamos apreciar la profunda y bendita huella de Edgar Allan Poe. Un libro imprescindible para conocer el trabajo del escritor jienense en el ámbito del relato, en el que se reúne una escritura realizada, como admite el propio escritor en una nota previa, "mientras yo andaba a otras cosas".

Publicado en Diario de Pontevedra 04/12/2011

Discursos

Foi o de Alfonso Pato, director do festival de cine de Cans, o mellor dos discursos pronunciados na cerimonia de entrega dos Premios Provinciais de Cultura outorgados pola Deputación de Pontevedra. Unhas verbas engaiolantes nas que se reflectiu o verdadeiro milagre da cultura, aquilo que xorde do máis popular, neste caso entre repolos e galpóns, para mesturarse co maxín do cine. A carón destas palabras nacidas ao amparo da sinceridade e da experiencia vivida por organizadores e veciños da parroquia do Porriño, as restantes palabras soaron baleiras, cheas dun sinsentido ingerido nun guión plantexado polos gabinetes duns políticos cada vez máis agochados nas frases feitas ou en clixés repetidos un tras outro nunha espiral desoladora. Fríos achegamentos á cultura, afastados dunha realidade que reclama o seu verdadeiro valor como cumio de sensibilidades ou como expresión do desenvolvemento do individuo, algo que si amosaron cada un dos premiados elixidos de xeito acertado polos membros do xurado. Esas faces da cultura, ben representadas polos nosos creadores, son as que sementan un dos nosos maiores valores como sociedade, do que durante esta fin de semana temos tamén unha boa mostra no Culturgal, unha cita obrigada para seguir rastrexando os seus feitos dende os máis variados ámbitos da creación, iso si, esperemos que afastados dos discursos oficiais.

Publicado en Diario de Pontevedra 3/12/2011

mércores, 30 de novembro de 2011

«Muere ahogada la ‘sex-symbol’ de la generación del rock»

Hace hoy 30 años Diario de Pontevedra publicaba esta información. Mucho mejor escrita de lo que solían hacer las agencias en aquellos años. Sirva de homenaje, no tanto a la Deanie de 'Esplendor en la hierba' como a aquella niña con la que John Wayne se redimió aprentándola contra su pecho tras años de búsqueda. Va por ti Debbie!!!!


Pareciera como si Natalie Wood hubiera querido dar a su vida el mismo final triste que protagonizó en sus dos mejores películas, ‘West side story’ y, sobre todo, ‘Esplendor en la hierba’. Natalie Wood (1938-1981) llegó a Hollywood de muy niña hablando a Santa Claus en el clásico navideño ‘Milagro en la calle 34’, y permaneció en la cumbre hasta su muerte ayer, a los 43 años. Su propia vida podría muy bien haber sido el guión de una película: hija de inmigrantes rusos, conquistó Hollywood y se hizo famosa, se casó, se divorció y se volvió a casar al cabo del tiempo con su mismo primer marido. Natalie Wood y Robert Wagner vivían en el esplendor de Beverly Hills con sus dos hijos, parecían felices y contentos, acudían a fiestas, tenían dinero y era una de las parejas favoritas de norteamérica. Hasta ahí, la vida de Natalie Wood fue una historia de final feliz como ‘Milagro en la calle 34’. Nadie podía imaginar que iba a terminar como María la puertorriqueña de ‘West side story’. «Nada puede ya devolver la hora del ‘esplendor en la hierba’ de la gloria en las flores. Pero no vamos a apesadumbrarnos, sino a encontrar fuerza en lo que queda detrás», dice en la lejanía la voz de Natalie Wood en la última escena de su mejor película, mientras la actriz, con una sonrisa amarga, se va del lugar donde vive su gran amor (...).
 
La vida hoy me ha llevado hasta este inspirador lugar, en la ría de Vigo, donde pude seguir leyendo el cautivador libro de Elvira Lindo 'Lugares que no quiero compartir con nadie', un recorrido lleno de humanidad por diferentes rincones de Nueva York. Y allí sentado, entre brumas que se iban disolviendo a medida que pasaban los minutos, pensé en los miles de personas que partieron desde esa ría hacia una ciudad convertida en sueño...

martes, 29 de novembro de 2011

Fado

Sorprende que aínda non fora considerado o fado como Patrimonio Inmaterial da Humanidade. Poucas músicas transmiten mellor o espírito do home que estes sons cheos de saudade xurdidos nos barrios mariñeiros de Lisboa. Por eles adoitaba camiñar Fernando Pessoa, que foi quen de dicir que «canto máis universal sexa o fado, máis se converterá en parte da nosa identidade». O xenio luso sabía da forza daquelas cancións que falaban tanto do sentir daqueles que estaban lonxe da súa terra coma dos que quedaban no país chorando a súa ausencia. Aínda hoxe escoitar un fado arrepía o corpo, facéndonos sentir o que moi poucas músicas son quen de acadar. Adóitase dicir que nunca é tarde se é para ben, e o certo é que nesta ocasión por fin o pobo portugués tivo unha boa nova, unha nova que serve para alentar a estima dos nosos veciños dende o que tanto aman: o seu fado.

luns, 28 de novembro de 2011

Los rostros de la genialidad

Como un obsequio a todos los pontevedreses se debería entender la doble cita a la que convoca el Museo de Pontevedra en sus salas del llamado sexto edificio. Obsequio, por lo cuidado en la presentación de un regalo con los nombres de dos de las personalidades más relevantes de las primeras décadas del pasado siglo en el mundo de la cultura, ambos íntimamente ligados a nuestra ciudad: Manuel Quiroga y Ramón Mª del Valle-Inclán. Genios de la música y las letras, respectivamente, que han convertido su obra en orgullo de Pontevedra.


Las notas musicales de un violín nos conducen, como si siguiéramos al flautista del cuento, hacia el interior de las salas vestidas de rojo y dorado en las que se guarda la vida de Manuel Quiroga (1892-1961). Parece entonces que nos adentramos en uno de esos cofres de terciopelo en los que se guarda algo lujoso, algo dotado con la condición de extraordinario. Muchos pueden conocer los logros de Manuel Quiroga, sus éxitos musicales, sus giras mundiales y su desgracia, pero al salir de esta exposición uno se lleva algo más, se lleva la comprensión de una abrumadora personalidad que hizo tanto del violín como del pincel dos armas con las que enfrentarse a un mundo que coronó y del que lentamente se fue despidiendo en una cruel bajada a los infiernos. Mientras se siguen escuchando esos sonidos de violín, ahora acompañados por el piano de la que sería su esposa Marta Leman, recorremos las diferentes etapas en que se ha estructurado esta muestra en torno a nuestro violinista más universal y una de las personalidades más relevantes de la historia local, organizada con motivo del cincuentenario del fallecimiento del violonista y basada en los riquísimos fondos que fueron donados al Museo de Pontevedra por su hermano, el que fue conocido arquitecto, Emilio Quiroga. Una generosa aportación que no deja fisuras en la vida de este personaje cuya sensibilidad se traduce en cada fotografía, en cada retrato de él realizado o en cada una de las muchas obras que cuelgan de estas paredes y que lleva su firma pictórica. Y es que Manuel Quiroga, ampliamente reconocido y aplaudido como violinista, también fue un extraordinario pintor y caricaturista, y esto es algo de lo que más sorprende en esta exposición. Su capacidad para crear trazos, no solo los que fluyen por el aire con su música, sino también los que se estampan sobre un papel o un lienzo. Las caricaturas de personajes relevantes del mundo de la música, coetáneos con el vilonista pontevedrés, como los directores de orquesta Alfred Cortot, Pierre Monteux o Gabriel Pierné o los compositores Fritz Kresler, Richard Strauss o Manuel de Falla, evidencian la pericia de quien también ha realizado obras sobre lienzo de la calidad del autorretrato que ilustra estas líneas y donde el artista se capta de una manera firme y decidida en 1930, en plena madurez creativa, con el mundo entero bajo sus pies reconociendo los méritos que un año después le llevarían a ser condecorado con la prestigiosa Legión de Honor francesa.

De Manolito a Manuel | Lo que podría calificarse como un milagro, el llegar al Olimpo de la música a partir de una recóndita capital de provincias en una España sumamente atrasada frente a otros países, se produjo en la figura de Manuel Quiroga. Aquella Pontevedra finisecular realizaba el tránsito del siglo XIX al XX entre las ruinas de un pasado glorioso y los progresos que asomaban al amparo de la nueva capitalidad provincial, pero si algo se mantenía en esta ciudad era su actividad cultural, que en el aspecto musical se centraba en el Palacete de las Mendoza-donde había tocado con su violín Pablo Sarasate, cuyo padre estaba destinado militarmente en Pontevedra a mediados del siglo XIX- y el café Moderno. En ambos el joven Manolito Quiroga ofreció sendos recitales que asombraron a todos e hicieron confiar a la ciudad en las bondades del crío. Pontevedra ya era un escenario minúsculo para Manuel Quiroga que entre 1909 y 1911 se forma en París, logrando en ese segundo año el primer premio del Conservatorio de París, el mejor aval para su futuro artístico. En París conocerá también a la que será su esposa desde 1915, la pianista Marta Leman. Entre 1914 y 1917 dará el salto a América ofreciendo recitales por todo el país, desde Washington a Sacramento. A su regreso Galicia se volcará en homenajes, Pontevedra ya lo había hecho tras el éxito parisino llevando en volandas, físicamente hablando, al triunfador desde la Estación de Ferrocarril hasta su vivienda en la calle que hoy lleva su nombre, pero de nuevo lo hará  ante la consolidación mundial del violinista aclamado ya en el mismísimo Carnagie Halle de Nueva York, donde las palmas de no menos de cinco mil personas echaron humo ante tan alta expresión de virtuosismo. Y así, mientras el violín y su sonido sigue transportándonos a esos días de gloria recorremos con la mirada un sinfín de objetos y esas estaciones de paso en la vida de Manuel Quiroga que, de manera tan sensible y apasionada, ha ido confeccionando el equipo del Museo de Pontevedra con el comisariado de Fernando Otero Urtaza, fiel devoto y acérrimo defensor de esta figura. Defensa muy necesaria ante el olvido que durante décadas ha recaído sobre quien fuera motivo de orgullo para la ciudad y que solo a partir de los años noventa comenzó a reivindicarse desde diferentes foros, como la instalación por parte del Concello de un busto de Asorey en los Jardines del Doctor Marescot. Ese olvido comenzó a forjarse con el desgraciado accidente acontecido en 1937 en Times Square cuando un vehículo atropelló al pontevedrés dejándole graves secuelas que cercenaron su actividad musical pero que alentaron su faceta plástica. El último capítulo de la exposición vuelve a sorprender por las caricaturas hechas de personajes del mundo de la música, como José Iturbi, Pau Casals, Bouillon o Locatelli, y por la proyección del único testimonio en movimiento del que se tiene constancia en el que aparece el violinista junto a su esposa, acompañando a la familia Landín, poseedores de este tesoro, no solo documental sino cinematográfico. En esa sala se consuma la historia de aquel niño que empezó siendo Manolito y acabó como Manuel Quiroga y al que Valle-Inclán en su poema ‘Del celta es la victoria’ cantó: «Podrán de tu violín las voces de oro, encantar a los tigres de la usura, y al can rabioso que soporta el foro. ¿Has oído la voz que lo augura?

Retratos de Valle-Inclán | En ese poema se dan cita ambos, los dos rostros de la genialidad que también comparten este doble espacio en el Museo de Pontevedra. Dejamos atrás los sones del violín y nos adentramos en el territorio del esperpento a través del Valle-Inclán retratado, es decir, a través de cómo los demás han visto al dramaturgo más importante de las primeras décadas del siglo XX en una España crepuscular, derrotada desde 1898 y ante la que el escritor situó unos espejos cóncavos que le mostrasen sus propias vergüenzas. Al mismo tiempo que literatos, pintores, ilustradores o fotógrafos inmortalizaban al escritor de Vilanova de Arousa, aquel cuya efigie fue inmortalizada en letra por Alfonso Pérez Nieva en ‘Revista de Madrid’ en 1895: «...rostro avellanado y pálido, ojos inquietantes tras unos lentes inquietos, que amenazan siempre caerse y largos cabellos negros, tan largos que le caen hasta los hombros y sobre el cuello de la camisa lindante con el occipucio». A partir de ahí se daba a conocer la figura de quien en palabras del mismo autor «Ha llegado a Madrid con un tomo de novelas que titula Femeninas...» y que diferentes coetáneos han ido apuntalando. Tras superar esas «barbas de humo, un humo hacia abajo en vez de ser un humo hacia arriba», como escribió el siempre inteligente y mordaz Ramón Gómez de la Serna, que reciben al visitante la entrada de la muestra junto a unas lentes, se despliega esa doble perspectiva del escritor, la literaria con frases como ‘Sansón de guardarropía’ (Jesús Muruáis), ‘Don Ramón de las barbas de chivo’ (Rubén Darío), ‘Barquero de la Estigia, Bradomín de las rosas’ (Gerardo Diego) y la plástica, con una larga colección de dibujos y pinturas que conformaron la estampa del escritor.

Barba y lentes| No se puede concebir un retrato de Valle-Inclán sin sus largas barbas y sus gafas redondeadas, ambos elementos definen por sí mismos a su figura, una de las más singulares del parnaso artístico del pasado siglo. Con mayor o menor fortuna, barbas y gafas han ido desfilando por las trayectorias de varios artistas, son espectaculares las representaciones realizadas por Anselmo Miguel Nieto y por Rodríguez Corredoyra, llenas de misterio y de un simbolismo fascinante, junto a ellas podemos destacar los retratos, hasta tres grandes óleos de Juan Echeverría, entre ellos el que ilustra de forma principal esta página. Un retrato de perfil, algo que remite a soluciones clásicas y que transmite el halo de gloria del representando que parece jurar sobre un libro su compromiso con las letras, como apunta el profesor José Manuel López Vázquez en el interesante texto que se incluye en el catálogo de esta exposición. Llena de espejos colocados ante unas barbas y unas lentes, es decir, colocados ante Ramón Mª del Valle-Inclán.


Publicado en Diario de Pontevedra 27/11/2011
Autorretrato de Manuel Quiroga
Retrato de Valle-Inclán (Juan Echeverría)

Casás



Anuncia el CGAC de cara al próximo año la realización de una amplia exposición sobre Fernando Casás, artista gallego, universal y del que es un lujo su presencia como profesor en la Facultad de Belas Artes de nuestra ciudad. No podía mostrar mejor ojo el centro artístico compostelano a la hora de repasar la trayectoria de nuestros artistas (en una labor obligada desde la institución) que el fijarse en el trabajo de este hombre nacido en Gondomar y que vivió durante veinte años en tierras brasileñas, amparado por el peso de una naturaleza de la que aprendió todo, que es lo mismo que decir de la que aprendió a plantear un arte que preguntase sobre la aniquilación de esa ancestral maestra del ser humano, a la que una y otra vez nos empeñamos en dar la espalda. Su empeño en dignificar a nuestro entorno natural es el que ha ido consolidando y singularizando un trabajo que, tanto en el interior de una sala de exposiciones como en una intervención en la propia naturaleza, rinde el culto panteísta al que esta sociedad, fagocitadora y egoísta, ha renunciado desde hace décadas en favor de una perversa evolución social, siempre con el envés del capitalismo como falso aval. Desde el CGAC, sus maderas, sus piedras, los rastros de la naturaleza, como los restos de un naufrágio, volverán a gritar, a reclamar en voz alta la reflexión del ser humano y de una sociedad indiferente.

Publicado en Diario de Pontevedra 26/11/2011
Fotografía Javier Cervera

mércores, 23 de novembro de 2011

DELACROIX. Romántico, moderno y exótico

El centro cultural Caixa Fórum  de Madrid acoge hasta el 15 de enero una de las citas pictóricas más ambiciosas de los últimos tiempos. Una gran exposición retrospectiva del pintor Eugène Delacroix (1798-1863)


Quién busque y desee que la pintura sirva como catalizador de sensaciones no debería dejar pasar la ocasión de recorrer esta exposición. ‘Delacroix. De la idea a la expresión’ es el más completo recorrido realizado hasta la fecha sobre este pintor, eminentemente romántico, pero en el que se intuye la llegada de los nuevos tiempos de la pintura que, en la segunda mitad del siglo XIX, hicieron saltar por los aires las convenciones artísticas de dicha disciplina. Mucho más que el pintor de grandes escenas históricas, de furiosos movimientos y gestos de sus personajes, Delacroix va a rebelarse como un pintor que lleva dicha condición, la de pintor, hasta sus últimas consecuencias, es decir, aquel que busca la progresión no solo de su pintura sino de la pintura en general. Formado al amparo de los academicistas neoclásicos, el tiempo que le tocó vivir le obligaba a la experimentación a conocer a los clásicos a Rembrandt, Rubens o Velázquez, pero también a desplazarse hasta Inglaterra para acercarse a la pintura de Constable. Nuevos países, independencias y territorios de ensueño que se convertirían en el destino de los más aventureros, es lo que el siglo XIX comenzaba a proponer para capturar así almas sensibles. Delacroix se empapará entonces del sol del norte de África,  conocerá España, y reconocerá el universo de una suntuosidad que, nuevos tejidos, colores y formas eran capaz de provocar bajo una nueva percepción que conquistó al pintor ya para siempre.
En 1832 Eugéne Delacroix llega a Marruecos y allí descubre una nueva realidad, una realidad iluminada por una luz brutal e inconcebible hasta el momento por el pintor francés. Realmente ya nada volverá a ser igual en su obra, sus escenas tendrán siempre un toque orientalizante, en mayor o menor medida, con independencia de temas o argumentos, ya que la manera de expresión del artista ha cambiado a través de su pincelada y de ese recurso que es el color. «El puente entre el espíritu del pintor y del espectador», así se refería el propio pintor a esta faceta de la pintura. Y no hay más que aproximarse a alguna de las obras seleccionadas para la muestra, como 'Mujeres de Argel en sus habitaciones', para comprender todo eso: la fascinación por el color, por el toque de la piel, la composición de varios grupos y ese sentido exótico que ofrece un territorio lleno de alfombras, joyas, telas, en un instante casual de la pintura. Pero la pintura de Delacroix se dispersa por este moderno ambiente, por unas salas en las que uno no deja de pasmarse ante la contundencia de diferentes obras, su compleja relación con los amimales, su estudio del cuerpo humano, las arquitecturas... en definitiva sus grandes óleos maravillan por su grandiosidad pero compiten en igualdad con los apuntes que posteriormente se trasladarán al lienzo. Maravillosos bosquejos donde todo es intuición y libertad, donde nada es premeditado y el artista maneja su destreza con inusitada efervescencia.
Estamos por lo tanto ante la evidencia del gran arte de la pintura de quien desde el color, y desde otra característica, que sorprende y maravilla a la vez ante sus obras, como es el movimiento conseguido en muchas de sus escenas (no hay más que ver ‘La caza de los leones’, ‘La caza del tigre’ o ‘San Jorge luchando contra el dragón’, o sus obras sobre caballos) para apreciar ese sentido el ritmo del que tanto aprendería otro pintor francés como Degas. Recorrer estas obras supone confirmar todas las bondades conocidas sobre el artista e incluso alguna más a la vista de que, como suele suceder, poco tienen que agradecer las reproducciones en libros o manuales a la obra en origen. No nos extraña la masificación de las salas, el gentío que acude a ver una exposición que además de talento viene a refrendar el valor de lo cultural como fuente de ingresos y elemento dinamizador de la economía, desde una cultura que interesa a muchos.



Publicado en Diario de Pontevedra 20/11/2011

luns, 21 de novembro de 2011

La otra orilla

Recorrer el arte del siglo XX. Rastrear a los grandes genios que hicieron de su trabajo una enorme luz en una España en muchas ocasiones abonada a la tristeza y a la miseria, es el feliz planteamiento llevado a cabo por el nuevo equipo del Museo Nacional de Arte Reina Sofía. Un recorrido por el arte pero también por nosotros mismos, y en él, un hito, uno de esos puntos de inflexión que abren y cierran puertas. El Guernica de Picasso se erige como el gran referente de este centro, mientras a su alrededor se despliega el complemento perfecto a dicho mural.

Bajar por el Paseo del Prado supone dejarse arrastrar por la corriente del arte. Un cauce en el que en su orilla izquierda se erige la gran pinacotea europea, el Museo del Prado, engrandecido durante estos días con el único centro que puede competir en ese terreno con él: el Museo del Hermitage de San Petersburgo. Hasta allí procesionan miles y miles de visitantes, con sus cámaras los más y otros muchos con la curiosidad necesaria para acercarse a la pintura. Allí todo es abrumador, historia y pintura no dejan resquicio para respirar. Dejémoslo para otra ocasión. En la orilla derecha las opciones se hacen más diversas, permiten la combinación de varias propuestas, encadenando entre ellas un inolvidable paseo. Frente a la Fuente de Neptuno el Museo Thyssen junto a su selecta colección ofrece desde hace unas jornadas la muestra ‘Arquitecturas pintadas’, o cómo los artistas recogieron la arquitectura de su momento; desde esta semana la propuesta se enriquece con la exposición de la primera pintora impresionista, la desconocida Berthe Morisot. Sólo unos metros más abajo nos encontramos con la presencia de la arquitectura de Jacques Herzog y Pierre de Meuron, todo un espectáculo en sí misma acrecentado por la presencia en su interior de una exposición sobre uno de los grandes maestros de la pintura de todos los tiempos:Eugene Delacroix. Sorteando lo que ya se ha convertido en un afluente de cientos de visitantes que suben y bajan por este itinerario pictórico, llegamos al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, un descomunal espacio ahora reintepretado en sus ricos fondos de pintura del siglo XX desde la llegada de su director Manuel Borja Villel, y que cuenta con nuevos espacios gracias a la ampliacion realizada por otro arquitecto mediático, Jean Nouvel.

MNCARS| Encontrarse frente a frente con el mejor arte español del siglo XX, eso es lo que significa recorrer la exposición de la colección de este centro artístico. Mucho ha cambiado la disposición de las piezas, ganando en una lógica evolutiva y en un planteamiento que relaciona a la pintura con otras disciplinas del pensamiento y el arte de su momento, con la nueva distribución del equipo directivo que se inauguró en mayo de 2009. En ella hay un gran eje rector sobre el que parece girar todo y de una forma más que justificada. Todavía, pese a ser visto en varias ocasiones, no deja de estremecer el ‘Guernica’ de Pablo Picasso. Separado de él por varias filas de visitantes uno todavía tiene esa sensación de estar ante uno de los grandes testimonios artísticos del ser humano, además de una contundente obra sobre lo más abyecto que puede haber en nuestro interior. Ese enorme mural no debe despistarnos de todo lo que hay a su alrededor, esculturas como la ‘Mujer en el jardín’ o ‘Mujer con florero’, junto a los bocetos para la gran obra, dotan a este espacio dentro del propio museo de una especie de aura sagrada que no deja a nadie indiferente. Hasta llegar a él antes disfrutamos de los jardines de Rusiñol, de la espectacular factura de las obras de Solana, del surrealismo del mejor Dalí que nunca ha pintado, y posteriormente lo hemos seguido haciendo con Juan Gris y de nuevo con el cubismo de Picasso que te hace temblar las piernas. Todo ello sin abandonar la segunda planta del viejo edificio de Sabatini que encierra lo sucedido en este país entre 1900 y 1945. Si accedemos a la cuarta planta del mismo edificio nos encontramos el segundo recorrido de ese trayecto creativo, el que va de 1945 a 1968, donde la colección se amplia al resto del mundo, a esos bloques enfrentados durante la Guerra fría, y al sinfín de reacciones artísticas surgidas tras una guerra que hizo dudar a tantos. Pero su huella sigue estando entre ellos. La huella de Picasso. La huella de la genialidad.

Rousel & Boetti| El Museo también trabaja desde otras perspectivas, las de la exposición temporal de creadores que han ido jalonando los caminos de muchos de aquellos que hemos dejado atrás. Y así, durante los próximos meses hasta tres exposiciones coinciden en diferentes ámbitos del recinto. ‘Locus Solus. Impresiones de Raymond Rousel’ es un interesante acercamiento a este escritor francés que enarboló la bandera de la imaginación como pocos a comienzos del siglo XX y con numerosas repercusiones en el mundo de las vanguardias, relaciones que precisamente explora esta cita. Alighiero Boetti, es el protagonista de una intensa retrospectiva que muestra su faceta en el povera pero también su capacidad para generar iconos artísticos del siglo XX, y finalmente, Andreas Fogarasi, joven artista austríaco que analiza el arte abstracto desde el periodo de la Guerra Fría.

Publicado en Diario de Pontevedra 20/11/2011