martes, 27 de xuño de 2023

Lo invisible

 

[Ramonismo 156]

'Anoxia’ reflexiona sobre la pérdida, el dolor y la capacidad de la fotografía para activar esa memoria de lo incorpóreo



Una de las virtudes de un buen libro es la de interrogar, la de interpelar al lector sobre cuál sería su posición en relación al contenido de un relato. Y si algo consigue ‘Anoxia’, la nueva novela de Miguel Ángel Hernández, editada por Anagrama, es llenar la historia de su protagonista, Dolores, una fotógrafa viuda, de un rosario de preguntas que enriquecen la ya de por sí valiosa escritura de quien con su anterior libro, ‘El dolor de los demás’, ya había también transitado por estos acantilados de las interrogaciones hacia una sociedad y hacia nosotros mismos como tribu.

El carácter de revelación de aquella novela, como la que nos ocupa ahora, también ubicada en su territorio murciano, se activa de nuevo con esta historia sobre una fotógrafa que inmersa en una vida desesperanzada tras la muerte de su pareja, un hijo ausente de su cotidianidad y un negocio en horas bajas, tras el encuentro con un misterioso personaje se adentra en la fotografía de muertos. Una actividad que tuvo décadas atrás una gran relevancia en diferentes contextos familiares y que ahora sólo se mantiene por algunas familias que desean conservar esa imagen del difunto antes de la despedida final.

A partir de ahí es cuando surge todo ese itinerario de preguntas. ¿Es ético tomar este tipo de imágenes? ¿Qué tipo de alivio le puede aportar a una familia ese registro? ¿Por qué límites nos movemos cuando transitamos entre la vida y la muerte? ¿Estaríamos dispuestos a encargar ese tipo de fotografía? Preguntas que vienen a rodear una disciplina artística como es la fotografía y su capacidad por ser un contenedor de memoria, con componentes plásticos y creativos y que, sin duda, es algo sobre lo que Miguel Ángel Hernández también propone una reflexión de fondo, muy sugerente, desde su condición de profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia, ámbito en el que ha escrito numerosos ensayos y que ahora hila con su poder narrativo y digo poder porque la escritura de Miguel Ángel Hernández (vuelvo a poner en el foco su extraordinaria ‘El dolor de los demás’) se arma desde una escritura vigorosa, llena de virtudes, de claridad a la vez que logra dejar toda una zonas de sombras, una permanente lucha entre el bien y el mal por la que nos hace transitar en ambas novelas. En definitiva, Miguel Ángel Hernández escribe como Dios, que en un profesor de Historia del Arte es decir que escribe como esculpe Miguel Ángel, esto es, desde la rotundidad de formas, a partir de un sólido armazón argumental y con una contenida emoción visual.

Anoxia’, es una palabra que en su significado académico supone la «falta casi total de oxígeno en la sangre o en tejidos corporales», y esa palabra esa la que articula todo el libro desde diferentes niveles, por un lado por la propia historia, al ser la fotografía de muertos la que como un gran Mcguffin nos va enganchando a la existencia de Dolores para ahí sí asomarnos a un personaje que lleva muchos años quedándose sin oxígeno en su propia vida. Al igual que aquellos peces del Mar Menor que vimos agonizantes hace unos meses en nuestros informativos y que también incluye en la narración Miguel Ángel Hernández, insertando de manera comprometida y meritoria varias componentes medio ambientales y relacionadas con el cambio climático, la protagonista lucha por sobrevivir y superar la situación a la que ha llegado por una argamasa de dolor y culpa que, como una pesada carga, debe portar sobre sus hombros. Un peso invisible que como todo aquello que nos rodea en función de nuestros sentimientos forma parte de nosotros. Otra pregunta es si eso, lo invisible, también se puede revelar en una imagen fotográfica, si en el momento más cercano a nuestra muerte todavía en nuestra efigie se puede encontrar un rastro de todo lo que marca nuestras vidas en base a nuestros actos y emociones.

Miguel Ángel Hernández construye, por lo tanto, una novela que nos sorprende por adentrarse en un ámbito que nos puede parecer inquietante, como es el de la fotografía mortuoria, pero cuyo manejo nos permite ver ciertas cuestiones aquí tratadas de una manera diferente a lo habitual y donde el arte, tanto el plástico como el literario, se constituyen como los mejores cómplices para propiciar nuestra reflexión mental y el gozo de la lectura.



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 20/05/2023

mércores, 21 de xuño de 2023

Ondas expansivas

 

[Ramonismo 155]

Hilario J. Rodríguez nos propone un libro lleno de experiencias y lecturas en un brillante maridaje vital



SOMOS todo aquello que se nos va adhiriendo a cada uno de nosotros con el paso del tiempo. Experiencias, viajes, familia, personas con las que hemos tenido un contacto más o menos intenso y, como no, libros. Lecturas que suponen también cada una de ellas una vida propia, un instante compartido con un autor o autora capaz de sumergirte en una realidad paralela, pero de la que poder sacar numerosas enseñanzas para nuestro devenir.
    ‘Construyendo Babel’, el libro que Hilario J. Rodríguez publica en la editorial Contraseña, es una especie de cuaderno de bitácora de la travesía realizada hasta ahora. Un itinerario íntimo en el que el peso de su pasión lectora incide y confluye con determinados momentos de su existencia, dotándola de un nuevo horizonte que permite una mayor amplitud de miras, algo realmente necesario, sobre todo cuando las cosas no son como nos gustarían.
    Nacido en Santiago de Compostela, tras vivir en Vigo y de nuevo en la capital gallega, la vida de Hilario J. Rodríguez se ha desperdigado posteriormente por todo el mundo, por geografías que forman parte también de ese proceso de sedimentación personal que en muchos momentos tiene algo de catártico, pero no muy diferente a lo que supone asomarse a ciertos libros, textos que desde la infancia han ido moldeando nuestro pensamiento y nuestra manera de relacionarnos con el mundo.

Hilario J. Rodríguez realiza una brillante labor de prospección en la biblioteca que le acompaña permanentemente, de manera más mental que física, y convierte un rico y variado rosario de autores y textos, en reflexiones llenas de lucidez sobre cómo esos libros interactúan con nuestra realidad y de qué modo ciertas escrituras han sabido poner ante nosotros ese rastro de migas de pan por el que poder encontrar la salida a nuestros propios laberintos. Es por ello que este es un libro del que es imposible salir indemne, primero, por el gozo que supone leer un texto tan bien escrito, que nos lleva a la reflexión sobre nuestros propios procesos vitales y con anclajes tan firmes; y por otro, para cualquier letraherido supone salir con un cargamento de libros que colocar en el estante de lecturas pendientes y que, a buen seguro, se convertirán en muy especiales a partir de este primer contacto.

Toda esta novela, con forma de ensayo, de libro de viajes, de crítica literaria y de lecturas que se injertan en una biografía, adquiere ese carácter poliédrico que lo dota de una enorme riqueza de matices. Momentos distintos que se van hilando para explicar un itinerario que en muchos momentos convierte lo íntimo en la verdadera razón de ser del libro. ‘Construyendo Babel’, además de construirse como un hombre ante el mundo, también lo hace como un hombre ante los suyos. Los fragmentos sobre la infancia, la juventud, la pérdida y todo aquello que se guarda en cada familia como una caja de Pandora supone un valiente ejercicio de nombrar y mirar allí donde no siempre es fácil hacerlo, pero donde se explica mucho de lo que somos.

Como en las ‘Vidas minúsculas’ de Pierre Michon (uno de los libros que destaca el autor) Hilario J. Rodríguez articula su biografía en base a la reconstrucción de otras vidas, de familiares y amistades, pero también de los libros que en no pocas ocasiones se comportan ante nosotros como figuras humanas. Esa confluencia de géneros y miradas, ese mirar a  un espejo en el que no sólo se refleja uno mismo sino todos aquellos convocados en este viaje interior también nos remite a las propuestas de W. G. Sebald, amante también de generar una autobiografía a partir de amalgamar géneros.

Escribir una vida no deja de ser escribir un libro y ‘Construyendo Babel’ es, sobre todo, una vida llena de libros. Textos que jalonan una biografía, textos que se vinculan a un recuerdo concreto y que como él mismo escribe en uno de tantos fragmentos a subrayar en el libro: «puedo coger cualquier libro de las estanterías y convertirlo en una piedra para lanzarlo al charco de la memoria y producir ondas expansivas...». Esas ondas son las que llegan ahora hasta nosotros para emocionarnos, para descifrar una existencia que en muchos de sus extremos se puede explicar a través de esos libros que, como las ondas expansivas que generaron nuestro cosmos, aquí crean el universo íntimo y biográfico de Hilario J. Rodríguez.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 13/05/2023

martes, 13 de xuño de 2023

Cuerpos en tensión

 

[Ramonismo 154]

La novela ganadora del premio Biblioteca Breve refleja la relación del cuerpo femenino con la sociedad y la culpa



ROSARIO Villajos presentó ‘La educación física’ al Premio Biblioteca Breve de novela que concede cada año la editorial Seix-Barral. Y lo hizo como un grito, como un puñetazo sobre la mesa que dejase en evidencia lo vivido, y sufrido, por muchas mujeres en la década de los noventa en una España en la que un suceso, el crimen de las niñas de Alcasser, sacudió numerosos elementos de nuestra comunidad, desde lo social, lo periodístico y hasta lo más íntimo, reflejado en el contexto familiar. Aquel crimen situó a la mujer y a su cuerpo como objetivo del asesinato, como la diana en la que el criminal pone un ojo que desde muchos hogares se intentó evitar, no afrontando la situación, sino eludiéndola, intentando ocultar cuerpos y limitar acciones de unas mujeres que, en muchos casos, estaban en ese preciso momento descubriendo su cuerpo y sus formas, asumiendo una identidad y enfrentándose a un entorno que siempre le ha sido hostil.

La valentía de Rosario Villajos y sobre todo las virtudes literarias que aquí exhibe, hicieron que aquella novela, que competía con otros setecientos títulos presentados, se erigiera en la ganadora de uno de los premios literarios más prestigiosos del país y nos reveló, al tiempo, una identidad poco conocida pero con trabajos desarrollados en diferentes segmentos de la cultura, como el musical, el de la novela gráfica o el cinematográfico. Formada en Bellas Artes, cordobesa y autora de dos novelas, ‘Ramona’ y ‘La muela’, con ‘La educación física’ amalgama toda una serie de elementos que definen mucho de lo que era este país en el momento en que se sitúa la novela, pero que también explica no pocas de las situaciones que nos sobresaltan hoy en día en relación a la violencia ejercida sobre las mujeres desde diferentes estamentos de la sociedad contemporánea.

Esa capacidad de no caer en lo meramente temporal-pese a que son muchos los hitos que nos fijan en ese momento concreto como músicas, series de televisión o modas- es lo que le concede trascendencia a lo escrito, y cómo ese contexto familiar se relaciona con una sociedad lastrada por los condicionantes del machismo y por las permanentes tensiones establecidas con los cuerpos de la mujeres, a los que siempre se ha situado como el origen del pecado, la visualización del mal y el objeto de una culpa que, por supuesto, recae en la mujer.

Rosario Villajos para evidenciar esa situación se centra en una joven, Catalina, que, con dieciséis años, deja la casa de su amiga para regresar a la suya optando por hacer autostop. Será en ese intervalo real de tiempo, el de la espera y el del trayecto, en el que se condensa el relato, realizando Rosario Villajos un alarde técnico en cuanto al manejo de esa temporalidad, en el que se desarrolla la totalidad de la trama, a través de los pensamientos de la protagonista, de sus encuentros con diferentes personas, y desde sus reflexiones sobre distintos momentos pasados a lo largo de su vida ligados a sus diferentes ámbitos: el escolar, el familiar, el de las amistades o las relaciones con los hombres... y cómo cada uno de ellos se vinculaba con su cuerpo.

Ese cuerpo acaba de tener la regla, con un cambio de mentalidad y de muda en su fisonomía de caderas y pechos que constituían no sólo una nueva imagen percibida por los demás de las más variadas maneras en función de su relación o intenciones con la protagonista, sino que entre todos lo que propician es la generación de un sentido de culpa capaz de condicionar todo y de activar en Catalina una situación de sufrimiento y ansiedad que incluso llega a lo físico, al provocarse diferentes formas de dolor sobre ese mismo cuerpo estableciendo con él una situación de permanente y angustiosa rebeldía.

Rosario Villajos, de manera inteligente, no sólo contextualiza la historia en esa década final del pasado siglo, sino que a través de diferentes guiños con el pasado, hunde también en la mitología varias de las costumbres que han ido creando a lo largo de los siglos toda esa serie de postulados sobre la mujer, su cuerpo, y cómo debe ser su relación de sumisión, sobre todo con los hombres, debiendo manejar numerosas situaciones de manera imprevisible y para lo que la educación de las familias nunca ha generado, precisamente, las mejores enseñanzas para mudar esa coyuntura, siendo demasiadas veces las madres quienes amparaban esa posición de la mujer en base a elementos tradicionales o religiosos, tras los cuales no dudaban en ocultar esos cuerpos bajo fajas o corsés que, como en la portada del libro, son la imagen más poderosa de un cuerpo que debía estar oculto y de esta manera, a salvo de sus propias tensiones.



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 6/05/2023