Rue Saint-Antoine nº 170
La puesta en marcha de una página web dedicada al pintor pontevedrés
Leopoldo Nóvoa (Salcedo, 1919-Nogent-Sur-Marne, 2012) pone en circulación y al
alcance de todos su prodigiosa obra y un amplio número de materiales que
permiten conocer de una manera más intensa su singular universo creativo.
DESTRUCCIÓN, dolor, cenizas. Pero también belleza, esfuerzo, creatividad,
compromiso… todo eso y mucho más se citó en una noche de 1979 en esa dirección
parisina del Faubourge Saint-Antoine nº 170. Allí, en una buhardilla que servía
de estudio, se guardaba la obra de Leopoldo Nóvoa, el trabajo de décadas de
experimentación y aproximación a un territorio, el de la pintura, que uno nunca
puede dar por conquistado de manera definitiva. Aquella hoguera impertinente
que asoló el estudio del pintor pontevedrés dejó un rastro de decepción
materializado en cenizas. Rescoldos de la frustración. Lejos del abatimiento,
el paso de las horas y la lucidez de un genio, incluso en los peores momentos,
convirtieron a esas cenizas en simiente para el futuro, en la base de un
proyecto creativo sin parangón y que confirmaba a Leopoldo Nóvoa a la cabeza de
los discursos plásticos de la pintura mundial. Reinventarse ante la adversidad
fue la gran apuesta artística del pintor. Las cenizas se almacenaron en botes,
sacos, en los más dispares recipientes, para de allí pasar a formar parte de
nuevos lienzos, de otras aventuras por ese territorio de la poesía y la
imaginación que Leopoldo Nóvoa convirtió en un abismo de experimentaciones.
Es entonces cuando sus cuadros se vuelven materia, geografías incómodas
al tacto, pero terciopelo a la vista de un espectador incansable de recorrer
esos universos de huecos, elevaciones, fragmentos, signos y huellas. Muchas
huellas como reflejo de lo vivido, pero sobre todo, de lo soñado.
Leopoldo Nóvoa falleció el 23 de febrero de 2012. Tiempo suficiente para
que desde las diferentes administraciones, piensen ustedes en la que quieran,
tenemos de sobra, se avanzase en la creación de algún organismo o institución
que velase por su estudio, por el trabajo de investigación y exploración de
todo ese ingente trabajo que llevó el nombre de Galicia desde el Cono Sur hasta
París, y que lo puso en boca de personajes tan extraordinarios como Julio Cortázar
o Juan Carlos Onetti, por abreviar. Pero nada de nada. Ahí el incendio
permanece y el fuego del olvido sigue vivo entre quienes podrían convertir a
Galicia, y porque no, a su Pontevedra natal, en ese espacio para la reflexión
sobre su obra, amenazando con ser cenizas flotando en el viento de la
desmemoria.
Quizás, como respuesta ante esa inacción, es de la que nace esta
interesante iniciativa de su viuda, Susana Carlson, gestionada por Rosario
Sarmiento, para poner en orden desde el mundo virtual ese otro mundo de cenizas
surgidas de la desgracia. Una página web (www.leopoldonovoa.com) en la que podemos rastrear una buena
parte de su obra y vida, conformándose a su vez como un lugar de encuentro de
aquellas personas que escriben o han escrito sobre su figura. Esos apartados irán
creciendo y aumentando en sus contenidos para mantener con vida esa otra vida
eterna que va, desde el nacimiento en Salcedo a la infancia en Raxó, los
inicios sudamericanos, la madurez parisina y los retiros en Armenteira.
Latitudes que, de una u otra manera, se posan en sus cuadros en la generación
de una obra tan singular como potente en su expresión. Polvo de la memoria
afianzada de cara al futuro al sedimentar en el lienzo. Nueva patria que se
vuelve esperanza o, valiéndonos de las palabras del poeta José Ángel Valente:
«... Aunque sea ceniza cuanto tengo/hasta ahora,/cuanto se me ha tendido a
modo/de esperanza». Versos de otro gallego para un pintor de poesías. Pocos
artistas plásticos han generado con su pintura un lugar para la poesía más
contumaz que Leopoldo Nóvoa. Esos ecosistemas, alejados de la figura humana,
son campo abonado para la introspección y el compromiso, la sensibilidad
derrochada entre alambres y cerámicas, fragmentos vitales y huecos infinitos,
geometrías esbozadas que se detonan a sí mismas incapaces de entender su
magnitud y una espacialidad que te
engulle. Una pintura que te atrapa y cautiva como una fuerza más para
multiplicar ese territorio telúrico y universal, complejo y sencillo. La lucha
que genera la vida.
Cada vez más seguro de su fortaleza como creador me instalo en la memoria
de ese atelier, un ocupa en la guarida de ilusiones y horas apiladas de
pasiones para hacer mía esa dirección que me servirá a partir de hoy, en
sucesivas publicaciones, para rastrear nuevos proyectos artísticos,
experiencias creativas en los más diversos ámbitos artísticos, desde el cine a
la música, desde la pintura a la literatura, la fotografía o la arquitectura.
Valga esa imagen del fuego redentor, de la luz que emerge de la oscuridad para plantear
diferentes itinerarios por todo lo que el arte es capaz de producir y provocar.
Estamos en el número 170 de la rue Saint-Antoine.
Publicado en Diario de Pontevedra 27/10/2014
Fotografía: Leopoldo Nóvoa en una inauguración en la antigua sala de exposiciones de Caja Madrid en Pontevedra (1995). Rafa Fariña