[Ramonismo 120]
Jorge Volpi nos enfrenta a la violencia en nuestra sociedad, con especial atención a su país, México, que la sufre a diario
ACOSTUMBRAMOS a estremecernos desde los medios de comunicación por las noticias que nos llegan de muertes violentas en un país tan maravilloso como México. Una situación de permanente violencia que hace de aquella sociedad un tenso espacio para la convivencia del ser humano. Jorge Volpi (México, 1968), desde su reconocida capacidad literaria, lleva colocando ante nuestros ojos varios de esos escenarios vinculados a la violencia en su país, aunque algunas conductas son similares a las que pueden darse en diferentes partes del mundo, lo que aparte de algunas cuestiones concretas universaliza su mirada.
Y esto es, precisamente, lo que nos encontramos en su última novela, ‘Partes de guerra’ (Alfaguara) en la que se cuenta la muerte de una joven de catorce años a manos de otros menores que formaban parte de su círculo de amistades, todo ello en un territorio fronterizo entre México y Guatemala, con una identidad muy marcada. Un violencia juvenil que asola a no pocas sociedades del planeta, vinculada a los vertiginosos cambios sociales, a la irrupción de nuevas tecnologías y a las nuevas formas de relacionarse de nuestras generaciones más jóvenes.
Jorge Volpi entremezcla el relato de ese suceso con el que surge de las relaciones de un grupo de profesionales que investigarán, desde el ámbito científico, qué es lo que se activa en nuestro interior para que unos chavales lleguen a ese extremo y cualquiera, como dice el director del colegio en el que estudian, «se convierta en un monstruo». Un texto que, como es habitual en este autor ganador en 2018 del Premio Alfaguara con el libro ‘Una novela criminal’ en la que también se trataba ese problemática de su país en ese caso vinculada a los secuestros exprés, está dotado de una gran calidad literaria bordeando en este caso también lo periodístico, al exponer posibles causas y condiciones para que emerja esa violencia, cuestionando su origen como un elemento natural o como una cuestión que la sociedad poco a poco ha ido insertando en nuestro interior, llegando a conformar un escenario bélico, dado el número de víctimas mortales que se producen cada año. Una guerra a la que no se le llama guerra y en la que Jorge Volpi intenta ayudar a entender esos actos violentos que atentan de manera brutal contra la existencia de los que allí habitan. «En este pinche país la violencia nos carcome como un óxido, violencia contra mujeres y niños, violencia del narco, violencia política, violencia contra los migrantes, violencia policial», escribe Jorge Volpi como una reflexión más de las muchas que pueblan el texto, del mismo modo que no son pocas las críticas que afloran sobre esta sociedad que entre todos hemos configurado como una sociedad del espectáculo, en la que no acertamos a solucionar nuestras derivas, naufragios y fracasos como colectivo.
Esas relaciones entre los jóvenes protagonistas del luctuoso relato se paralelizan con las de los otros actores del libro, los adultos que, llevados de la mano de un brillante y admirado neurocientífico, llegan hasta ese territorio para entender esos otros cerebros. Pero resulta que esas líneas paralelas no lo son tanto y cuando se produce un fatal accidente se revelan toda una serie de situaciones personales que dinamitan lo establecido, arrojando una serie de dudas sobre las apariencias y la identidad. Esa reflexión sobre lo identitario es la que también permitirá conocer las diferentes situaciones que se dieron entre aquellos chicos para que la violencia segase la vida de una de ellos y dejase al resto marcados para el resto de sus vidas.
Si Jorge Volpi con ‘Una novela criminal’ ya nos había impactado no solo por lo que se cuenta, sino por el inteligente planteamiento que presenta todo lo que sucede en su interior, con ‘Partes de guerra’, una novela más ligera, se adentra de manera contundente en esos ámbitos marginales de su país, espacios físicos condicionados por la naturaleza, por las condiciones de vida y de educación que también forman parte de ese caldo de cultivo en el que la violencia brota de la manera más insospechada, incluso en quién unos minutos antes era incapaz de pensar que se vería en una situación así. De igual modo un acto tan impactante como este genera una serie de seísmos en quienes se acercan a conocer lo sucedido, a relacionarse con sus protagonistas y a activar una serie de fantasmas que muchas veces entendemos dominados a lo largo del tiempo pero que, simplemente, aguardan a que en un instante esa carcoma los libere para enfrentarnos a lo que somos
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 9/07/2022